Hace años, muchos celebramos el Nobel de la Paz que había sido otorgado a Aung San Suu Kyi, la activista política de Birmania, país también conocido como Myanmar. Luego, en 2010 celebramos el final de su arresto domiciliario y, tiempo después, sus victorias electorales. Las cosas en el planeta, pensábamos, después de todo pueden cambiar. Hoy, no obstante, vemos que, en un nuevo golpe, Suu Kyi es otra vez arrestada por el ejército. Sin embargo, en un país en el que los militares cedieron el poder, pero solo en parte, y en el que esa activista se ha comportado más frecuentemente como una política pragmática que como luchadora social, entender este nuevo golpe de Estado requiere de revisar varios elementos. A continuación, unas notas al respecto:
1. Estos son los hechos recientes: en noviembre del 2020 hubo elecciones en Myanmar. El partido de Aung San Suu Kyi, la Liga Nacional por la Democracia (LND), venció abrumadoramente. La cúpula militar desconoció los resultados y lleva semanas indicando que se cometió un fraude de millones de votos. Las negociaciones con el poder civil se rompieron y finalmente, unos días antes de que el nuevo parlamento fuera instaurado, el ejército decretó un estado de emergencia que durará un año completo, aprehendió a Aung San Suu Kyi (la Consejera Estatal), al presidente Win Myint y a varios funcionarios y líderes de la LND. Aung San Suu Kyi, por cierto, fue acusada además de violar leyes electorales y restricciones de COVID, de “importar ilegalmente al menos 10 walkie-talkies”. Tal cual.
2. En realidad lo que estamos viendo es el punto de quiebre, el más reciente capítulo de una muy compleja historia en la que, tras una dictadura militar de 50 años, se decidió que el poder podía ser compartido entre el ejército y los civiles. Una historia de regateos en la que la activista galardonada con el premio Nobel, tuvo que adaptarse al mundo de la política y, en determinado momento, consideró que contaba con el suficiente margen de maniobra para apretar cada vez más a esos adversarios con quienes compartía el poder. Como vemos, la cuerda terminó por romperse.
3. Sin entrar en detalles históricos, solo recordar que tras su independencia de Reino Unido y algunos años de democracia parlamentaria, en Myanmar hubo un golpe militar en 1962 que dio lugar a una dictadura de cinco décadas. Aung San Suu Kyi es la hija de un general considerado como uno de los principales responsables de haber conseguido la independencia. Suu Kyi salta a la luz pública a fines de los años ochenta por su activismo a favor de la democracia y los derechos humanos, sufre un arresto domiciliario durante 15 de los 21 años que van de 1989 a 2010. En 1991 obtiene el Premio Nobel de la Paz por su lucha no violenta.
4. Suu Kyi es liberada en 2010. La junta militar que gobernaba el país se disuelve en 2011 y a partir de ese punto se establece un modelo de poder compartido. Durante los años siguientes, los militares mantienen garantías constitucionales que les permiten asegurar el 25% del parlamento, privilegios para tomar decisiones, o incluso les permiten intervenir para “garantizar la estabilidad y la paz” si es que éstas son amenazadas (como lo alegan ahora mismo).
5. Aung San Suu Kyi y su partido, la LND, obtienen victorias electorales importantes, como sucede en 2015, y eso les brinda un considerable músculo de negociación ante el ejército. Pero en el fondo, se gesta una perpetua competencia entre civiles y militares, quienes hacen todo por conservar sus privilegios, garantías, y poder de decisión para temas que les importan, como lo es el combate a militantes violentos, o la represión de las minorías étnicas que hay en el país.
6. A su vez, la percepción que los actores políticos tienen sobre Aung San Suu Kyi, quien opera como Consejera Estatal y Ministra de Asuntos Externos, va cambiando con el tiempo. Muchas personas en Myanmar se refieren a ella como una figura con ciertos rasgos autoritarios o poco democráticos que quiso forjar el “país de una sola mujer” y que estuvo dispuesta a eliminar políticamente a sus rivales, obstaculizar a aquellos quienes no compartían sus puntos de vista o a marginalizar a las minorías.
