Este texto, mi primero del año, es un seguimiento al actual conflicto entre Hamás e Israel. Además de ello, se necesita hablar de la expansión del conflicto hacia otras arenas de la región, lo que incluye choques entre Israel e Irán y varios de sus aliados, y entre varios de esos mismos aliados contra Estados Unidos y otros, pero eso lo abordaré en un siguiente artículo. Ya en textos pasados he detallado otros asuntos como el contexto, el origen del conflicto actual, y su desarrollo hasta este punto. Hoy me concentro esencialmente en lo que está sucediendo ahora mismo en Gaza. Si lo desea, puede visitar mi perfil en este mismo diario y revisar otros de los textos que he escrito.
1. Israel parece estar transitando hacia la tercera fase de su intervención militar en Gaza. En teoría, esta sería la fase de estabilización y control, que sobrevendría una vez eliminada toda capacidad de Hamás para seguir gobernando la franja. Esta fase, que según se ha anunciado, tomará muchos meses, ocuparía una muy inferior cantidad de tropas israelíes—reduciendo, eventualmente, la presencia israelí del nivel de divisiones al nivel de algunas brigadas operando—dedicadas a asegurar el territorio, a combatir y eliminar los focos remanentes de Hamás y la Jihad Islámica, y garantizar con ello la seguridad de las fronteras israelíes que fueron atacadas el 7 de octubre.
2. No obstante, estos anuncios y movimientos deben leerse con suma cautela, pues hay una infinidad de situaciones empalmadas que ocluyen nuestra capacidad de leer lo que realmente está ocurriendo. Menciono algunas:
a. Efectivamente, la Casa Blanca está intentando ejercer una presión real sobre Netanyahu para que el conflicto se reduzca lo antes posible, y para que Israel continúe su combate contra Hamás mediante otras tácticas, mucho más quirúrgicas y dirigidas y mucho menos costosas para los civiles de Gaza. Según fuentes de analistas israelíes, el acuerdo era que ello debería iniciar justo en estas semanas. Las razones de esto son muy obvias: Biden ya no puede seguir respaldando a Israel bajo las circunstancias actuales. El monto de civiles palestinos muertos y heridos ha escalado de manera dramática y sin cesar. La crisis humanitaria en Gaza es insostenible. Los propios medios estadounidenses cuestionan todos los días la narrativa israelí y la estrategia de guerra total asumida por Netanyahu. Así que Biden no solo tiene a sus aliados árabes encima, sino a varios de sus aliados de la OTAN, y, sobre todo, a un importante sector de su propio partido y de su población. Esto se ha convertido en un dolor de cabeza de política interna para el presidente, justo en un año electoral y en un momento en que las encuestas no le favorecen.
b. Al mismo tiempo, sin embargo, Netanyahu se encuentra bajo la presión de un sector de su propio gabinete, quienes le tienen bajo amenaza de renunciar si Israel cede ante las demandas de EU y la comunidad internacional. Esto es muy relevante considerando que esas renuncias implicarían el colapso del gobierno de Netanyahu y la convocatoria a nuevas elecciones. Siendo Netanyahu el actor político que es, ya no solo obstinado por conservar el poder sino en plena búsqueda por impedir que continúen los tres casos de corrupción que hay en su contra, hasta ahora, sigue efectuando concesiones ante los ministros extremistas, como lo ha hecho desde hace un año que asumieron el cargo.
c. La otra serie de presiones procede de la sociedad israelí, y no son presiones simples de navegar. De un lado, se le demanda al gobierno efectuar las concesiones que tengan que hacerse con tal de llegar a un acuerdo para rescatar con vida a los más de 100 rehenes secuestrados por Hamás y otras agrupaciones. Pero la realidad es que Hamás entiende muy bien el valor de esos rehenes, especialmente en esta fase de la guerra y la que sigue, y está considerando no solo que podrían cobrar un costo altísimo por su intercambio (y con ello redoblar su popularidad entre la población palestina), sino que además sabe que esos rehenes son el salvoconducto y el seguro de vida para el liderazgo de esa organización en Gaza. Como resultado, las posiciones entre Israel y Hamás son “dramáticamente” distantes, como fueron descritas por negociadores hace unos días.
