La paz en el mundo lleva ya años en deterioro. La última versión del Índice de Paz Global, publicado por el Instituto para la Economía y la Paz (IEP) cada año, muestra una serie de temas de alta preocupación en esa materia. El deterioro señalado no se limita a los conflictos mayores que actualmente observamos, sino a muchos más que preexistían y a los cuales ahora se añaden dichas guerras mayores. El reporte indica que varias de las condiciones que preceden a los conflictos mayores, hoy se encuentran presentes en el planeta. Actualmente hay 56 conflictos activos, el punto más alto desde la Segunda Guerra Mundial. Pero más allá de ello, llama la atención que la violencia y la paz se encuentran cada vez más desigualmente distribuidas en el globo, una tendencia que tiene ya tiempo, pero que en este último año se vuelve a acentuar. Y esto, como acá hemos explicado, no solo supone una desigualdad en términos de lo que sucede en el terreno material, sino también en la cobertura mediática, la atención que prestamos a esos otros conflictos y, por tanto, en las conciencias de las personas.

El índice de este año explica que esta es la doceava ocasión en la que la paz global se deteriora en los últimos 16 años. No obstante, el IEP ofrece un marco de análisis complejo mediante el cual, este último reporte puede ser cruzado con otros como el Reporte de Paz Positiva.

En palabras simples, dado que la paz no se limita a la ausencia de violencia, una revisión profunda del tema muestra que no basta estudiar el monto de guerras o conflictos activos existentes, sino que se requiere estudiar las actitudes, instituciones y estructuras que crean y sostienen la paz. La paz positiva, dice el IEP, “ofrece un marco holístico para analizar la salud del sistema, enfocándose en los factores que contribuyen a la estabilidad y la resiliencia a largo plazo. Incluye aspectos como la buena gobernanza, la distribución equitativa de los recursos y la cohesión social. Utilizar la paz positiva en el análisis de sistemas ayuda a identificar fortalezas y debilidades en diversas dimensiones. Este enfoque respalda intervenciones integrales y promueve el desarrollo sostenible. La paz positiva proporciona un método robusto para evaluar y mejorar la resiliencia y la adaptabilidad”.

Aún así, para poner en práctica un marco holístico como el propuesto por el IEP, es fundamental entender el fenómeno de la desigualdad en la distribución de la paz y la forma como ello afecta el nivel de conciencia que tenemos acerca de los conflictos señalados. Por una parte, el reporte refleja que los conflictos son cada vez más internacionales. Hoy hay 92 países del planeta involucrados en conflictos fuera de sus fronteras. Pero, por otro lado, la brecha entre los países más y menos pacíficos del mundo es hoy más amplia que en cualquier momento de los últimos 16 años. Por comparación, en 2024, los 25 países altos en la tabla, son 1% más pacíficos que en 2008, mientras que los 25 países más abajo en el índice, son 7.5% menos pacíficos que en 2008.

Así que, para las personas que sufren esa clase de violencia, las gráficas y los grandes datos que reflejan los tiempos de paz que se vive en esas ciertas partes del planeta, son irrelevantes. También lo son para países como el nuestro, sin irnos tan lejos. México sigue siendo uno de los 25 países menos pacíficos del planeta. Es verdad que las caras que adopta la violencia en nuestro territorio podrán ser distintas a las de Gaza, Ucrania, Yemen, Afganistán, Siria o Somalia. Sin embargo, a nadie queda duda de que en México estamos viviendo tiempos de altísima violencia. De hecho, las redes y conexiones que hoy existen entre organizaciones terroristas y organizaciones criminales son cada vez mayores, convirtiendo a esos fenómenos en una especie de simbiosis en la que unos adoptan características de los otros y viceversa. Por circunstancias como esas, o por conflictos armados que persisten, aunque no estén en los medios, millones de personas tienen que huir de sus hogares en busca de otros entornos. Lo mismo en Siria que en Venezuela u Honduras. Lo mismo en Afganistán que en Sudán o Guatemala. Para esas personas, para esas madres que se ven obligadas a tocar puertas que no se abren, o rogar a guardias nacionales que les permitan el paso, no valen las gráficas o los datos que hablan de los “mejores” tiempos de la humanidad.

Esta desigualdad en la distribución de la paz, entonces, no solo se manifiesta a través de la migración y el refugio, sino a través de una brecha en las conciencias: lo que no vivimos o lo que no nos cuentan nuestros medios o nuestras redes, no existe. Y cuando los cientos de atentados en África desaparecen de nuestro radar, o cuando, tras estudiar las grandes tendencias o las gráficas, algunos concluyen que el planeta nunca había experimentado el bienestar y la paz como hoy, es justo el punto en el en que corremos el riesgo de perder la empatía, y asumir que lo que sea que estemos haciendo en el mundo está bien, porque gracias a ello estamos mejor.

Mirar otro lado de la moneda, en cambio, implica el trago amargo de entender (1) que todos somos parte de un mismo sistema; lo que sucede en México, en Ucrania, en Honduras, en Siria o Afganistán, tiene lazos de interconexión que no siempre son tan claros o evidentes pero que ahí están; (2) que la desigual distribución de la violencia y el terrorismo es justamente una parte de la enfermedad ese sistema; (3) que las disrupciones violentas también encuentran frecuentemente canales de salida a través de países considerados tradicionalmente pacíficos; (4) que la falta de interés acerca de esa desigual distribución de la violencia—ya sea porque los grandes medios no la cubren, o porque nos parece lejana, del mismo modo que a otros les parece lejana la violencia que tiene lugar en países como el nuestro—no hace otra cosa que contribuir a perpetuarla; y por tanto (5) que encontrar soluciones integrales y de raíz para resolver los conflictos armados, disminuir el terrorismo o combatir a las redes criminales, operen donde operen, son responsabilidades que compartimos todas las partes de ese sistema descompuesto.

Instagram: @mauriciomesch

Twitter: @maurimm

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.
Google News

TEMAS RELACIONADOS