El 12 de junio, autoridades migratorias estadounidenses detuvieron en Nueva York, Los Ángeles y Filadelfia, a ocho personas procedentes de Tayikistán, quienes según Washington pertenecen a una filial de ISIS (conocida como ISIS Khorasan, ISIS-K, o ISKP). Las ocho personas entraron a EU por la frontera mexicana y lo hicieron legalmente. Este fenómeno se ha repetido y ha estado creciendo, según un reporte del Servicio de Inmigración y Aduanas (ICE). De acuerdo con éste, desde 2019, 368 personas “señaladas como terroristas” han ingresado a EU a través de su frontera con México, en muchos casos empleando redes criminales mexicanas. Esto es, por supuesto, enormemente delicado pues regresa este tema a la conversación política en EU en plena campaña electoral. Debemos recordar que, en 2016, la narrativa de Trump indicaba que las fronteras porosas con México permitían el cruce a ese país por parte de toda clase de “basura”, “criminales, terroristas y voladores”, con lo que el exmandatario vinculaba el discurso de la migración y seguridad, con el discurso sobre terrorismo, altamente politizado en esos tiempos. Por esos años tuvimos que explicar que desde el 2002, ninguno de los muchos atentados que había sufrido EU fue perpetrado por personas que cruzaban desde nuestro país y, de hecho, más del 90% de atacantes eran ciudadanos estadounidenses; el resto eran personas que habían ingresado legalmente al país por Canadá o por vía aérea. Aún así, han pasado muchos años. El terrorismo e ISIS han evolucionado y es necesario revisitar el tema.

1. Como contexto: ISIS, Estado Islámico o Daesh, no es un “grupo” terrorista sino una red global compuesta por una central, por filiales (que en el discurso del “Estado Islámico” son conocidas como “provincias”), por células más pequeñas, por individuos afines que le juran lealtad, y sobre todo por una importante maquinaria de propaganda, reclutamiento y operación virtual. Por tanto, debemos comprender que no todas sus operaciones están coordinadas desde su centro operativo y que muchas de sus filiales presentan crecimiento o declive según determinadas circunstancias, pero que al final del camino, la red sobrevive y está nuevamente en fase de crecimiento.

2. De todas las filiales, la más activa en este momento es conocida como la “Provincia de Khorasan del Estado Islámico”, o simplemente ISIS Khorasan (ISIS-K). En resumen, la historia de ISIS-K es esta: En 2014, en el pico de sus mayores ofensivas, ISIS envía representantes a Afganistán y Pakistán, los cuales convencen a grupos de talibanes para unirse a la causa del califato que recién se había instaurado. Así, en 2015, se establece la “Provincia Oriental del Estado Islámico” (Wilayat Khorasan, o ISIS-K) formada y dirigida principalmente por exmiembros del grupo paquistaní Tahrik-i-Taliban, y por talibanes afganos. Las estimaciones de su tamaño en esos años variaban de entre algunos cientos hasta 1,500 o 2000 miembros. No obstante, al operar bajo el paraguas de ISIS, el posicionamiento mediático de sus atentados contra civiles y de sus ataques contra las fuerzas de EU y la OTAN era enorme. Un atentado contra civiles o un ataque contra las tropas estadounidenses, podía echar por tierra la noción de que la Casa Blanca estaba combatiendo a ISIS de manera eficaz.

3. ISIS-K ha aprovechado el vacío generado en Afganistán (y en Pakistán) tras el repliegue de tropas de EU y la OTAN de la zona y ha detonado un crecimiento que ya no solo se limita a esos países. Y uno de los sitios en donde ha conseguido reclutar a miles de miembros es precisamente Tayikistán. De acuerdo con reportes que monitorean continuamente los eventos de terrorismo (a pesar de que la mayoría de los medios no lo han hecho, dada la concentración de su atención en otros asuntos internacionales como la guerra en Ucrania o la de Medio Oriente), ISIS-K es quizás la filial de ISIS que no solo tiene las mayores posibilidades de cometer atentados a nivel global, sino que tiene toda la intención de hacerlo y lo ha estado haciendo.

