Al menos 12 personas murieron y miles resultaron heridas en Líbano el martes cuando cientos de buscapersonas explotaron simultáneamente en todo el país en un ataque masivo dirigido en contra de Hezbolá. Aunque Israel, como es común en este tipo de casos, adopta una política de ambigüedad, todo apunta a que se trata de una sofisticada operación del Mossad, la inteligencia de ese país, situación que está siendo ya documentada por medios globales. Esto es acompañado por la atribución de la responsabilidad tanto por parte del gobierno de Líbano como por parte de Hezbolá, así como el reconocimiento tácito por liderazgos en todo el planeta de que Israel ha optado por escalar las hostilidades contra este, que es uno de sus mayores enemigos.
Hezbolá se sumó a la lucha en apoyo a Hamas desde el 8 de octubre, fecha en que lanza el primer ataque contra Israel. Estos factores resultan en una nueva ecuación que, podríamos decir, se mantuvo desde esa fecha hasta estos días. En lo general las reglas consisten en sostener una guerra de relativa baja intensidad: el tit for tat o golpe por golpe. Todas las semanas había intercambio de fuego entre Israel y Hezbolá (ocasionalmente también por parte de otras milicias proiraníes desde Siria e Irak hasta Yemen). Cada ataque de cualquiera de las partes producía una respuesta de la parte atacada que se procuraba enviar bajo determinados límites.
Estas “reglas” se quiebran desde el 27 de julio. Hezbolá lanza un ataque con misiles contra Israel en represalia por la eliminación de cuatro de sus combatientes. Uno de esos misiles, a decir de las autoridades israelíes (corroborado por otros gobiernos) cae sobre una aldea drusa y termina con la vida de 12 jóvenes que jugaban futbol, hiriendo a muchos más.
Israel declaró que deseaba generar un importante daño a Hezbolá sin que el resultado de su represalia produzca una guerra mayor, y en un ataque en los suburbios de Beirut eliminó al número 2 de la organización, el líder militar. Hezbolá lanza una represalia por ese asesinato que, si bien fue importante, mantiene la ecuación dentro del territorio de lo limitado.
En los últimos días, en Israel se venía ya discutiendo la necesidad de modificar la estrategia en la frontera con Líbano. Parte de ello consistió en el establecimiento de nuevas metas para su guerra regional, las cuales ahora incluyen la creación de condiciones de seguridad para que las decenas de miles de desplazados del norte del país puedan regresar a sus hogares (lo que implicaría derrotar a Hezbolá y/u obligarle —por cualquier medio posible— a regresar a la situación previa al 8 de octubre).
En los últimos días, observamos que el golpe por golpe entre Israel y Hezbolá estaba volviendo a escalar, alcanzando en ciertos momentos el envío de cientos de misiles en contra de Israel desde Líbano, y decenas de bombardeos y varios asesinatos de miembros de Hezbolá por parte de Israel. Ese es el punto en el que supimos de la explosión de miles de buscapersonas, desde Beirut hasta Damasco, en posesión de miembros de Hezbolá..
Estos hechos colocan nuevamente a la región ante una situación muy delicada. Al final del camino, Israel ha optado por enviar un mensaje de enorme fuerza a Hezbolá y a su aliado mayor, Irán, en el sentido del costo que tendrán que pagar si siguen optando por librar esta prolongada guerra en su contra.
Hezbolá podría lanzar una represalia que cause un daño tal en Israel que le haga pagar un importante costo por sus actos. Pero eso ocasionaría que Israel a su vez respondiese de igual manera, activando nuevamente la espiral hacia una guerra mayor... O bien, podría lanzar un ataque menor que simplemente restableciera la ecuación de guerra de baja intensidad (tit-for-tat) arriba descrita. El mayor error consiste en que una vez desatadas, los actores pueden controlar las espirales violentas. Frecuentemente éstas se salen de sus manos.
Analista internacional, Instagram: @mauriciomesch; X: @maurimm