Esa pregunta circula por todos los medios globales los últimos días. La capital, Addis Abeba, un centro político y diplomático, sede de la Unión Africana, se encuentra bajo amenaza. La crisis actual se ha venido tejiendo, en realidad, desde hace tiempo, pero escala cuando justo hace un año, el primer ministro Abiy Ahmed—un ganador del Premio Nobel de la Paz—intenta imponer la fuerza del ejército federal para resolver sus diferencias con los líderes del Frente de Liberación Popular de Tigray (FLPT, también conocido como TPLF por sus siglas en inglés), una organización con enorme poder en la historia del país. Las cosas, sin embargo, no le salieron como él las planeaba. Todavía el mes pasado, Abiy lanza una nueva ofensiva, y en lugar de recuperar el terreno perdido, la situación se le revierte incluso más. Lo que se puede ver en el fondo, es la crisis de Etiopía como estado nacional. Por su relevancia regional y global, comparto unos apuntes al respecto:
1. Empiezo por decir que lo que sucede en Etiopía importa mucho a nivel local, regional e internacional. Etiopía, con 115 millones de habitantes, es el país más grande del Cuerno de África, una zona que en los últimos años ha atraído enormes intereses de potencias regionales y globales como China, Rusia, EAU, Turquía, Arabia Saudita o India, además de las influencias tradicionales de Europa o EU. Pero además de ello, Etiopía ha sido crucial para la diplomacia y la política de su continente. Su capital, como dije, es la sede de la Unión Africana que engloba a 55 países. Adicionalmente, el conflicto actual ha desplazado aproximadamente a dos millones de personas, y está produciendo una crisis humanitaria y alimentaria en cientos de miles más. La presente crisis, por tanto, preocupa a muchos actores. Otros, en cambio, intentarán sacar partido de las fragilidades que esta situación está exhibiendo.
2. El conflicto actual inicia por una serie de tensiones y disputas entre el poder federal y las élites de la región de Tigray. Es importante mencionar que Etiopía está dividida en 10 estados semiautónomos. Esta división, en buena medida, se fundamenta en las etnias que habitan esos estados. Abiy Ahmed, primer ministro desde 2018, disuelve una coalición de partidos que había gobernado el país durante décadas, la cual sustituye por el Partido de la Prosperidad, al que buscaba que se sumaran grandes sectores del país, incluido el liderazgo del Estado Regional de Tigray. A pesar de haber incluido a algunos tigrayanos en su gobierno, Abiy efectuó una purga acusando de corrupción y abusos de derechos humanos a una parte de los funcionarios tigrayanos del gobierno previo.
3. Así, en 2020, en plena pandemia, los políticos locales de Tigray se quejan de que el primer ministro Abiy estaba intentando expandir sus facultades federales. Esto produce meses de tensión entre la élite tigrayana y el poder federal. Las tensiones aumentan aún más cuando Abiy acusa a milicias locales de Tigray de atacar las bases militares del ejército etíope. Como respuesta, el primer ministro lanza una ofensiva mayor en noviembre de ese 2020 (con el apoyo del ejército de la vecina, Eritrea, país que a su vez tiene añejas disputas con el liderazgo tigrayano y que ahora, encuentra en este conflicto una oportunidad para intervenir) a fin de establecer un pleno control federal sobre la región que se le escapaba de sus manos.
4. Sin adentrarnos en la historia, hay que recordar que el Frente de Liberación Popular de Tigray (FLPT) tiene una vasta experiencia en tácticas de guerrilla por el conflicto que libró entre 1974 y 1991 contra el gobierno militar comunista (el Derg), al cual terminó por derrocar. Desde esa época, el FLPT adquiere y ha conservado un enorme poder político, y, como es evidente, también militar. El FLPT fue durante décadas la fuerza dominante en el gobierno previo que encabezaba Meles Zenawi, miembro prominente de dicha organización y primer ministro hasta su muerte en 2012. El propio Abiy formó parte del gobierno previo ocupando distintos cargos hasta que gana la primera magistratura en 2018.
5. Además de su importante labor diplomática en distintos conflictos de su región, Abiy adquiere fama mundial por las reformas que logra implementar, lo que incluso le hace acreedor al Nobel de la Paz en 2019. Sin embargo, sus aspiraciones federalistas le producen tensiones con grupos étnicos y grupos de poder locales, como ocurre con los tigrayanos.
6. Probablemente el mayor error estratégico que Abiy comete, es subestimar la capacidad del FLPT para resistir, e incluso revertir los resultados de esa primera ofensiva de noviembre del 2020. Con la toma de la capital de Tigray (Mekele) y algunas otras ubicaciones clave, Abiy se apresuró a declarar la victoria en una ofensiva que él presentó como una operación anticorrupción en contra, no del pueblo de Tigray, sino de líderes específicos del FLPT.
7. Sin embargo, poco después la situación se le voltea. Los ahora rebeldes de Tigray se repliegan, se reagrupan, contraatacan y ya para junio de este 2021, obligan al ejército federal a huir en lo que representa una verdadera humillación para Abiy y sus objetivos. No solo eso. Además de recuperar el control del Estado Regional de Tigray, el FLPT consigue expandir su contraofensiva tomando posiciones en las regiones vecinas de Amhara y Amar.