5. Así, ISIS-K se ha trazado la meta de atacar uno a uno, a sus muy distintos enemigos. El objetivo último es avanzar, despacio, inspirar y expandir a la organización y a sus filiales, hasta lograr un califato a nivel global. El mensaje último es que el Estado Islámico, lejos de morir, sobrevive después de todos estos años, que tiene operaciones en toda clase de continentes, y que terminará por retornar y devolver a cada enemigo, los golpes recibidos.

6. Sabemos también que fue precisamente ISIS-K quien lanzó los ataques terroristas en Irán a inicios de año, otro de sus enemigos, lo que fue reconocido por las autoridades en Teherán y lo que orilló a ese país a lanzar los ataques de represalia respectivos. Y sabemos, por las propias autoridades rusas, que ISIS-K estaba planeando atentados contra sinagogas en Rusia. En marzo, las sospechas rusas se concretaron, aunque de distinta forma, y fue ISIS-K quien perpetró el atentado del 22 de marzo contra personas que asistían a un concierto en ese país.

7. Con ese contexto, es importante considerar que, si bien desde el 2002 hasta ahora los ataques terroristas cometidos en EU han sido perpetrados por ciudadanos de ese país, o bien por personas que ingresaron de formas legales, por vía aérea o por Canadá, el potencial del uso de territorio mexicano como plataforma para enviar atacantes siempre existió y lo señalamos en su momento. Esto tiene que ver con factores como el crecimiento del crimen organizado a lo largo de estos años, con los flujos migratorios procedentes de países muy diversos y con las redes de tráfico de personas que también han crecido.

8. También hace años explicamos que no obstante lo anterior, para las organizaciones criminales mexicanas no era demasiado atractivo el ser señaladas por autoridades estadounidenses como colaboradoras de terrorismo puesto que ello las colocaría en la mira como objetivos. Paralelamente mostramos que, a pesar de ciertos intentos, las hipótesis de que México sería usado como puerta de acceso para cometer atentados, parecían desplomarse, una a una.

9. Pero las cosas han cambiado en muchos sentidos, y este no puede ser un tema a pasar por alto, especialmente debido su impacto político, tanto en un año electoral como ante una potencial llegada de Trump a la Casa Blanca.

10. Como contexto adicional, acá mismo he compartido que, ante el aumento del terrorismo en la década pasada, de acuerdo con encuestas del 2016, entre los republicanos había un número mucho más amplio de gente ansiosa por la posibilidad de ataques terroristas que entre demócratas. Y de todas esas personas, quienes más se sentían vulnerables eran quienes decían que votarían por Trump; 96% de esos electores consideraba que era probable (algo o mucho) que próximamente ocurriría un atentado terrorista, comparado con un 64% de quienes indicaban que votarían por Clinton (Quinnipiac U., 2016).

11. Así que es de esperarse que el terrorismo vuelva a ser vinculado con toda clase de temas de seguridad y migración, altamente relevantes para el electorado estadounidense, específicamente apuntando a México como fuente de riesgos en todos esos rubros en los que, por cierto, Biden es percibido como ineficaz.

12. Acá por tanto hay que efectuar el análisis desde al menos dos ángulos diferentes. Uno de ellos tiene que ver con la evaluación de los riesgos reales, bajo el contexto actual—muy distinto al de la década previa—tanto del terrorismo global como de la migración y el crimen organizado en México, y determinar hasta donde es posible incrementar capacidades para impedir que potenciales redes globales empleen a nuestro territorio como plataforma de acceso a EU, considerando que las capacidades actuales de México no parecen estar a la altura del contexto señalado. El segundo ángulo es el de la dimensión política y requiere una preparación para responder y contrarrestar lo que probablemente será una constante entre determinados actores en el país vecino: el uso y abuso del discurso del terrorismo y el crimen como herramientas políticas para impactar audiencias internas en EU y avanzar sus agendas.

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