d. Sin embargo por el otro lado, la sociedad israelí en su mayor parte, aprueba la guerra actual, demanda de su gobierno llevarla hasta el final incluso pagando el costo humano y político que se tenga que pagar. Esta aprobación no es gratuita. De acuerdo con investigación muy reciente, un altísimo porcentaje de la población israelí vivió un trauma sin precedentes por los atentados terroristas del 7 de octubre, y está manifestando incluso síntomas sugerentes de PTSD. Esto es reforzado por declaraciones del liderazgo de Hamás, Sinwar incluido, en el sentido de que dichos ataques del 7 de octubre se repetirán “una y otra vez” hasta la destrucción de Israel. Esto contribuye a impactos psicológicos y políticos que quedan reforzados. Las sociedades que están bajo miedo o estrés reaccionan así, demandando seguridad, demandando medidas de línea dura y de fuerza. Y todo eso tiene consecuencias políticas.
e. La suma de todo lo anterior es entonces que Netanyahu necesita navegar entre sus propias aspiraciones políticas, la complicada política interna en su país y la política internacional, especialmente considerando la altísima dependencia que Israel tiene de EU para la provisión de armamento, municiones y respaldo diplomático.
f. Por tanto, su gobierno está buscando mandar varios mensajes al mismo tiempo. A la Casa Blanca le quiere decir que ya está transitando hacia nuevas fases de un conflicto más reducido, y lo tiene que mostrar con hechos mediante una desmovilización parcial de tropas (cosa que se justifica con la necesidad de retornar reservistas al trabajo y la economía, situación real, pero no la única). Al mismo tiempo, sin embargo, a su población y especialmente a su gabinete, Netanyahu le dice que las desmovilizaciones no significan la reducción en la lucha, que los combates durarán muchos meses más, y que no se descansará hasta lograr el objetivo de terminar con Hamás.
2. Eso nos lleva al siguiente tema: Hamás. Como lo venimos explicando desde al menos 2014, Hamás es esencialmente una idea. Efectivamente se trata de una organización que opera en el terreno material, pero cuya forma de lucha asimétrica está en otro universo: el inmaterial. La violencia física que esa agrupación implementa desde los años 90 es tan solo un instrumento para: (a) impactar simbólica, psicológica y políticamente a su enemigo; (b) conseguir seguidores duros y seguidores suaves en los territorios palestinos, en el mundo árabe, en el mundo islámico y en el resto del planeta. Efectivamente, sus tácticas más acabadas se pudieron observar en los ataques terroristas del 7 de octubre. Pero su estrategia en realidad se mantiene firme desde mucho antes: más que luchar contra Israel en Gaza, Hamás combate a Israel en el campo simbólico-narrativo, se inserta eficazmente en la historia palestina, consigue transformar narrativamente sus tácticas de lucha—incluidos los ataques terroristas o el lanzamiento de misiles contra civiles israelíes—en tácticas legítimas de defensa frente a un “invasor”, “colonizador” y “potencia ocupante”.
3. Hamás no solo consigue afectar a Israel en cada una de sus confrontaciones con ese país, sino que crece como idea. Muchos estudios lo documentan (los tengo desde el 2014). Ahora mismo, por ejemplo, sabemos que tres cuartas partes de la población palestina aprueba los ataques del 7 de octubre con todo su horror y el costo que la población de Gaza ha tenido que pagar, como medida legítima de defensa. También vimos cómo la popularidad de Hamás, que venía de un sitio bajísimo según el Barómetro Árabe apenas del día 6 de octubre, ahora se mantiene creciendo en las encuestas de opinión de las últimas semanas. Esto ocurre no solo en Gaza y Cisjordania, sino en todo el mundo árabe y en otras partes.
4. Esto sucede en paralelo con la caída en la aprobación de Israel en sociedades muy afines como la estadounidense o algunas de las europeas. Sin mencionar por supuesto, lo que ocurre en países árabes con los que Israel ha firmado o estaba firmando acuerdos de normalización.
