Hezbollah anunció la madrugada del domingo que estaba lanzando la primera fase de su represalia contra Israel por el asesinato de su líder militar hace casi un mes. La fuerza aérea israelí había detectado que esta operación militar estaba por iniciar y activó una operación preventiva para detener el lanzamiento de los misiles en su contra. De acuerdo con el ejército israelí, 100 aviones militares de ese país participaron en la destrucción de unos 6,000 puntos de lanzamiento. Aún así, Hezbollah consiguió enviar, de acuerdo con esa organización, más de 300 misiles y decenas de drones contra Israel antes de anunciar que esta primera fase de represalia había concluido. No obstante, podemos afirmar que, tanto por el ataque israelí que evitó que un número indeterminado de misiles fuese lanzado, como por la decisión de Hezbollah de detener ahí su operación, los daños de esta represalia son bastante menores—si se les compara con lo que pudo haber ocurrido o lo que se temía que ocurriera—y, por tanto, a pesar de que Israel y Hezbollah vivieron su mayor intercambio de fuego desde el 2006, en la región se percibe el alivio que acompaña al desescalamiento. En el fondo, sin embargo, no hay nada resuelto; este desescalamiento es apenas relativo y hay un número de factores de alto riesgo que deben seguirse considerando. Unos apuntes al respecto.
(Nota: este texto continúa el seguimiento que efectuamos en estos dos: https://bit.ly/3LQtm10 y https://bit.ly/3ADCZy5 En dichos textos abordo las causas y la evolución del enfrentamiento entre Hezbollah e Israel. Hoy nos concentramos solo en los últimos eventos).
1. Es posible decir que el motor que ha guiado este último intercambio tiene que ver con el deseo compartido por todos los actores involucrados de evitar una guerra mayor, la cual no conviene a sus intereses estratégicos. Como hemos explicado antes, tanto Irán como Hezbollah, su aliada, prefieren infinitamente mantener una guerra prolongada de desgaste contra Israel, que le vaya agotando material, psicológica y políticamente, que el tener que enfrentar la fuerza de ese país, independientemente del daño que le lograsen causar en una escalada mayor. Al final, Irán necesita preservar las capacidades de Hezbollah para poder seguir adelante con su estrategia de largo plazo para toda la región. De su lado, Hezbollah—cuya ala política forma parte del parlamento y el gobierno libanés—tiene que considerar los costos de arrastrar a Líbano a una guerra mayor a la que la grandísima mayoría de esa sociedad se opone. Sus metas son mucho mejor servidas, en pocas palabras, bajo la estrategia de desgaste actual contra Israel.
2. Por su parte, y a pesar del debate interno, en el sector militar de Israel sigue prevaleciendo la idea de que no es racional enfrentar una guerra mayor con Hezbollah tras 10 meses de guerra en Gaza, cuando las tropas se encuentran exhaustas física y moralmente, las movilizaciones de reservistas se han sobre-utilizado y no hay la preparación suficiente para lanzarse a una operación militar de una dimensión muchísimo mayor y riesgosa que la de Gaza. Por supuesto que Israel hace todo lo necesario para proyectar lo contrario, pues de otra forma no tendría capacidad disuasiva. Sin embargo, la revisión de reportes y conversaciones dentro del Estado Mayor del ejército israelí indica lo que acá señalo: Israel puede pelear una guerra mayor, pero no es lo que desea.
3. A pesar de que los actores desean evitar una escalada mayor, sin embargo, desde hace meses hemos advertido que la situación actual podía perfectamente arrastrarlos a ella. Es imposible olvidar que, desde octubre del 2023, Hezbollah e Israel intercambian fuego todos los días, y en ocasiones, esto sucede decenas de veces dentro de un mismo día. Hace cerca de un mes, bastó que uno de los ataques atribuidos a Hezbollah causara más de una decena de jóvenes civiles muertos en Israel para activar un nuevo nivel de espiral que resultó en el asesinato del líder militar de Hezbollah por parte de Israel.
4. Considerando que unas horas después Israel había eliminado en Teherán al líder político de Hamás, las semanas que siguieron consistieron en especular la medida precisa de las represalias que se aseguraba vendrían, tanto por parte de Hezbollah como por parte de Irán. Por un lado, como dijimos, nadie deseaba una escalada mayor. Pero por otro lado, ambos tendrían que vengar esos asesinatos para restaurar la ecuación disuasiva con Israel, es decir, asegurarse de que ese país pague un costo tal por los asesinatos como para que antes de volver a efectuar operaciones de ese tipo, tenga que pensarlo dos veces.
