Hace solo ocho días, todo parecía indicar que el acuerdo nuclear entre varias potencias e Irán sería finalmente reactivado. Las negociaciones que iniciaran en abril del 2021 para sacar a ese pacto de su estado mortal, estaban, después de tanto tiempo, rindiendo frutos. Pero no fue así. Nuevas objeciones salieron a la luz. Actores internos y externos, opuestos al acuerdo, hicieron sentir su peso. Así que, por ahora, seguimos igual. Pero más allá de ese acuerdo, lo que falta, a diferencia del 2015, cuando Obama sellara ese pacto con el presidente Rohani, es un ánimo de confianza, un mayor sentido de proximidad entre las partes negociadoras. De hecho, Washington y aliados iraníes han estado chocando recientemente en Siria y antes de eso en Irak, mostrando con fuerza que las conversaciones actuales se restringen estrictamente a lo nuclear y, además, de manera muy limitada. ¿En qué han consistido estas negociaciones? ¿En qué se ha avanzado y en qué no? ¿Cuál es el rol de China y Rusia en este tema? ¿Cómo acortar la brecha de desconfianza que existe? De eso hablamos hoy.
1. El Plan Integral de Acción Conjunta (JCPOA, por sus siglas en inglés) es un acuerdo firmado entre Irán, Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania, Rusia, China y la Unión Europea, en 2015, con el objetivo de limitar la actividad nuclear iraní al punto de asegurar que ese país no estaría en capacidad de armar una bomba atómica durante la vigencia del convenio, a cambio de liberarle de la mayor parte de las sanciones que existían en su contra.
2. Trump argumentaba que ese era el peor acuerdo jamás firmado y, desde su campaña, prometió modificarlo sustancialmente, o abandonarlo. Las objeciones que él, y la mayor parte de opositores al acuerdo hacían, se pueden resumir así: (a) el acuerdo tenía fecha de caducidad (del 2025 al 2030), tras lo cual Irán podría reanudar su actividad nuclear por fases hasta convertirse en un “estado nuclear legitimado”; (b) el acuerdo no abarcaba el programa de misiles iraníes, el cual siguió progresando desde entonces; (c) tampoco se incluyó, como parte del pacto, algún tipo de restricción al respaldo iraní a distintos actores no estatales y milicias en su región, contrarios a los intereses de EU y/o de sus aliados.
3. El argumento de Obama y quienes le respaldaban consistía en que se trataba solo de un “piso”. Es decir, por un lado, se cubría lo más urgente: el progreso nuclear de Irán hacia una bomba atómica. Pero por el otro, se estaba estableciendo una base de colaboración que iba a permitir: (a) equilibrar las relaciones de Washington en Medio Oriente, buscando con ello acercarse de manera más eficiente a sus objetivos estratégicos, y (b) construir canales de comunicación que permitirían a EU atender otros temas—como la emergencia de ISIS—para los que la cooperación con Teherán era indispensable. Lo demás podría negociarse en su momento. No había una “crisis” inminente, sino una plataforma para trabajar desde ahí.
4. Lo anterior reflejaba, como argumenta Trita Parsi en Foreign Affairs , una labor, quizás inacabada, pero en progreso, de construcción de confianza. Sin esa confianza, lo demás no funcionaría ni funcionará, indica el autor. La cuestión es que esa confianza se quebró, y no hay señales actuales de que se esté reconstruyendo.
5. Ello ocurrió debido a varios factores. El primero y más obvio, es el abandono del acuerdo nuclear por parte de Trump. De hecho, desde el inicio de su gestión, Washington abandonó o amenazaba con abandonar varios acuerdos firmados y/o vigentes (tal y como sucedió con el TPP, el acuerdo climático de París o incluso con el TLCAN). Al hacerlo, se enviaba el mensaje de que pareciera que no se estaba negociando y firmando con un Estado, sino con personas que podían ir y venir, y que, por tanto, el cumplimiento de los compromisos estadounidenses dependía de quién ganara o perdiera en las elecciones.
6. Pero, además, entre Washington y Teherán los ánimos se fueron calentando. Trump juraba que sus tácticas de presión máxima iban a hacer que los iraníes se sentaran a renegociar todo, cosa que nunca ocurrió. Lo que sí ocurrió fue el endurecimiento de las posturas en Teherán, lo que se exhibió de dos formas. Una, el abandono escalonado de sus propios compromisos del acuerdo nuclear. Irán fue reencendiendo centrífugas que habían sido apagadas en 2015, fue enriqueciendo uranio cada vez a mayor grado de pureza, y fue paulatinamente bloqueando las inspecciones internacionales. Esto ha significado, en palabras simples, que si hoy Irán decidiera armar su bomba atómica, estaría a muy pocos días o semanas de lograrlo. Y dos, Teherán decidió lanzar una estrategia de acoso en contra de intereses de EU y sus aliados en su región. Esto llegó a un punto tal que se fue generando una espiral ascendente de violencia entre esos actores, la cual culminó en 2020, con el asesinato del General Soleimani, el segundo hombre más poderoso en Irán, a manos de Washington, y el ataque de represalia de Irán contra bases iraquíes que alojaban soldados estadounidenses.
