Tradicionalmente los debates presidenciales en Estados Unidos tienen un efecto marginal sobre las elecciones. Sobra decir que no parece ser el caso del último. La cuestión es que en esta ocasión no solo estamos hablando del potencial efecto del debate en las preferencias electorales, sino acerca de cómo lo ocurrido el jueves podría impactar a nivel internacional, especialmente considerando los muy distintos focos rojos que hay en el planeta. Esto es válido tanto para el caso de que Biden permanezca como candidato como para el caso de que se retirara de la contienda. Escribo unos apuntes al respecto:

1. Lo que ocurrió el jueves está siendo leído por adversarios de Estados Unidos como uno más de sus síntomas de debilidad. Esta lectura no es nueva y está ampliamente documentado lo que, por ejemplo, en Rusia y en China se percibía al respecto de la debilidad interna en EU desde hace años (al menos desde el período de Obama), pero de manera especial a lo largo de la gestión de Trump y después de ésta. Factores como la alta polarización y división interna, los efectos de esta polarización en la gestión de la pandemia, las protestas sociales, la violencia política, las acusaciones del complot interno para destituir a Trump que terminaron con las denuncias por el fraude electoral y el movimiento de ”Detengan el Robo”, hasta la toma violenta del Capitolio por manifestantes el 6 de enero del 21, fueron interpretados por varios adversarios de EU como señales (que se vienen sumando a otras) de una superpotencia en declive; una potencia incapaz de atender sus problemas internos  y al mismo tiempo proyectar poder hacia afuera. Ya posteriormente, cuando Biden se decide retirar de Afganistán y debido a la catastrófica gestión de ese repliegue, esas convicciones solo se alimentan. Hay más situaciones que contribuyen a esta percepción. Pero lo ocurrido con el debate del jueves, tanto por la forma como sucedió, como por el fondo que hay detrás, tiende a sumarse a esa combinación de percepciones.

2. Esta lectura acerca del poder estadounidense no es el único factor que impacta en la conducta de actores como Rusia, China, Corea del Norte o Irán, pero sin duda es uno de los componentes que alimentan su toma de decisiones. Por ejemplo, la decisión rusa de lanzar una intervención frontal sobre Ucrania—independientemente de los resultados después de dos años y medio—o la decisión de China acerca de sus movimientos cada vez más asertivos en sus mares colindantes o en Hong Kong, o incluso la decisión de Irán de mantenerse incrementando su capacidad nuclear al punto de encontrarse a solo semanas de armar una bomba atómica si así lo decide. Todas ellas están considerando, entre muchos otros factores, que Washington en este momento no tiene el deseo o la capacidad de hacer lo suficiente como para contrarrestar esas decisiones.

3. Es precisamente por ello por lo que Biden ha intentado, a lo largo de tres años y medio, de enviar precisamente el mensaje opuesto, comunicando que Washington está dispuesta a ejercer la mayor de las presiones a invertir todos sus recursos disponibles y a mostrar el peso de su fuerza si hace falta con tal de que esos adversarios modifiquen sus acciones en sus respectivas zonas geográficas. La verdad es que Biden no siempre ha tenido éxito en ese intento, pero eso es lo que ha tratado al menos de comunicar.

4. Lo que sucede el jueves con el debate, sin embargo, va justamente en la dirección contraria por varias razones. Primero, porque muestra a un Biden enormemente débil a nivel interno que no solo es incapaz de argumentar en contra de Trump, y que, por tanto, su fragilidad en las encuestas clave se verá todavía más afectada, sino que también se muestra débil ante un importante sector de su propio partido. Esto último contribuye a la imagen negativa que Biden ya tenía también entre sectores específicos del partido Demócrata. Segundo, porque la conversación acerca del retiro de su candidatura se vuelve cada vez más fuerte. Tercero, porque si Biden decide no retirar esa candidatura, su debilidad será arrastrada de acá al final de su mandato, y porque el darle la vuelta a la contienda parece cada vez más difícil. Cuarto, porque si al final sí se decide retirar la candidatura de Biden, la confusión dentro del partido demócrata se prolongará por varias semanas. Y quinto, porque incluso bajo ese escenario, no hay garantía de que un/a nuevo/a candidato/a tenga la capacidad de recuperar la fortaleza requerida, en su caso, vencer a Trump y a la vez proyectar el poder hacia afuera. Lo que tendríamos bajo ese escenario, en otras palabras, es un presidente débil en su período de fin de gobierno, y un/a candidato/a en gestación.

5. Este panorama tiene muchas implicaciones. Señalo algunas. En cuanto a la guerra de Medio Oriente, podemos afirmar que Irán y sus aliados (como Hezbollah) podrían interpretar que Washington tiene hoy menos apetito que nunca de verse arrastrado a un conflicto internacional en apoyo a Israel. Así que, mientras Irán sigue encendiendo centrífugas y avanzando en el enriquecimiento de uranio, y mientras Israel y Hezbollah se mantienen a solo un par de decisiones de lanzarse hacia una guerra mayor, Biden estará distraído con sus asuntos internos y muy restringido de tomar acciones que puedan disuadir a esos actores.

6. En cuanto a la guerra en Ucrania, Putin podría interpretar a estos como meses clave para meter el acelerador en las ofensivas en curso, considerando ya sea que Biden está demasiado ocupado en otros temas, o bien que Trump tiene mayores oportunidades que nunca de ganar y que en ese caso, impulsará la negociación (y, por tanto, concesiones territoriales) con Moscú. Ante ese potencial futuro, Putin podría querer la mejor posición de negociación posible. Ahora, a esto hay que añadir la creciente cooperación que se ha estado tejiendo entre Rusia y Corea del Norte, y entre el Kremlin y Teherán.

7. Para China no es tan clara la preferencia por Trump, pues Beijing entiende que se viene una avalancha en sus relaciones con Washington. De lo que no cabe duda es que la percepción de EU como una superpotencia en declive, presente en China desde hace más de una década, solo se alimenta, y como es natural, esto impacta en sus cálculos estratégicos para temas como Taiwán, Hong Kong o sus mares colindantes. Estos meses en específico podrían también ser aprovechados por Beijing para dar pasos en esa dirección.

8. Podemos prever que esto que acá indico está ya siendo calculado en Washington y que EU intentará, durante las semanas que siguen, de mandar un mensaje opuesto para que sus rivales no confundan lo que ocurre en las elecciones como debilidad de la superpotencia. Así que la competencia estará en quién tiene capacidad de convencer a quién. No obstante, en temas como Medio Oriente, las propias dinámicas están marchando a velocidades que podrían rebasar todos los planes. Ojalá que procesos como las negociaciones en curso y la muchísima actividad diplomática que acontece de manera paralela a esas dinámicas no se detengan (o pierdan vigor) por la situación interna en EU.

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