5. El problema es que si las represalias cruzaban determinadas líneas rojas (por el nivel de daño material o humano que pudieran causar a Israel), lo más probable es que Israel respondería con una fuerza incluso mayor, lo que irremediablemente activaría la espiral ascendente encaminada a una guerra mayor.
6. Por tanto, si los actores—Hezbollah e Irán—actuaban de manera racional, se indicaba, lanzarían represalias contundentes pero limitadas, a fin de generar un costo suficiente como para disuadir a Israel de futuros asesinatos de alto nivel, pero al mismo tiempo, evitar arrastrar a la región a una guerra mayor.
7. La cuestión es que pasaron varias semanas y esas represalias no llegaban. Podemos pensar que, por un lado, ambos actores, Irán y Hezbollah, con consideraciones distintas cada uno de ellos, seguían meditando cuándo y cómo actuar, y a la vez, sacaban ventaja de la guerra de nervios contra Israel que ya se había detonado. Por otro lado, ambos decidieron esperar a que transcurriera el proceso de negociaciones de cese al fuego en Gaza que estaban ocurriendo en Qatar y en Egipto. Incluso hubo especulaciones acerca de que podrían haber decidido cancelar sus represalias o que todo dependería del resultado de dichas negociaciones. Si éstas colapsaban, era más probable que las represalias llegaran.
8. Ese es el punto en el que Hezbollah decide lanzar la operación de la madrugada del domingo 25 de agosto. Las negociaciones de Gaza iban a ser retomadas en Egipto ese día. En teoría, nadie estaba esperando que justo en ese momento Hezbollah actuase (por el riesgo de ser percibida como saboteadora de las negociaciones). Pero la inteligencia israelí detecto la inminencia de la operación, y su aviación actuó de manera preventiva buscando que el daño contra Israel fuese menor.
9. Es difícil saber lo que hubiese ocurrido si Hezbollah hubiese lanzado todos los misiles y drones que pretendía enviar. Según su líder, esta “primera fase” de represalia tuvo como objetivo bases militares y centros de inteligencia del norte de Israel, pero también en la zona cercana a Tel Aviv. Quizás las defensas israelíes habrían detenido buena parte de esos misiles, pero también quizás, algunos habrían penetrado causando un daño material y humano que hoy es difícil de estimar, orillando a Israel a lanzar una nueva contra-represalia y así sucesivamente.
10. El resultado final, no obstante, deja todo aquello en el terreno de la especulación. La realidad es que los ataques de Hezbollah causaron mucho menos daño de lo que se temía y que Hezbollah decidió detener su operación en ese punto (no olvidemos que esa organización cuenta con cientos de miles de misiles y está capacitada para enviar varios miles de éstos en un solo día si así lo decidiera). Por tanto, prevalece la conclusión de que ambos actores han decidido regresar a la situación previa, es decir, la de una confrontación prolongada, pero menor.
11. Dicho lo anterior, es necesarios considerar varios elementos de riesgo: (a) primero, esta podría ser como dice Hezbollah, en efecto, apenas una primera fase de la represalia y en un futuro cercano podrían llegar nuevas fases, especialmente si las negociaciones de Gaza fracasan; (b) segundo, las hostilidades cotidianas entre Israel y Hezbollah van a continuar produciendo nuevas posibilidades de escalada, debido a accidentes o errores de cálculo a causa de los daños mutuos que ambos actores se ocasionan todos los días; (c) tercero, aún falta esperar y ver si Irán decide enviar su propia represalia debido al asesinato del líder político de Hamás, Ismael Haniyeh, en el corazón de Teherán, un acto que sigue siendo percibido en ese país como una humillación especialmente contra las Guardias Revolucionarias Islámicas, esto sin mencionar los ataques por parte de otros actores proiraníes como los houthies u otras milicias.
Así que, bajo las circunstancias que describo, es posible pensar en que, al menos por ahora, la región ha logrado evadir una guerra mayor, pero que, mientras no se resuelvan temas de fondo, las condiciones siguen lamentablemente puestas, para que alguna de las piezas, en algún momento, se salga de las manos de alguien. Un acuerdo de cese al fuego para Gaza, con el correspondiente intercambio de rehenes israelíes por prisioneros palestinos, sería una excelente noticia para empezar a caminar en una dirección distinta. Lo seguiremos observando.
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