En la dinámica conflictiva en Medio Oriente, el plano geopolítico global también cuenta. Desde Gaza hasta Líbano o Irán, a pesar de las muchas críticas que Israel recibe por parte de varios países occidentales, y a pesar de sus muchas diferencias con Netanyahu, esos países occidentales o socios de Occidente, terminan eventualmente posicionándose más cerca de Israel que de sus enemigos. Solo ponerlo de esta forma: nadie en Washington o en Londres está llorando por la partida de líderes como Nasrallah, el jefe de Hezbollah, organización que ha perpetrado atentados contra esos países. Si Irán pierde parte del poder que venía acumulando en la región, nadie en Riad o Abu Dabi lo lamenta demasiado. Mucho menos si los houthies—quienes han sostenido una larga guerra contra Arabia Saudita y sus aliados—son atacados. Fuera de esa región, muchos países europeos u otros miembros de la OTAN, como Canadá, tampoco lamentan ver perjudicado a Irán, que está respaldando con armamento a Moscú en su intervención en Ucrania. Ello no implica que estos países acepten el monto de fuerza que Israel ha aplicado en sitios como Gaza o ahora en Líbano, pero sí significa que, bajo las condiciones geopolíticas que hoy prevalecen en el planeta, su capacidad de presión es limitada. Revisemos las condiciones de las que hablo:

1. Primero, quizás aclarar que la asociación o cercanía que actualmente se observa entre Rusia y otros países (como Irán o China) no implica propiamente el establecimiento de alianzas militares entre esos estados. Muchos de los países que están apoyando a Moscú en su guerra contra Ucrania son al mismo tiempo rivales geopolíticos o competidores históricos de Rusia. No obstante, las circunstancias actuales del planeta y la necesidad de competir o prevalecer en sus confrontaciones con EU y varios de sus aliados, han orillado a estos países a cooperar cada vez de formas más cercanas.

2. La cooperación entre países como Corea del Norte y Siria (un aliado central del eje proiraní) o Rusia y China, no es algo nuevo. Pensemos por ejemplo que Irán cuenta con un convenio estratégico de 25 años firmado con China en 2021, el cual incluye una asociación económica de miles de millones de dólares y una cooperación militar sin precedentes entre esos dos países que abarca transferencia de tecnología china a Irán y colaboración para fabricación de armamento. Pero toda esta cooperación tenía límites importantes. Considere que Rusia fue el mayor factor que permitió al presidente sirio Assad defenderse de la rebelión y recuperar el territorio que le había sido arrebatado durante la guerra civil que inició en 2011. Irán y las milicias proiraníes (como Hezbollah) fueron también cruciales en este esfuerzo. Pero Rusia nunca vio con buenos ojos el afianzamiento de Irán y sus aliadas en ese territorio. Así que Moscú—quien tiene una base naval y una base aérea en Siria, y representaba el poder con el cual había que negociar cualquier movimiento que se daba en este país—toleró implícitamente durante años la campaña de bombardeos de Israel contra posiciones iraníes en ese país.

3. Todo eso cambió, sin embargo, con la invasión rusa a Ucrania. Rápidamente Moscú comprendió que se trataba de una aventura de largo plazo y que iba a necesitar la cercanía y el favor de muchos países en el mundo, pero especialmente aquellos que también tenían interés de rivalizar con Estados Unidos y sus aliados. Para pronto, Putin consiguió que decenas de países en el globo se posicionaran en la “neutralidad” no sumándose a las sanciones que Occidente había impuesto contra Moscú. De manera que incluso un país como India, pensando en sus propios intereses, incrementó sus transacciones comerciales con Rusia en rubros como el petróleo o el armamento. Pero las estrategias rusas para adaptarse a las nuevas circunstancias no se limitaron a ello. El Kremlin ha conseguido sostener su capacidad militar industrial gracias a complejos esquemas para evadir sanciones a través de países terceros, gracias al suministro de partes de fábricas como las chinas, que terminan siendo usadas por la industria militar rusa, o bien de maneras más abiertas gracias al suministro de municiones de artillería, drones y misiles por parte de Corea del Norte o Irán, entre otros. Rusia, entonces, se ha vuelto mucho más dependiente de Teherán de lo que Putin hubiera deseado.

4. Así, la confrontación que ya existía entre superpotencias y otros actores rivales, se ha estado acentuando en los últimos años. Ello resulta, por tanto, en el incremento en la cooperación al interior de los bloques rivales. Esto incluye de un lado a Estados Unidos y los países de la OTAN, sumando a otros como Australia, Corea del Sur o Japón en Asia, o Israel en Medio Oriente. Del otro lado, podemos observar a Rusia, China, Irán y Corea del Norte, cooperando de manera creciente.

