El pasado lunes, las fuerzas estadounidenses desplegadas en Siria sufrieron, en palabras del Pentágono, un "ataque complejo, coordinado y deliberado", llevado a cabo por milicias proiraníes que operan en esa zona, mediante cinco drones fabricados por Irán. En otro caso, también de esta semana, el ejército ucraniano desplegó por primera vez un dron turco, el Bayraktar TB2, para atacar a los separatistas prorrusos y consiguió con ello destruir una unidad de artillería. Kiev se arriesgó por un lado al escalamiento del conflicto, pero a la vez, sorprendió al Kremlin por la efectividad del ataque. Ya el año pasado, pudimos observar la eficacia de los drones turcos e israelíes en el conflicto armado entre Armenia y Azerbaiyán. Lo interesante del asunto, sin embargo, es la forma como la utilización de estos vehículos aéreos no tripulados o drones, está generando una alteración en los balances militares.

Consideremos este último caso. Una evaluación militar previa respecto al conflicto Armenia-Azerbaiyán señalaba que Armenia estaba, en teoría, mejor preparada para ganar un potencial enfrentamiento. Además de estimaciones fundamentadas en cuanto a la inversión militar, los equipos y la capacidad de los ejércitos, la evaluación se basaba en el historial de los choques armados entre ambos países por un territorio en disputa conocido como Nagorno-Karabaj. Se trata de un enclave ubicado geográficamente dentro de las fronteras que la URSS asigna en los años veinte a la entonces República Soviética Socialista de Azerbaiyán, y que hoy es internacionalmente reconocido como parte de la República de Azerbaiyán, pero que está poblado mayoritariamente por armenios. De 1991 a 1994 se produce una guerra a escala mayor entre Armenia y Azerbaiyán, ahora ya como países independientes, que causa entre 25 y 30 mil muertos. Tras esta guerra, Azerbaiyán pierde el control de Nagorno-Karabaj y varios distritos colindantes. Sin recibir el reconocimiento internacional, la “República de Artsaj” se proclama independiente y funcionaba hasta 2020 como una república de facto protegida militarmente por Armenia. Armenia ocupó desde aquel conflicto de los años 90, además, varios distritos adyacentes que formalmente pertenecen a Azerbaiyán, lo que se mantuvo así incluso tras distintos intentos por parte de Azerbaiyán para recuperar el enclave.

Para el año pasado, sin embargo, cuando las cosas volvieron a estallar, Azerbaiyán ya contaba con drones que sorprendieron no solo al ejército armenio, sino a quienes analizaron el desarrollo del conflicto. Tras varias semanas de combate, Armenia tuvo que rendirse y abandonar varios de los territorios que ocupó durante décadas. Un texto del Washington Post, publicado en noviembre, explicaba cómo es que el uso de estos drones turcos e israelíes por parte de Azerbaiyán, terminó por definir el conflicto: "Los drones ofrecen a los países pequeños un acceso muy barato a la aviación táctica y armas guiadas de precisión, lo que les permite destruir el equipo mucho más costoso de un oponente, como tanques y sistemas de defensa aérea", indicaba Michael Kofman, un analista militar citado por ese diario.

Es decir, en la medida en que este tipo de armamento se vuelve más accesible para distintos estados o para actores no-estatales, en esa medida tenemos que evaluar los riesgos y capacidades militares de formas distintas.

Por ejemplo, pensemos ahora en el caso ucraniano, un país con capacidades muy inferiores a Rusia. Se sabe, por supuesto, que Moscú no ha desplegado toda su fuerza para respaldar a los grupos prorrusos del este ucraniano en su lucha separatista. No obstante, el Kremlin lleva años apoyando a veces, y conduciendo directamente, otras veces, una guerra híbrida que ha costado enormes recursos humanos y económicos a Kiev, además de un desgaste político indescriptible. El despliegue, por vez primera, de un dron turco como el que se describe arriba, ofrece a Ucrania no solo la oportunidad de ejercer un daño considerable en contra de los separatistas, sino, más importante, la posibilidad de mostrar a Rusia que se encuentra dispuesta a desafiarle de manera abierta.

Algo similar ocurre en el caso de Siria que comento arriba. Estados Unidos ha retirado a casi todas sus tropas de ese país. Las pocas que quedan, mantienen la misión de capacitar a grupos locales para combatir a los reductos de ISIS. Paralelamente, las tropas estadounidenses que aún permanecen en el país vecino, Irak, han sido continuamente atacadas por milicias proiraníes que operan en la región. No obstante, la mayor parte de estos ataques ocurren con misiles—que no son misiles de precisión—los cuales caen en las proximidades de las bases que alojan a soldados estadounidenses, y pocas veces se acercan al grado de generar peligro contra ellos. El uso de drones el pasado lunes, por parte de esas mismas milicias proiraníes, atacando directamente el puesto estadounidense con una mucho mayor precisión, exhibe el dilema que tiene que enfrentar Biden: retirar completamente las tropas de esa zona, o bien, escalar su presencia y su equipamiento para poderse defender ante ataques que son mucho más eficaces que los ataques con misiles. Por ahora, Washington anunció ayer nuevas sanciones contra Irán dirigidas específicamente a personas vinculadas con su programa de drones, pero es difícil que esas sanciones disuadan a ese país o a sus milicias aliadas de seguir sacando ventaja de uno de los proyectos más avanzados de su tipo.

El tema de los drones va tener una creciente notoriedad en los tiempos que vienen. Es decir, por un lado, está la discusión acerca del armamento más poderoso y letal, como los misiles supersónicos para transportar armas nucleares que acaban de exhibir países como Corea del Norte o China. Pero, por otro lado, está esta otra discusión: la que tiene que ver con armamento también más avanzado y sofisticado, pero más accesible y económico que lo que implicaría tener una fuerza aérea tan compleja como la que poseen las grandes potencias, así como las implicaciones que todo ello puede tener para efectos de los enfrentamientos que se sigan luchando en el futuro. La incorporación de esta temática a los procesos de desarme y resolución de conflictos, se vuelve, por tanto, cada vez más necesaria.

Twitter: @maurimm