Hay muchos asuntos internacionales a los que se está prestando poca atención. No es que sea culpa de “alguien”; simplemente se trata de dinámicas en las que ciertos temas reciben una enorme cobertura, al tiempo que otras crisis u otros temas de igual (o a veces incluso mayor) relevancia en términos de su potencial impacto global o humano no son cubiertos con la misma frecuencia, hasta que determinada crisis estalla. Luego, una vez, agotada esa crisis (o bien, saturadas las audiencias por la ahora sí elevada cobertura), el tema deja de ser abordado en medios y redes sin que ello signifique que el asunto que detonó la crisis señalada esté siquiera cerca de resolverse. Eso le ha pasado en tiempos recientes a la guerra en Ucrania. Antes de ello, ha sucedido con muchos otros temas como Afganistán, Siria, Sudán o Yemen, solo por mencionar unos. Esto es también lo que ha pasado con la situación en la península coreana, uno de los asuntos potencialmente más delicados para la paz global. Lo retomo a partir de unos textos recientemente publicados, los cuales, excepcionalmente, intentan señalar la importancia del tema.
Courtney Kube y Carol E. Lee, de la NBC, relatan hace unos días que la administración Biden está preocupada por la creciente alianza militar entre Putin y el líder norcoreano Kim Jong Un, una alianza que podría expandir significativamente las capacidades nucleares de Corea del Norte y aumentar las tensiones en la región Asia Pacífico. Funcionarios estadounidenses señalados en el texto, temen que Corea del Norte aproveche la oportunidad para llevar a cabo “provocaciones militares” importantes cerca de las elecciones presidenciales de EU, posiblemente en coordinación con Putin, a decir de estos funcionarios, con el objeto de causar inestabilidad. La alianza Moscú-Pyongyang podría incluir la transferencia de tecnología militar avanzada de Rusia a Corea del Norte a cambio de municiones para la guerra de Rusia en Ucrania. Además, hay indicios de que Corea del Norte podría estar preparando una nueva prueba nuclear, lo que aumenta las preocupaciones sobre la seguridad en la región.
Algo similar había sido adelantado un par de semanas atrás en Foreign Affairs en un texto de Sue Mi Terry titulado “La crisis norcoreana que viene”. De acuerdo con la autora, con las elecciones estadounidenses acercándose, es probable que Corea del Norte intensifique sus tensiones con el Sur y con Washington, como lo ha hecho en años electorales anteriores. Kim ya ha declarado a Corea del Sur oficialmente como un régimen enemigo, y ha terminado con cualquier intención o posibilidad de reunificación pacífica. A pesar de no mostrar indicios de estarse preparando para una “guerra total”, Kim podría llevar a cabo ataques limitados o pruebas con armas (especialmente pruebas nucleares). La autora recomienda a la administración Biden reforzar su disuasión mediante la mejora de la cooperación defensiva con Corea del Sur y Japón, y manteniendo sanciones estrictas para presionar a Pyongyang a negociar. Washington debe tomar medidas proactivas, dice Terry, para evitar que Kim provoque una crisis mayor.
Siguiendo con la prensa, hace unos meses compartí otro texto, esta vez del Wall Street Journal, titulado “Mientras el mundo miraba hacia otros lados, Corea del Norte se volvió una mayor amenaza”. El WSJ afirmaba que Kim Jong Un sigue empujando el desarrollo de un arsenal nuclear más avanzado y amenazante, abandonando la esperanza de reunificación con Corea del Sur y fortaleciendo lazos con Rusia. Sus últimos lanzamientos de misiles, incluido un misil intercontinental balístico (ICBM), y su acercamiento a Putin, reflejan una estrategia más agresiva y menos predecible.
Ante lo que menciono, es necesario recuperar algunos aspectos acerca del tema:
1. En el fondo, la situación en la península coreana permanece irresuelta y en deterioro. Las decenas de pruebas con misiles que ha lanzado Pyongyang son una especie de intento por recordarlo. Como pude escuchar cuando estuve en Japón, para Kim, estos lanzamientos y especialmente los que sobrevuelan el territorio de ese país, son formas de elevar la temperatura de las tensiones frente al fracaso de sus intentos previos por atraer la atención. A estos ensayos debemos sumar decisiones como declarar definitivamente a Corea del Sur como un país enemigo y abandonar cualquier esfuerzo por la reunificación negociada, además de nuevos brotes ocasionales de intercambio de fuego en la península.
2. Para entender el contexto, se necesita recordar que Corea del Norte es un país que se autopercibe bajo constante amenaza de desaparecer, más aún tras el fin de la Guerra Fría, o cuando en 2002 es incluido como parte del “Eje del Mal” por Bush. Por consiguiente, la lógica primaria que mueve las acciones del régimen tiene que ver con garantizar su propia supervivencia y asegurar el pleno control del país. Desde su óptica, la capacidad nuclear otorga a Pyongyang la herramienta disuasiva necesaria para impedir el ser atacada y para conseguir un trato distinto por parte de enemigos y aliados. Para mantener e incrementar ese poder disuasivo, Corea del Norte necesita continuar demostrando que tanto su programa nuclear como su programa de misiles siguen avanzando.