5. Aterrizando todo ello a Medio Oriente, la situación es compleja, y sería erróneo pensar en blancos y negros. Es verdad que, por una parte, Arabia Saudita, Qatar y Emiratos Árabes Unidos (EAU) son aliados estratégicos de Washington, pero también es verdad que esas monarquías han optado por acercarse y cooperar con Teherán por así convenir a sus intereses. De igual forma, se trata de países que no se han sumado a las sanciones occidentales contra Rusia y que hoy tienen muy importantes lazos económicos y comerciales con Moscú y también con China. Al mismo tiempo, sin embargo, a pesar de los enfrentamientos que Riad o Abu Dabi han tenido con los houthies—aliados de Teherán—o incluso tras los ataques iraníes contra instalaciones petroleras saudíes, para Arabia Saudita o EAU es imposible simplemente posicionarse al lado de Israel tras sus ofensivas en Gaza o en Líbano, lo que obedece tanto a temas de opinión pública al interior de sus países, como a una genuina preocupación por lo que consideran excesos de Israel.

6. Dicho todo lo anterior, no obstante, si analizamos el mapa, vamos a encontrar distintos planos en estos ejes. En el plano regional, Irán ha conformado una amplia red de milicias aliadas a quienes arma, financia y entrena, entre las que se incluyen: (a) Hamás y la Jihad Islámica—quienes atacaron a Israel el 7 de octubre; (b) Hezbollah—que enfrentó a la oposición siria durante la guerra civil en ese país; que cuenta con apoyos pero también con muchas rivalidades entre sectores de la sociedad libanesa, y quien decidió sumarse a la guerra de Hamás lanzando ataques contra Israel desde el 8 de octubre del 23; (c) los houthies, que no solo atacan a Israel de manera directa, sino que desde 2014 han peleado contra el gobierno en Yemen oficialmente reconocido por la ONU, que siguen formalmente en una guerra contra Arabia Saudita y sus aliados, que más recientemente han secuestrado o atacado embarcaciones de países varios y actualmente enfrentan a las fuerzas navales de EU y Reino Unido en el Mar Rojo, y (d) otras milicias proiraníes como las que operan en Siria o en Irak que han atacado a las tropas de EU infinidad de veces.

7. En un plano mayor, veremos que Rusia y China se posicionan cerca de Irán y varias de sus milicias aliadas en contra de Israel, argumentando el uso excesivo de la fuerza por ese país. Esto no solo implica el apoyo diplomático y político a Hamás, sino incluso, como ahora lo está haciendo el Kremlin, incluso considerando seriamente el armar a los houthies en Yemen. Moscú, en ese sentido, ha optado por ser cada vez menos ambigua en su cercanía con Irán, a quien debe ya muchos favores por el suministro de drones y misiles para su guerra en Ucrania. Esto se manifiesta en temas que van desde la asesoría militar hasta la provisión de aviones avanzados y defensas antiaéreas a Teherán por parte de Moscú.

8. Dado ese complejo mapa, no es difícil entender por qué Londres o París, a pesar de todas las muchas diferencias que puedan tener con Netanyahu, con todo y sus amagues de cortar el envío de armamento a Israel, a la hora de tener que adoptar una postura decisiva, optan por ayudar militarmente a Israel hasta el punto de participar activamente en su defensa contra los drones y misiles que Irán le lanza.

9. En otras palabras, en esto que explico hay infinidad de matices. Pero cuando se trata de definir intereses y agendas geopolíticas, las ambigüedades parecen disiparse. Independientemente de lo que Biden, Starmer, Macron, Scholz o incluso Mohammed Bin Salman piensen acerca de Netanyahu, esos líderes observan que el daño que Israel está haciendo a Hezbollah o a Teherán y a su eje, en realidad favorece a sus agendas geopolíticas y las de sus alianzas como la OTAN. Concretamente, si Rusia pierde o ve debilitado el respaldo que Irán le brinda, eso no opera en contra de los intereses de la OTAN, al revés. Si Hezbollah pierde peso específico en Líbano, eso conviene a los intereses saudíes, estadounidenses y franceses, entre muchos más.

10. De ahí que las críticas públicas, amagues diplomáticos, económicos o armamentistas, no tengan eficacia en ejercer la presión que a veces ellos mismos quisieran ejercer sobre Netanyahu y su gabinete. El jefe del gobierno israelí entiende muy bien estos tableros y comprende que ello le otorga un enorme margen de maniobra.

Sobra decir que una cosa es todo lo que acá planteo y otra muy diferente sería que el eje proiraní apoyado por Rusia y China, o la misma Moscú, realmente vayan a sufrir daños permanentes, mucho menos un colapso. Falta mucho por ver y evaluar. Pero ese será tema de otra colaboración. Por ahora, parece que entender el plano de los ejes y las alianzas resulta crucial.

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