¿Es posible hablar de “paz” para Ucrania en estos momentos? Desde cierta perspectiva, se podría decir que por supuesto, que eso es justo lo que, en sano juicio, se debería estar buscando. Pero el tema es más complejo. Hay todo un debate al respecto. Numerosas voces señalan que, aunque efectivamente el conflicto debe terminar eventualmente con “negociaciones de paz”, el llevar a cabo dichas negociaciones en estos momentos sería benéfico para Rusia y perjudicial para Ucrania y que, de hecho, eso colocaría las bases para la reanudación eventual de la guerra. Sin embargo, el tema de qué es o qué abarca la paz es frecuentemente mal o parcialmente comprendido y se vuelve necesario clarificar algunos puntos al respecto. Aprovechando las conversaciones que acaban de ocurrir en Arabia Saudita (a donde acudieron representantes de 42 países), retomamos algunos elementos y actualizamos el tema.
¿Qué ocurrió en Arabia Saudita?
En esta cumbre participó Ucrania, varios de sus aliados, así como países que se asumen como “neutrales” o quienes mantienen buenas relaciones con Rusia, incluidos los BRICS, pero no participó Moscú.
El resumen es este: Esta reunión—la segunda de su tipo—no resultó en algo como un “plan de paz”, o siquiera una declaración conjunta o memorándum de entendimiento. Pero los participantes indicaron que fue un encuentro altamente positivo en tanto que Ucrania pudo establecer canales de comunicación con países que tienen una visión más neutral del conflicto que sus aliados occidentales. Se habla por ejemplo de una “muy activa” participación de China en la cumbre. Ucrania quiso colocar como base para la negociación, los 10 puntos que hace meses redactó (los cuales incluyen por ejemplo el completo retiro ruso de territorio ucraniano, Crimea incluida, además de otras medidas como el obligar a Moscú a rendir cuentas legales por su intervención militar). Algunos de esos aspectos son aceptados por ciertos países de quienes acudieron, pero no todos. Aún así, gracias a los acercamientos en la reunión, se consiguió que Ucrania no empujara por la aceptación del 100% del plan, mientras que, a la vez, se logró que países considerados neutrales, no lo rechazaran. Adicionalmente, hay un consenso generalizado de que estas conversaciones deben continuar.
Las posibilidades de un cese al fuego en lo inmediato
Como acá se ha discutido, el problema central para detener la guerra consiste en que, al menos hasta ahora, ambos países, Rusia y Ucrania, consideran que pueden acercarse a más sus objetivos mediante seguir peleando que a través de las negociaciones. Tanto la población ucraniana como Kiev tienen la voluntad y consideran que tienen la capacidad de expulsar a Rusia del 100% del territorio que hoy ocupa, y se oponen a negociar concesiones territoriales.
De su lado, el Kremlin considera que tiene la capacidad de prolongar las hostilidades lo suficiente como para desgastar tanto a Ucrania como a los países que le respaldan y que, por tanto, sus objetivos mínimos de seguridad deben cumplirse de manera satisfactoria. Esto incluye, desde la perspectiva de Putin, incentivos sólidos y tangibles que le permitan justificar ante su población, el haber iniciado esta guerra tan costosa en términos humanos y materiales. Como resultado, el presidente ruso aceptaría negociar, pero solo bajo términos que le sean aceptables.
La evolución de la guerra
Sin embargo, hay que considerar que la guerra es fluida. Lo que ha ocurrido en sus primeros 17 meses no es necesariamente lo que seguirá ocurriendo más adelante. Ambos países podrían encontrar que su posición se va vulnerando con el tiempo y es posible que más adelante estén dispuestos a hacer concesiones que hoy no harían.
Por ello será determinante observar los resultados de la actual contraofensiva ucraniana y cómo es que esos resultados impactan en las percepciones tanto de su propia población, como de Occidente y Rusia, puesto que–válido para todas las partes—una cosa es lo deseable y otra distinta es lo posible.
Razones para cuestionarnos
Varias personalidades en el planeta (desde el mundo de la política hasta personas ubicadas en otros ámbitos como la música, el arte, la ciencia o los negocios) han estado sugiriendo, o bien, buscando activamente a lo largo de los últimos meses, la posibilidad de que haya un inmediato cese de hostilidades en Ucrania y se establezca una mesa para negociar “la paz”.
Sin embargo, la lógica de quienes se oponen a ello consiste en que hablar de “paz” bajo las condiciones actuales es insostenible. Desde la óptica ucraniana, ellos fueron el país invadido y solo están dispuestos a conversar sobre “paz” una vez que Rusia desocupe el 100% del territorio que ha ocupado. Negociar con Moscú antes de ello, supone aceptar que Ucrania deberá ceder parte de su territorio, algo inaceptable para su población (según todas las encuestas) o para su clase política. Al menos por ahora. Del otro lado, el Kremlin afirma que no se opone a negociar, pero se asume que, en esas negociaciones, Rusia exigirá al menos el reconocimiento de su soberanía sobre parte del territorio que formalmente pertenece a Ucrania, tal como Crimea o el Donbás, si no es que más.