7. Un momento clave en este recuento es 2017 cuando, a raíz de los ataques de grupos militantes que pertenecían a la minoría étnica musulmana Rohingya, el ejército birmano opta por combatir a esa militancia empleando tácticas represivas brutales y castigos colectivos contra la población civil—lo que ha sido muy documentado—que terminan por provocar un exilio masivo de los Rohingya hacia Bangladesh. Estas acciones represivas, muy criticadas internacionalmente, fueron justificadas y defendidas por Aung San Suu Kyi. Según determinados análisis, la lideresa estaba bajo altísima presión militar y se veía obligada a excusar su conducta. No obstante, análisis posteriores indican que en realidad ella estaba plenamente convencida de que los Rohingya eran extranjeros, que se estaban rebelando violentamente, y que las acciones de su ejército estaban justificadas.
8. Independientemente de si actuaba por convicción o bajo presión, el dato importante es que estos hechos le costaron su popularidad internacional. Hubo un tiempo en el que, en materia de derechos humanos, Suu Kyi era considerada como farol de la calle y obscuridad en casa. Ahora, la Nobel de la Paz, perdía también su luz internacional.
9. Más allá de eso, tenemos que partir de un probable error de cálculo. No solo en Myanmar, sino a nivel internacional, se consideraba que las posibilidades de un golpe de Estado en ese país eran realmente bajas. Los militares finalmente habían conseguido lo que querían: ser percibidos como actores responsables que supieron abrirse, abrir a su país al mundo y reducir las sanciones internacionales, pero al mismo tiempo conservaron una importante porción del poder y la capacidad de tomar decisiones a favor de las agendas que les interesaban. Bajo esta óptica, no tendrían la necesidad de cometer un golpe de Estado que les volvería a colocar en la mira del mundo y que nuevamente podría provocar sanciones y aislamiento.
10. Entonces, entender el golpe del 1 de febrero requiere de comprender la coyuntura interna y la internacional. En el plano interno, al sentir que contaban con cada vez mayor respaldo popular, Aung San Suu Kyi y su partido aparentemente cruzaron una línea roja. Pongo un ejemplo: el año pasado, Suu Kyi intentó pasar una ley para reducir la representación parlamentaria garantizada de los militares del 25 al 5%. Esto no fue aprobado, pero sumado a acciones similares, fue enviando al ejército la señal de que la Consejera Estatal quería ya cambiar las cosas en el país. Luego vino la abrumadora victoria de la LND en las elecciones de noviembre, en las que ese partido ganó 397 escaños de un parlamento de 476. Ante ese escenario, los militares que veían su poder cada vez más erosionado, quisieron negociar con el poder civil, pero Suu Kyi consideró que no había razón para negociar. Desde su visión, el poder que estaba adquiriendo su partido era legítimo y suficiente, y como dijimos, ella estimó que un golpe militar era poco probable.
11. En los cálculos del ejército, muy probablemente influyó además la coyuntura que vive el planeta. La pandemia, la crisis económica, las crisis sociales y políticas en tantos países, tienen a la mayor parte de gobiernos altamente ocupados y distraídos. Pensemos en la amplísima lista de prioridades que una administración nueva como la de Biden tiene en estos momentos como para ahora tener que dedicar tiempo y atención a los problemas birmanos. Por último, dado el contexto de rivalidad entre superpotencias, los militares en Myanmar quizás están considerando que EEUU buscará no aislarlos completamente para no provocar que China llegue a ocupar ese espacio de influencia.
12. La verdad es que el ejército birmano ve a China con enorme desconfianza. De hecho, cuando Aung San Suu Kyi se sintió aislada internacionalmente por la cuestión de los Rohingya, decidió acercarse a Beijing y eso terminó por generarle más tensiones con la clase militar de su país. Aún así, Myanmar ya estaba en la mira de China como parte de sus proyectos de inversión en infraestructura, y Xi Jinping bien podría aprovechar políticamente el espacio de influencia que este golpe militar podría generar.
13. Lo que sigue ahora depende de hasta dónde deciden los militares empujar. Si optan por revertir completamente los avances democráticos de la última década, posponer elecciones o mantener permanentemente las medidas violatorias de derechos humanos y políticos, no quedarán muchas opciones para Washington y sus aliados que ir escalando las sanciones y movimientos para aislar al régimen. Si, en cambio, el ejército birmano decide limitar sus acciones, y retorna más pronto que tarde al esquema de poder compartido, varios países se sentirán justificados para solo implementar sanciones o medidas limitadas a fin no dejar el campo abierto a Beijing. Habrá que darle seguimiento.
Internacionalista
Twitter: @maurimm