3. Anteriormente, la última vez que un misil norcoreano había sobrevolado Japón fue en 2017, un año de altísimas tensiones, también el año de su última detonación nuclear. Luego, sin embargo, en 2018 sobrevino un importante acercamiento entre las Coreas, y entre Pyongyang y Washington. No obstante, el diálogo Kim-Trump terminó fracasando en 2019.
4. El acercamiento 2018-2019. Quizás hay que empezar por explorar qué es lo que lleva a Kim en 2018 a mostrar signos de distensión y a sentarse a la mesa de negociaciones. Si nos apegamos al planteamiento que hacía Trump, el haber “sometido” al joven líder norcoreano gracias a su “presión máxima”, mostraba la eficacia de sus tácticas negociadoras. Gracias a ese presidente, según tuiteaba, la amenaza nuclear norcoreana había “desaparecido”. No obstante, una visión alternativa plantea que, en realidad, la retórica exaltada y las amenazas de Trump, en combinación con su aparente disposición al uso de la fuerza, no detienen, sino aceleran el progreso del programa nuclear y el programa de misiles de Corea del Norte, los cuales alcanzan en 2017 niveles que no habíamos apreciado hasta entonces. Ese año, Pyongyang demostró que contaba ya con (a) bombas atómicas al menos 10 veces más potentes que las previamente detonadas, (b) la capacidad de miniaturizarlas y montarlas en misiles balísticos intercontinentales, y (c) la capacidad de hacer llegar esos misiles a territorio continental estadounidense. Si bien había opiniones serias que indicaban que el proyecto nuclear de Pyongyang aún estaba incompleto y requería de ajustes, lo que quedaba claro es que su posibilidad para emplearlo como herramienta disuasiva, se transformaba en una poderosa arma para negociar sus intereses. Por consiguiente, más que un joven derrotado por las estrategias y las amenazas de Trump, aquel proceso de diálogo exhibía a un líder que sentía que, gracias a sus avanzadas capacidades nucleares, podía desplegar posturas de negociación mucho más firmes que en el pasado.
5. Asimismo, para Kim era indispensable reducir la brecha entre cómo él entendía la “desnuclearización de la península”, y cómo la entendía la Casa Blanca. Mientras que Trump pensaba que se trataba de eliminar la capacidad nuclear de Pyongyang exclusivamente, Kim visualizaba un esquema que incluía eliminar todas las amenazas que hoy pesan en contra de su país, lo que contemplaba, por supuesto, reducir al mínimo la presencia militar de Washington en la zona.
6. El fracaso del diálogo en 2019. Esta brecha provocó que, más allá de las fotografías, las declaraciones e incluso los continuados intentos para que el diálogo avanzara, las conversaciones se estancaran. Cuando, en 2018, la Casa Blanca inicia el diálogo, su demanda era la de una desnuclearización “completa, irreversible y verificable” de Corea del Norte antes de siquiera pensar en eliminar las sanciones. Ya para 2019, Trump parecía satisfecho con un progreso más paulatino, y por lo que sabemos, estaba dispuesto a ceder en el calendario del levantamiento de las sanciones, exigiendo eso sí, pasos serios encaminados hacia esa desnuclearización. Lo que aparentemente ocurrió es que Kim quiso cobrar más caro de lo que Trump estaba dispuesto a pagar, el desmantelamiento de su central nuclear en Yongbyon que Pyongyang llevó a cabo unos meses atrás. Por tanto, no hubo acuerdo en cuanto al monto de sanciones que era aceptable levantar, considerando que hay otras instalaciones nucleares y mucha más actividad de misiles que desmantelar.
De modo que, así como se hablaba de la cumbre de Singapur como un “éxito total”, la cumbre de Hanoi en 2019 era vista como un “fracaso absoluto”. El re endurecimiento de la postura de Pyongyang se hizo notar inmediatamente.
7. Luego, llegó la pandemia. Durante 2020, Kim Jong-un desapareció y reapareció, las tensiones entre las Coreas ascendieron y volvieron a calmarse. De su lado, Estados Unidos vivió sus propias tensiones raciales, políticas y electorales que ya conocemos, además de todos los efectos sociales y económicos por el coronavirus. Trump se fue. Vino Biden con mil y un prioridades en su agenda y, como sabemos, Corea del Norte no estaba entre las primeras cosas que necesitaba resolver.
