La reelección de Erdogan significa muchas cosas por supuesto. En lo interno, los análisis de preguntan las causas por sus relativas pérdidas electorales en los últimos años (dado que es la ocasión en que más trabajo le ha costado la reelección) hasta las causas de que, a pesar de todo, logra conservar tanto poder (por ejemplo, a pesar del terremoto y su mal valorada gestión, a pesar de la crisis económica, la inflación, la devaluación y mucho más, Erdogan sigue contando con el apoyo de una mayoría de la sociedad turca), o bien, están ahí los análisis regionales, territoriales y demográficos de los votos a su favor. Pero más allá de lo interno, es necesario destacar los posibles impactos internacionales que tendrá el hecho de que Erdogan siga presidiendo Turquía. No por nada estas elecciones fueron observadas muy de cerca en todo el planeta, y no por nada, hay cierta decepción—hay que decirlo—en diversas capitales europeas y en Washington. Recupero algunos temas que acá hemos analizado y hablamos de lo que para esos temas implica que Erdogan siga en el poder.
Primero, hay distintas interpretaciones escritas en estos días que indican que Rusia y Turquía son “cercanas”. Es necesario complejizar ese análisis. Rusia y Turquía son rivales geopolíticos históricos, y sus intereses compiten o chocan en la actualidad en distintos ámbitos. En la guerra siria, por ejemplo, desde 2011 ambos países apoyaron a bandos opuestos. Esto les llegó incluso a generar algunas confrontaciones militares directas—tal cual, Turquía contra Rusia—que tuvieron que desescalar. No obstante, tras años de tensiones, Erdogan logró encontrar ciertos acomodos con Putin, lo que incluyó varios ceses al fuego, y el compromiso de que, hasta no resolver el conflicto mediante negociaciones, el ejército sirio no aplastaría lo que resta de la rebelión (apoyada por Ankara). Entre otras cosas, Turquía, el país que más refugiados tuvo que absorber tras esa guerra, sigue preocupada de que el flujo de personas sirias que ingresan a su territorio pudiese incluso crecer más. Considere, por citar un caso, las rupturas al cese al fuego ocurridas antes de la pandemia. Cuando ello ocurrió, se llegó a acumular hasta un millón de personas adicionales intentando ingresar a Turquía. Por tanto, para que los delicados equilibrios que hoy sostienen esos ceses al fuego sigan en pie, es vital que Moscú contenga a su aliado, el presidente sirio Assad.
Actualmente Erdogan se mantiene negociando tanto con Rusia como con Siria para ir resolviendo temas relativos a esa guerra. Erdogan lleva meses intentando un acercamiento con Assad que permita el retorno a Siria de millones de refugiados que actualmente se encuentran en Turquía, y que, a la vez, ofrezca garantías a Ankara relativas al territorio que actualmente controlan los kurdos, como se explica abajo. El punto es que, para todos esos temas, Moscú sigue siendo parte vital en las negociaciones, tema que, sin duda, se mantendrá influyendo en las decisiones de Erdogan ahora que ha renovado su mandato.
En la guerra en Libia, también vemos que Ankara y Moscú se encuentran enfrentadas pues ambos países apoyan a facciones rivales. En ese conflicto ha habido varias rondas de negociaciones, pero todo parece indicar que se ha fracasado en estabilizar la situación. Para cualquier desenlace en ese país, el estado de la relación entre Turquía y Rusia también será clave. Adicionalmente, Rusia es un actor fundamental para mantener el cese al fuego en el conflicto Armenia-Azerbaiyán en donde Turquía respalda al segundo. Ankara controla, además, el acceso al estratégico Mar Negro, lo que le ha puesto en el ojo del huracán a medida que fueron creciendo las hostilidades en la zona por la guerra entre Rusia y Ucrania. Por si ello no basta, el turismo ruso, las importaciones y la energía rusa, son cruciales para Ankara. Por tanto, Turquía—aún siendo miembro de la OTAN—ha tenido que navegar por un hilo muy delgado entre apoyar a Ucrania y a sus aliados occidentales, pero a la vez, intentar contrariar a Putin lo menos posible, no sumándose, por ejemplo, al concierto de sanciones contra Rusia. Al mismo tiempo, Turquía ha estado participando activamente en la mediación y ha sido crucial para ciertos acuerdos como el que actualmente permite exportar los granos ucranianos.
La obvia preferencia de Erdogan era que la guerra en Ucrania no durase lo que está durando, pero la realidad es que esa confrontación se sostendrá ahí por tiempo indefinido, lo que obligará al presidente turco a seguir manteniendo equilibrios entre lo que significa su membresía en la OTAN, y su necesidad de conservar relaciones aceptables con el Kremlin para atender todos los temas que le preocupan. El liderazgo en Occidente lo sabe, y tendrá que lidiar con ello de formas similares como lo ha hecho los últimos años: negociando, presionando, a veces cediendo, otras chocando con Erdogan.