Considerando lo anterior, entonces, se responde—a veces incluso agresivamente—a las personas que sugieren mediar, o que sugieren cesar las hostilidades, que cualquier negociación en este punto, es favorecer a Rusia.
Más aún, corren voces que indican que quien sea que se encuentre en el campo de “paz” o la promoción de la “paz”, es demasiado inocente y desconoce o deja de tomar en cuenta las condiciones actuales del globo. Las instituciones multilaterales, el derecho internacional, y los arreglos que han sostenido la “paz” global, se afirma, han mostrado su ineficacia. Por tanto, en este planeta del 2023, solo un enorme esfuerzo por avanzar en tecnología militar, una gigantesca inversión para crecer los presupuestos militares, un monumental despliegue de fuerzas, y, sobre todo, la comunicación eficaz de que los países están determinados a emplear esas fuerzas sin importar las consecuencias, solo ese conjunto de factores, podrá disuadir a otros de atacar, y así sostener “la paz”.
Pensar de otro modo, parece hoy ser cancelado.
Acaba de publicarse, por ejemplo, un texto en Foreign Policy (Lefkowitz y Schake, 2023) que argumenta que las negociaciones de “puerta trasera” sobre Ucrania serían un desastre. El texto documenta que el 85 por ciento de las guerras civiles concluyen con una victoria militar decisiva y no con un acuerdo político negociado. Los estudios muestran, dicen los autores, que los tratados “moderados”, es decir, los acuerdos negociados para poner fin a las guerras, aumentan la probabilidad de guerras futuras.
No obstante, en medio de ello, y de todas las estadísticas del mundo, se vuelve indispensable clarificar algunos conceptos que no siempre se entienden bien.
¿Qué es paz?
1. Examinar nuestras narrativas tradicionales y automáticas.
Vivimos inmersos en narrativas automáticas que a veces omitimos pasar por nuestra revisión crítica. Permítame ejemplificarlo así: los análisis que hacemos desde la geopolítica o la teoría básica de guerra indican, citando a Clausewitz, que la guerra es la continuación de la política por otros medios, y que entonces, la política es la continuación de la guerra por otros medios, los pacíficos. Así, por tanto, los reportes que me llegan continuamente intentan, con razón, comprender y desmenuzar los objetivos políticos del Kremlin al haber lanzado esta guerra, o bien, analizar cómo es que estos objetivos han ido cambiando a medida que la guerra ha ido evolucionando, hasta llegar a decir incluso que esta guerra, bajo su situación actual, “ha dejado de funcionar a Putin para conseguir sus objetivos políticos”. La suposición básica—y automática—de estos análisis es que la guerra puede ser empleada como instrumento cuando la política falla. Ese es justo el tema. La guerra no debería ser “opcional”. La violencia no debe ser una opción alternativa “por si las cosas no salen como yo esperaba que salgan”.
Pero ¿cómo se logra eso? ¿No acaso la violencia es “natural” al ser humano y recurriremos a ella cada vez que hace falta si sentimos que ella sirve a nuestros intereses?
Ese es precisamente otro de los temas que debemos replantear. Sin meternos demasiado a la teoría, según el constructivismo social, la violencia, la guerra o la paz, no son “pre-sociales”, o “externos” a lo humano, como si fuesen condiciones que se generan “allá afuera” de nuestras interacciones con otros sujetos. La guerra, la violencia o la paz son constructos sociales que se van edificando a medida que transcurre la historia, a medida que labramos nuestras culturas, nuestras representaciones, nuestros símbolos, a partir de los distintos tipos de relaciones e interacciones que vamos tejiendo, desde el lenguaje, hasta lo material. A diario. Desde que nacemos, desde que nos cuentan las historias de héroes y villanos. Desde que las reproducimos en las escuelas, en los libros, los diarios, los medios. Somos seres relacionales; no vivimos en un vacío, y, por tanto, no hay un “allá afuera” separado de esas interacciones. Somos el resultado de lo que hemos ido socialmente construyendo. Es por ello que cuestionarnos y cuestionar nuestras narrativas automáticas, son pasos iniciales si pretendemos imaginar situaciones diferentes.