8. Por si ello fuera poco, la imagen internacional de Abiy como un reformista y merecedor del Nobel, se viene empañando desde hace meses por haber tomado la decisión de resolver sus disputas con el FLPT por la vía militar, y a raíz de las múltiples acusaciones que se han hecho contra el ejército etíope por abusos y atrocidades, aunque también existen acusaciones similares en contra del bando tigrayano.
9. Ya para agosto del 2021, se añade un nuevo componente al conflicto. El FLPT establece una alianza con el Ejército de Liberación Oromo (ELO), y desde entonces se habla de la posibilidad de que otros grupos pudieran consolidar alianzas adicionales para formar un frente unido con la meta de combatir al gobierno central.
10. A pesar de todo lo anterior, Abiy se mantuvo firme en su decisión de continuar con el conflicto armado, y el mes pasado lanza una nueva operación, empleando su aviación, drones y fuerzas terrestres, con el fin de recuperar las posiciones perdidas, especialmente en las regiones Amhara y Amar. Nuevamente, la ofensiva fracasa, el FLPT revierte la situación y ahora marcha rumbo a la capital, Addis Abeba. Por ello, hace unos días, Abiy declaró un estado de emergencia, ha convocado a la población a registrar sus armas y ha pedido que la ciudadanía defienda sus barrios palmo a palmo. Esto no implica que el único desenlace posible sea la toma de esa capital por parte del FLPT y sus aliados.
11. Para entender mejor lo que pasa, vale la pena revisar el análisis de Nic Cheeseman y Yohannes Woldemariam en Foreign Affairs publicado esta semana. Citando al geógrafo Hartshorne, los autores explican que la viabilidad de un estado-nación depende de las fuerzas centrípetas—que unifican a la sociedad en torno a ese estado, las cuales pueden incluir desde proyectos de infraestructura, servicios, una economía nacional fuerte, la fortaleza institucional, hasta temas como una narrativa nacional, una historia, cultura o lenguaje compartidos, entre otros factores unificadores—y las fuerzas centrífugas—que tienden a dividir a esa sociedad, lo que puede incluir la falta de infraestructura, servicios o instituciones nacionales sólidas, o bien, divisiones sociales o étnicas, por poner ejemplos. En Etiopía, explican Cheeseman y Woldemariam, lo que ha venido pasando es que las fuerzas centrífugas han sobrepasado desde hace tiempo a las centrípetas.
12. Estas condiciones no son solo un problema de Abiy. Si efectivamente el FLPT y su alianza tomaran la capital y el gobierno, no quedarían a cargo de un país simple de dirigir. Etiopía, como dijimos, está compuesta de 115 millones de habitantes pertenecientes a más de 80 grupos étnicos distintos, muchos de ellos con añejas rivalidades entre sí, y varios de quienes por supuesto, se sentirán agraviados si los tigrayanos retoman el control del país.
13. Por otro lado, ya se están reportando cientos de arrestos de personas de la comunidad tigrayana que habita en Addis Abeba a manos del gobierno de Abiy. Incluso hay ya reportes de personal de Naciones Unidas que ha sido detenido en la capital. Por tanto, se teme una masacre en caso de que el FLPT decida atacar Addis Abeba.
14. Por consiguiente, el desenlace de este conflicto es aún incierto. Hasta el momento de este escrito, no se sabe si el liderazgo de Tigray optará, efectivamente por ir tras la cabeza de Abiy y el control del país, o si tal vez preferirá negociar algún otro tipo de salida que les garantice mayor autonomía y condiciones favorables para su región. De última hora, supimos que el gobierno de Abiy ofreció el día de ayer una serie de condiciones para iniciar negociaciones, condiciones que se ven difíciles que el FLPT vaya a cumplir, pero que muestran un cambio dado que, hasta antes de ello, Abiy calificaba a dicha organización como “terrorista” e indicaba que no negociaría con ellos absolutamente nada. Otra posibilidad podría ser el mantenimiento de una especie de empate técnico prolongado, sin mayores avances por ninguna de las partes. Lo que queda claro es que la apuesta de Abiy no ha funcionado, y por ahora, el FLPT es quien parece tener una posición de mayor fuerza para imponerse.
15. Más allá de lo que pueda ocurrir como desenlace de los eventos actuales, el riesgo que hay, en el fondo, es el colapso del estado nacional etíope como lo conocemos. En crisis está ese constructo social, o como diría Yuval Harari, esa ficción llamada Estado-Nación, en la que un grupo de personas cree y a la que se sujeta, a partir de una visión común o un destino compartido. Cualquiera que sea el resultado de la situación actual, tiene como trasfondo la serie de factores que tienden más a la división y a la ausencia de cohesión entre los distintos grupos étnicos y sociales que conforman Etiopía, factores que no solo se han venido exhibiendo en estos meses, sino que están adoptando giros muy violentos con un alto potencial de peligro para quien sea que siga gobernando al país.
Por tanto, incluso si poco volteamos a mirar lo que sucede en esa zona del planeta, la crisis de Etiopía es enormemente relevante. La comunidad internacional, que ya está ocupada en el asunto, debe incrementar sus esfuerzos para coadyuvar en su resolución.
Twitter: @maurimm