7. Si bien se logró desescalar esa espiral, varios de esos fuegos siguen encendidos, y es natural que la confianza no sea simple de restablecer. A eso es a lo que Biden se ha tenido que enfrentar en esta nueva fase en la que, desde que arrancó su gestión, ese presidente se comprometió a revivir aquel acuerdo nuclear.
8. Las negociaciones que iniciaron en 2021, no han sido directas Washington-Teherán, sino que se han llevado a cabo a través de terceros, firmantes del pacto. A pesar de etapas en las que las conversaciones han colapsado, sí ha habido algunos avances y hace pocas semanas, se logró un borrador que parecía estar ya casi finalizado.
9. El nuevo acuerdo no es sino una reactivación del anterior. Esto significa, en esencia que Irán debe cesar su enriquecimiento de uranio por encima de un grado de pureza del 3.67% (para una bomba atómica se requiere enriquecer uranio al 90% y actualmente Irán está enriqueciéndolo al 60%), además de deshacerse del material ya enriquecido, desactivar miles de centrífugas, garantizar que su planta de plutonio permanecerá cerrada, y, sobre todo, reanudar el intrusivo régimen de inspecciones internacionales que verifiquen el cumplimiento de todo lo anterior. A cambio de eso, EU, en fases, deberá ir eliminando las sanciones que hoy tienen a la economía iraní asfixiada.
10. El mayor problema es que los plazos de caducidad del pacto se mantienen tal y como estaban (es decir, empiezan a vencer ya pronto, en 2025), sin mencionar que las otras objeciones al acuerdo siguen sin ser tratadas. Pero al margen de eso, lo que se puede apreciar hoy, a diferencia del 2015, es que no hay el restablecimiento de los canales políticos de comunicación o cooperación que entonces se lograron abrir. Es decir, se trata de un acuerdo muy limitado a fin de desactivar algo que podría producir—ahora sí—una crisis en el corto plazo. La Casa Blanca, no obstante, argumenta que por ahora eso es mejor que nada. Gracias a la reanudación del pacto, Irán pasará de poder armar una bomba atómica en días o semanas, a algo así como 6 u 8 meses, en caso de tomar la decisión, y eso es un avance.
11. Dicho eso, a pesar del acuerdo—y asumiendo que éste se termine firmando, lo cual hoy no se puede garantizar—la realidad es que Irán, EU y sus aliados ahora mismo se encuentran nuevamente en curso de choque en distintas cuestiones no vinculadas a lo nuclear. Solo si el pacto revivido consigue abrir nuevas puertas para trabajar esos otros temas, se podría evitar futuros estallidos. De lo contrario, hay varios escenarios de la órbita iraní que apuntan hacia nuevos fuegos con el potencial de esparcirse. Irak es uno de ellos. Siria, Yemen y el Golfo Pérsico, son otros; y hay más.
12. Adicionalmente, el contexto internacional actual es muy distinto al de 2015. Rusia y China, firmantes del acuerdo nuclear referido, están cada vez más cerca de Irán. Moscú podría buscar usar el levantamiento de sanciones contra Teherán como base para evadir las que hoy existen en su contra a raíz de la guerra en Ucrania. China e Irán firmaron el año pasado un amplísimo acuerdo de colaboración que incluye una asociación económica de miles de millones de dólares y una cooperación militar sin precedentes la cual abarca transferencia de tecnología china a Irán y asistencia para fabricación de armamento. Es de esperarse que, con la eliminación de sanciones contra Irán, y dada la situación geopolítica en Europa y Asia, se catapulte aún más la cooperación entre esos actores, fortaleciendo un eje de colaboración anti-Washington, lo que, naturalmente, produce escozor en esa capital.
Queda claro que no hay decisiones o soluciones simples. Seguir adelante y finalizar estas negociaciones tiene una serie de implicaciones. El no hacerlo o no lograrlo, también. El panorama internacional ya está demasiado complicado como para añadir nuevos elementos de crisis que tendrán repercusiones humanas, políticas, económicas y energéticas, muchas de las cuales hoy no están en el mapa. Lo ideal, por supuesto, consistiría en desactivar ahora mismo el potencial conflictivo que este tema tiene e, inmediatamente, trabajar inagotablemente para darle una mucha mayor durabilidad, atendiendo los muchos factores que en este punto se están dejando pendientes. ¿Será eso posible?