5. Es decir, se trata de una trampa conocida pero que ha sido llevada a sus mayores niveles de sofisticación: Una parte es que Hamás ataca y aterroriza a la población israelí, creando en ella un sentimiento de vulnerabilidad sin precedentes, niveles elevadísimos de estrés agudo y estrés post traumático, y, por tanto, un impacto político que provoca una respuesta del ejército israelí en Gaza, también sin precedentes. Israel procede a implementar esa respuesta material y se topa con la otra parte de la trampa: no solo con una red de túneles mayor que lo que había previsto su inteligencia, y, por tanto, una mayor dificultad para combatir y cazar a sus líderes, sino con una situación en la que cada victoria militar implica otras derrotas, las que está viviendo en el campo narrativo a nivel local, regional e internacional.
6. ¿Qué otro tipo de estrategias sí funcionan para combatir el terrorismo? Ya de eso hemos hablado mucho, y lo seguiremos haciendo. Por ahora, lo relevante consiste en que Hamás está logrando sobrevivir. Israel ha eliminado a unos 8 a 10 mil militantes y principalmente a algunos mandos medios de la agrupación, pero éstos son rápidamente sustituidos. El liderazgo mayor sigue, por ahora, oculto, protegido por otros 20 o 30 mil combatientes, no se sabe con precisión, y tiene en su poder a más de 100 rehenes para garantizar su supervivencia. Efectivamente, es muy probable que ya no gobierne Gaza, pero ese es justo el punto. Su meta no es necesariamente gobernar un pedazo de territorio, sino sobrevivir como idea de lucha, como forma de resistencia para la meta última que es un Estado Palestino regido por el islam. Y ese es el sitio en el que afloran las diferencias al interior de Hamás.
7. Como ya lo expliqué, no todo Hamás favorecía tácticas como los ataques terroristas del 7 de octubre. Había distintas perspectivas. La que triunfa es la de Sinwar, el líder de Hamás en Gaza desde 2017, quien claramente tenía esta estrategia planeada desde hace tiempo y tardó al menos 18 meses en implementar ese plan al detalle. Desde su visión, Hamás no es una organización que debe solo gobernar un pedazo de territorio; eso les alejaba de la lucha mayor. Hamás es un grupo de resistencia que debe hacer eso, resistir ante la ocupación israelí (no solo de Gaza y Cisjordania, sino de toda la Palestina histórica). Pero hay un sector en el liderazgo Hamás, claramente más moderado, que ha estado dispuesto no a reconocer a Israel, pero sí a limitar las metas de la agrupación, y que buscaba tener un gobierno estable y luchar por las aspiraciones palestinas a través de métodos más graduales. Ese liderazgo se ha quejado, según reportes de prensa, de las tácticas de Sinwar y ha estado emitiendo declaraciones ahora mismo en el sentido de que podrían llegar a un acuerdo para gobernar Gaza en conjunto con la Autoridad Nacional Palestina. El tema es que, como se puede apreciar en las encuestas, las tácticas violentas de Sinwar han sido bastante más eficaces y populares, a pesar del altísimo costo que la población palestina está teniendo que pagar. Hamás ha conseguido, lo que, según declaraciones de sus líderes, estaba buscando: un despertar del letargo en el que se tenía al conflicto palestino-israelí. Es ese el sentido en el que Hamás como idea o aspiración política, probablemente sobrevivirá por mucho tiempo más.
Sin embargo, desde la perspectiva geopolítica y militar, Israel no solo está combatiendo contra Hamás, sino contra el eje liderado por Irán, uno de los actores que arman, financian y entrenan a esa agrupación y a muchas más. El mensaje de las vulnerabilidades y la debilidad israelí del 7 de octubre fue también leído por otros enemigos de ese país, y, por tanto, su meta está también en disuadir a esos otros enemigos, al costo que sea. Eso nos lleva a las otras arenas que ahora mismo no puedo tocar, pero lo haré en un próximo texto.
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