2. La paz no se limita a la ausencia de guerra o violencia. Estudiar la guerra o estudiar la violencia no es estudiar la paz. Por ende, negociar el final de una guerra, es apenas un paso necesario, pero no suficiente, para construir paz. La paz es un tema serio que debe abordarse a partir del desarrollo de investigación y conocimiento de las sociedades pacíficas de la historia y del presente, o de las sociedades que eran menos pacíficas y que han logrado avanzar ciertos grados en su construcción de paz. Es decir, al igual que es indispensable estudiar y entender todo lo que produce guerra y violencia, es también necesario estudiar los factores que promueven, generan y sostienen la paz. Y no es lo mismo. Sintetizando mucha literatura existente al respecto (vg. Galtung, 1985; Alger, 1989; Instituto para la Economía y la Paz o IEP, 2022), podemos decir que hay un ángulo o parte negativa de la paz, y otra parte positiva. La paz negativa—eso que no debe haber para considerar que una sociedad está en paz—es la ausencia de violencia, así como la ausencia de miedo a la violencia. En cambio, la paz positiva consiste en “la presencia de actitudes, instituciones y estructuras que crean y sostienen a sociedades pacíficas” (IEP, 2022).
3. La dimensión internacional de la paz positiva. Pensar en la paz positiva a nivel internacional requeriría un esfuerzo de adaptación que nos llevase a comprender cuáles son las actitudes, las estructuras y las instituciones que generan y sostienen paz entre los distintos países. En ese sentido, sin elaborar una lista exhaustiva, podríamos pensar por ejemplo en la necesidad de adaptar pilares o columnas como (a) un sistema sólido de derecho internacional y de organismos internacionales que funcionen adecuadamente para procesar las controversias entre los estados y garantizar su convivencia armónica (acá es donde se podría incluir la legislación y las instituciones que garanticen el desarme, y otras legislaciones, además de la solidez, el diseño o rediseño del Sistema de Naciones Unidas y organismos regionales y globales, las garantías para que esas instituciones sean eficaces, incluyentes y respetadas); (b) una más equitativa distribución entre los recursos globales y/o su explotación; (c) buenas relaciones entre naciones vecinas; (d) aceptación y respeto a los derechos de todos los estados y los pueblos; (e) bajos niveles de corrupción global; y (f) un buen ambiente para el desarrollo de los negocios (en condiciones de respeto a los derechos y distribución equitativa de los recursos), entre varios otros aspectos semejantes.
¿Qué hacemos ahora, en plena guerra, con toda esa información?
Ese es justo el reto.
Partamos de que, es completamente cierto que una enorme cantidad de los elementos que señalo, brillan por su ausencia, o exhiben brutales debilidades en el entorno actual.
¿Significa entonces que la promoción de un sistema de paz global es insensible ante una intervención internacional que busca cubrir objetivos de seguridad por parte de la potencia invasora a través del uso de la fuerza? ¿Y que no se entiende que, en el camino, hay cientos de miles de personas que están muriendo, que están siendo heridas o afectadas, o que se están perpetrado crímenes de lesa humanidad?
Pienso que no. Pero también pienso que nuestro sistema de paz global no tiene en este momento respuestas eficaces ante una situación a la que francamente no se enfrentaba desde la Segunda Guerra Mundial. Por supuesto que en estas décadas hubo cientos de conflictos armados de toda índole. Pero el actual, por su dimensión y características, tiene una naturaleza diferente, mucho más similar a las guerras de siglos anteriores o a la primera parte del siglo XX.
La paz negociada
Pensar solo en “la paz negociada”, es, de entrada, incompleto, y no aborda las fallas estructurales del sistema. Efectivamente, es posible intentar ceses al fuego, esquemas de mediación y otras estrategias. Pero si existe un compromiso serio con un sistema estructural de paz, la propuesta no debería consistir en conseguir una paz negativa (fin a las hostilidades), sin considerar en ese mismo proceso todos los otros factores mencionados, es decir, el rol de las instituciones y las estructuras para conseguir que se diseñe y se sostenga una paz con verdad y con justicia. Y sí, es posible que hoy nos encontremos en un momento muy complicado para hablar de esos otros temas y que, por tanto, la mediación sea interpretada como un esquema favorable al país invasor. Pero también tiene que considerarse que la prolongación (por meses o quizás años) de una guerra en la que participa una potencia nuclear, asumiendo que, porque no lo ha hecho hasta ahora, es 100% seguro que esa potencia no escalará las hostilidades o que es impensable que se arrastre a terceros países a la confrontación, también son suposiciones arriesgadas.
En suma, las propuestas de paz no solo deberían ser bienvenidas, sino que se debería trabajar activamente en ellas. Salvo que debe tratarse de propuestas integrales, que no solo aborden cómo detener las bombas y dejar a los ejércitos congelados en sus líneas actuales, sino que se enfoquen en restablecer el rol de las instituciones y de las estructuras para sostener una paz de fondo. Y entonces sí, comunicar esas propuestas de manera eficaz, para que sean consideradas por las partes con seriedad. No tengo—no tenemos—respuestas claras, pero me encantaría ver un debate más serio en el mundo al respecto.
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