A la vez, Turquía mantiene serias disputas con sus aliados occidentales. Menciono acá solo algunas relevantes para comprender la complejidad de la que hablamos. En el contexto de sus fallidos intentos por ingresar a la Unión Europea y las constantes quejas de Bruselas y Washington por las violaciones a los derechos humanos en el país, o bien, las restricciones que han sido impuestas a Ankara para acceder a armamento occidental, Erdogan optó por usar la crisis de refugiados sirios como carta de negociación. Una de las más importantes rutas, como sabemos, que esos refugiados utilizaban para llegar a Europa, pasaba por Turquía. De manera que, Ankara fue negociando a lo largo de los años distintas condiciones para retener ese flujo, y en cambio, cuando siente que sus demandas o preocupaciones no son atendidas, abre las puertas de salida para que ese flujo vuelva a correr hacia Europa.
En lo general, Erdogan siente que sus consideraciones de seguridad no han sido tomadas en cuenta por parte de sus aliados occidentales. Por ejemplo, Turquía es el país con la minoría kurda más importante en el mundo y Ankara sostiene desde hace décadas un conflicto con un grupo militante separatista kurdo, el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), catalogado como terrorista por parte de Washington y Bruselas. Ahora bien, tras el ascenso de ISIS y su captura de una tercera parte de Irak y casi la mitad de Siria en 2014-2015, Estados Unidos y sus aliados europeos eligieron combatir a esa organización terrorista con la crucial ayuda de las milicias kurdo-sirias (llamadas YPG), las cuales, según Turquía, se encuentran directamente ligadas a sus enemigos del PKK. En palabras simples, en la visión turca, EU estaba armando, entrenando y respaldando directamente a los enemigos de Ankara con tal de combatir a ISIS. No solo eso. Los kurdos sirios lograron arrebatar a ISIS buena parte del territorio que controlaba, lo que les tiene actualmente con aproximadamente una cuarta parte de Siria en su poder, situación que Ankara estima como un peligro para su seguridad. Hubo incluso momentos en que Turquía, tras anunciar sus incursiones a Siria para combatir a dichas milicias kurdas, amenazó directamente a EU si optaba por defender a los kurdos.
Por último, tras el fallido intento de golpe de Estado del 2016 en Turquía, el presidente turco culpó de la intentona a Fethullah Gülen, un político islamista que vive en Estados Unidos tras un autoimpuesto exilio desde otro golpe militar que hubo en 1997. Gülen, un ideólogo y clérigo, promotor de una corriente islámica considerada por muchos como moderada, durante algún tiempo respaldó a Erdogan hasta su ruptura política en 2012. Desde entonces, su postura es opuesta al régimen y ha tenido confrontaciones con Erdogan en distintos momentos. Así, desde 2016 en adelante, Erdogan lanza una guerra abierta contra el gülenismo, aprehendiendo, enjuiciando y como mínimo, promoviendo el despido por toda Turquía de personas que, según Ankara, tuvieran cualquier vínculo con esa corriente. Pero fuera de las fronteras turcas, el gobierno en Ankara culpó directamente a Washington de haber sido cómplice en ese golpe de Estado y exige la extradición de Gülen.
Así entonces, Ankara reclama a distintas naciones europeas, el albergar y hasta apoyar a sus enemigos en sus países, lo que incluye a personas que tienen algún lazo con la militancia kurda (ya sea el PKK, o las YPG sirias—para Turquía no hay distinción entre los primeros y los segundos), o bien, a personas turcas exiliadas que tienen vínculos con el movimiento gülenista.
Esa serie de factores combinados, entonces, permite entender lo siguiente: (a) Erdogan se siente realmente no escuchado, no comprendido y no tomado en cuenta por sus aliados de la OTAN; (b) Erdogan estima que, ante la situación geopolítica actual que orilló a Suecia y Finlandia a aplicar para acceder a la alianza atlántica, y justo porque el voto turco es indispensable, se encontraba en un buen momento para hacer que sus reclamos ahora sí se escuchen—no solo por Finlandia y especialmente Suecia—sino por todo Occidente. Por ello ha buscado negociar su aval mediante demandas como exigir la extradición de personas consideradas por Ankara como enemigas.
Aún así, Erdogan cedió y otorgó su voto para el ingreso de Finlandia a la OTAN y se estima que eventualmente lo hará también para Suecia. Lo que en este punto habrá que preguntarse es qué tanto logrará extraer de Washington y sus aliados para aportar ese voto. Una parte son los famosos aviones F16 cuya entrega a Ankara el Pentágono congeló hace tiempo por las disputas mencionadas y por haber adquirido sistemas de defensa rusos. Pero la parte mayor, probablemente está en que la Turquía de Erdogan seguirá buscando sostener sus equilibrios con Rusia y demanda que sus aliados de la OTAN entiendan y respeten esa posición.
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