El pasado 6 de marzo, mientras la guerra en Ucrania seguía ardiendo, y mientras Bennett, el primer ministro israelí visitaba Moscú para intentar mediar en las negociaciones, la aviación de su país estaba bombardeando Siria contra posiciones de Irán o sus aliados. Marzo 12, la guerra en Ucrania continúa. Irán lanza misiles cerca, según se indicó inicialmente, del consulado estadounidense en Erbil, en el Kurdistán iraquí. Posteriormente, Irán reivindica el ataque, pero señalando que había bombardeado “centros estratégicos israelíes” ahí presuntamente ubicados. Marzo 14, la guerra en Ucrania continúa. La marina rusa realiza ejercicios en el otro lado del mundo, cerca de las islas Kuril que Japón reclama como propias y lanza misiles contra una de ellas. Marzo 15, fuerzas navales y terrestres de Estados Unidos realizan ejercicios en Asia en el Mar Amarillo y en Corea del Sur. Marzo16, Corea del Norte lanza una prueba con un misil balístico intercontinental (prueba que, por cierto, falla). Esta serie de eventos no se encuentra desconectada de lo que ocurre en Ucrania. Veamos por qué.
Hay que entender que, dado el nivel de atención, de recursos, de horas del día, que tantos actores están destinando al asunto ucraniano, en otras partes del mundo se produce la percepción de que hay un alto nivel de distracción y, debido a ello, se está desatendiendo otro tipo de temas y conflictos preexistentes. Paralelamente, justo porque muchos piensan así, algunos actores deciden enviar un mensaje en el sentido inverso, intentando mostrar que su atención, determinación y capacidad no tienen límites.
Por ejemplo, Rusia está librando una guerra en Europa, pero sus intereses en Asía, en las cercanías con Japón—país que se ha colocado completamente a lado de sus aliados occidentales en el tema de Ucrania—siguen tan vigentes hoy como antes. Así, como superpotencia que es, pretende comunicar que cuenta con las suficientes capacidades de perseguir esos intereses a pesar de su invasión a Ucrania. De manera paralela, Corea del Norte ha estado escalando sus ensayos con misiles ya desde hace meses. En esta última etapa, pareciera desear expresar con fuerza que la situación en la península coreana permanece irresuelta y que más vale atender sus intereses o seguirá escalando su programa nuclear y de misiles. Aunque haya una guerra mayor en otro continente.
Pero al mismo tiempo, Estados Unidos busca reafirmar su compromiso con sus aliados asiáticos y a la vez, enviar un mensaje a sus distintos rivales como Rusia, China o Pyongyang, mostrando que sus nuevos despliegues en Europa no afectarán en modo alguno su capacidad para defender sus metas en ese continente.
De igual forma, bajo el contexto de las negociaciones nucleares entre Irán, Estados Unidos y otras potencias—que incluyen a Rusia—Israel está intentando comunicar que su estrategia de seguridad permanece intacta, que sus bombardeos en Siria (y su guerra de “baja intensidad”) para seguir desgastando a Teherán, continúan con absoluta determinación, y que sus relaciones con el Kremlin gozan de buena salud especialmente ahora que Bennett se ha convertido en uno de los pocos canales de comunicación que quedan a Putin. A la inversa, Irán está también queriendo mostrar que tiene la determinación y la capacidad para resistir y defenderse ante esa guerra de baja intensidad, y ya sea de manera directa o a través de sus milicias aliadas, golpear los intereses israelíes o los de Estados Unidos.
Interesantemente, vemos también cómo se ha calentado la competencia por espacios de influencia. Ahora que, con las sanciones a Rusia, el petróleo venezolano se vuelve cada vez más indispensable, Estados Unidos parece más dispuesto a negociar con Maduro. Hay que considerar que Moscú lleva años exhibiendo una enorme cercanía con Caracas, lo que ha incluido no solo presencia naval y militar, sino incluso con la participación de contratistas rusos para proteger la seguridad misma del presidente venezolano. Venezuela ha sido también sopesada por Moscú como un posible destino para potenciales despliegues armamentistas en una zona que claramente incomodaría a Washington. Ese no es el único caso.
Arabia Saudita se ha convertido también en una pieza clave para poder abastecer el mercado del petróleo, y, por tanto, Occidente y especialmente Biden, se están mostrando más dispuestos a acercarse a Mohammed Bin Salman a pesar de sus negros antecedentes en materia de derechos humanos tema que, a diferencia de Trump, tenía a esta Casa Blanca muy alejada del heredero saudí. O bien, está el caso de Egipto, en donde una venta de aviones de combate estadounidenses se encontraba estancada debido, también, a esas preocupaciones por derechos humanos con las que Biden había abanderado los primeros meses de su gobierno. Pues bien, a causa de las trabas de Washington, el presidente Sisi había expresado interés en adquirir aviones rusos Su-35. Ahora, justo tras estallado el conflicto en Ucrania, se acaba de dar a conocer que la venta de aviones estadounidenses siempre sí va a proceder. Lo de los derechos humanos tendrá que atenderse en otro momento.
En palabras simples, la intervención rusa en Ucrania y todo el entorno geopolítico que se está generando a raíz de ésta, van a tener enormes repercusiones no solo en Europa, sino también en espacios geográficos fuera del continente europeo. Apenas estamos viendo las primeras señales. Aventurando hipótesis, podríamos prever que (a) se incrementará la (ya existente) competencia por zonas de influencia y presencia militar, (b) se incrementarán las zonas de choque, los despliegues de fuerza y las demostraciones de poder no solo debido a la conflictividad Moscú-Washington, sino también por lo que pueda ocurrir con China y con los polos de poder regional como lo son Arabia Saudita, Israel o Irán, (c) en este esquema, los vacíos que Estados Unidos ha ido dejando—como Afganistán, Siria o Irak—serán fundamentales áreas de competencia y choque por parte de los poderes locales, regionales y otros rivales de Estados Unidos, (d) de igual manera, la forma como Rusia se está desempeñando en Ucrania será percibida positiva o negativamente por parte de actores que ya están tomando nota, y que actuarán en consecuencia en sus distintas esferas de acción. De ahí la importancia para el Kremlin de conservar su imagen de fuerza y determinación, al costo que sea, y de ahí también los riesgos que corre si es que su desempeño es percibido como pobre o deficiente.
En suma, estamos señalando apenas algunos de los rubros en donde vamos viendo que la guerra en Ucrania podría tener distintos efectos. Seguramente hay muchos otros que aún no se manifiestan o que muy probablemente somos incapaces de visualizar, algo natural cuando se vive en medio de eventos históricos.
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