8. El recrudecimiento de la línea dura de Kim. Apenas el 11 de enero del 2021, mientras Washington absorbía el shock del asalto al Capitolio, paralelamente tenía lugar el congreso del Partido de los Trabajadores de Corea, en el que Pyongyang adoptaba una línea dura de cara al nuevo gobierno estadounidense: Kim recordaba al mundo que Estados Unidos es su mayor enemigo y llamaba a continuar los avances en su proyecto nuclear, fijando la meta ahora de una mayor precisión en sus misiles balísticos intercontinentales y cabezas nucleares más pequeñas y ligeras. Si bien los ensayos con misiles que Corea del Norte estuvo llevando a cabo durante esos tiempos eran de bajo perfil, se trataba de recordatorios. Recordatorios que no se detuvieron durante 2021, 2022 y 2023.
9. Kim necesitaba hacerse sentir presente y relevante. Pero al mismo tiempo, necesitaba balancear una compleja serie de factores y por eso lleva a cabo pruebas limitadas con misiles, y no, por ahora, un ensayo nuclear. Las circunstancias económicas en Corea del Norte, ya terriblemente afectadas por las sanciones internacionales, eran ahora incluso peores. A pesar de que, según el gobierno en Pyongyang en ese país no había muertes por el coronavirus, lo que sí se sabía es que la pandemia tuvo un considerable impacto en su economía, afectada además por problemas en las cosechas y desastres naturales. En otras palabras, a Kim le urge el diálogo. Pero desea también ser reconocido por la fuerza que ha adquirido dados sus avances militares.
10. La guerra en Ucrania tuvo considerables repercusiones para el tema norcoreano. La primera, sin duda, es que, si anteriormente Biden tenía muchas otras prioridades antes que atender el fondo de la problemática coreana, ahora sus miras estaban puestas en otros sitios incluso con mayor intensidad. Washington de hecho, eligió replegarse de Afganistán, reducir sus fuerzas y esfuerzos en su guerra contra el terrorismo y en su presencia en sitios como Medio Oriente, a fin de enfocarse en Rusia y China, los mayores retos percibidos para su seguridad nacional. Esto no disminuyó, sino que aumentó con la guerra en Ucrania.
11. Luego, vino la guerra en Medio Oriente absorbiendo aún más el tiempo, los recursos y la atención de la Casa Blanca. Si ya el asunto de las Coreas se encontraba abajo en las prioridades, ahora esto es aún más evidente.
12. Pero hay otras consecuencias y una de ellas tiene que ver justo con lo anterior. A medida que la confrontación entre las superpotencias se ha venido incrementando, el tema norcoreano se inserta justamente ahí, en el medio de esas confrontaciones. Rusia siempre ha mostrado una relativa proximidad con Pyongyang, pero ahora mismo esa cercanía se exhibe con mayor fuerza. Kim ha respaldado a Putin diplomáticamente ante su guerra, y, de acuerdo con reportes, esto ya incluye la provisión de armamento avanzado por parte de Pyongyang a Moscú. Además, a diferencia de otros países que en foros internacionales condenan a Moscú, aunque mantengan una relativa neutralidad de facto, Corea del Norte ha elegido claramente su bando, y éste es al lado del Kremlin. Ante ello, podemos esperar que Putin hará cuanto esté en sus manos por devolver el favor a Kim, tanto en la ONU, como en otros rubros.
13. El factor China, la mayor aliada y sostén de Pyongyang. De un lado Beijing se encuentra verdaderamente preocupada por la situación en la península. China no desea ver a Corea del Norte con un proyecto nuclear y de misiles en pleno progreso, no solo por las amenazas que ello representa para la propia China y la región, sino porque ello atrae a Washington a la zona y produce riesgos de escalamientos militares que afectan los intereses de Beijing. Por otro lado, sin embargo, China necesita la supervivencia del régimen en Pyongyang. La política resultante es un intento continuo por equilibrar esos factores. Además, el hecho de que sus relaciones con Washington estén pasando por el momento más delicado en décadas, no parece generar el mejor ambiente para dialogar o resolver la cuestión norcoreana. De hecho, para China y Rusia, Kim actúa como actúa debido a que se siente bajo amenaza perpetua, y, por tanto, sería indispensable lograr transformar esa percepción. Desde la óptica de Moscú y Beijing, Trump hizo todo lo contrario y luego Biden simplemente desatendió el tema; de ahí la velocidad con la que Pyongyang se sentía forzada a mostrar adelantos en su capacidad nuclear y su progreso en su proyecto de misiles balísticos.
Así que, tanto los ensayos con misiles, como el endurecimiento de las acciones de Pyongyang son tan solo la continuación de esa historia. Pasos adicionales en la escalera de las tensiones. Probablemente vendrán más, especialmente este año. Este es uno más de los pendientes que nos recuerda que los problemas no se resuelven solos. Cuando ese tipo de temas son abandonados a su suerte, retornan y normalmente lo hacen con fuerza.
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