A mediados de diciembre, Mike Pompeo , el secretario de Estado de Estados Unidos , advirtió una vez más que cualquier ataque “iraní” contra personal estadounidense acarrearía una “respuesta decisiva”.
Este tipo de declaraciones buscaba comunicar que, a pesar de los titubeos que ha mostrado Trump para involucrarse en una de esas guerras lejanas que tanto critica, sí había una línea roja.
Esa línea fue justamente cruzada el 27 de diciembre cuando una de las milicias chiítas iraquíes, armadas, entrenadas y financiadas por Irán lanzó al menos 30 misiles contra una base militar que alojaba personal de Washington .
Un contratista estadounidense perdió la vida y varios soldados de ese país fueron heridos. Estados Unidos respondió con fuerza mediante una serie de ataques que terminaron con la vida de más de 25 miembros de esa milicia chiíta.
Como parte de la escalada, cientos de iraquíes miembros de o afines a esas milicias protagonizaron protestas irrumpiendo en el complejo que aloja a la embajada de Estados Unidos en Bagdad y Washington tuvo que evacuar a su embajador.
El cerco a la embajada estadounidense fue dispersado, pero solo unas horas después Washington lanzó un ataque que terminó con la vida de quien probablemente era el segundo hombre más poderoso en Irán, el general Qasem Soleimani . Y en ese punto, quien cruzó la línea iraní fue Trump. Algunos apuntes al respecto.
1. A pesar de que el asesinato de Soleimani (junto con el de otros líderes de las milicias chiítas aliadas de Irán) representa, posiblemente, la mayor demostración de fuerza de esta administración, esos hechos no pueden entenderse fuera de una espiral ascendente y de una dinámica conflictiva detonada por el propio Trump en mayo del 2018 cuando abandona el pacto nuclear con Irán .
2. No olvidemos que Obama había dejado relaciones relativamente en buen estado con Teherán. No solamente se había firmado un acuerdo nuclear entre Washington, Irán y otras cinco potencias además de la Unión Europea, sino que se había establecido un grado de cierta cooperación entre la Casa Blanca y Teherán que pocos preveían y a muchos incomodaba.
3. La milicia chiíta iraquí que fue atacada por Estados Unidos el fin de semana pasado forma parte de las llamadas Fuerzas de Movilización Popular, las cuales son armadas, entrenadas y financiadas por las Guardias Revolucionarias de Irán, responden al mando de Teherán y forman parte de los instrumentos de influencia iraní en Irak y Siria . Este tipo de influencia era precisamente orquestada por Soleimani, responsable de las brigadas Al Quds , el cuerpo élite de las Guardias Revolucionarias. Armar, preparar, entrenar y dirigir a estas milicias en varios sitios de Medio Oriente era parte de su función, por lo que cualquier ataque perpetrado por éstas, pasaba por su aprobación o iniciativa directa.
Sin embargo, hacia 2015 y 2016, justo después de la firma del pacto nuclear con Obama y para sorpresa de muchos, esas mismas milicias chiítas trabajaban de manera tácitamente conjunta y con cierta coordinación con Estados Unidos para arrebatar a ISIS el tercio de Irak que la agrupación terrorista había conquistado.
4. No obstante, esa “luna de miel” terminó. No solo debido a que ISIS, el enemigo común, fue prácticamente abatido en ese país, sino debido a la victoria electoral de Trump. El magnate había prometido destruir los “pésimos acuerdos” que Obama había construido y abandonar el mencionado pacto nuclear (el “peor convenio jamás firmado por Estados Unidos”), cosa que hizo en mayo del 2018. Desde entonces, Washington ha ido reactivando e intensificando las sanciones contra Teherán, lo que ha bloqueado las exportaciones iraníes, incluido el petróleo, y ha colapsado a la economía de ese país.
5. A partir del abandono de Estados Unidos del pacto nuclear, podemos hablar de una respuesta iraní implementada en dos fases. Durante la primera de ellas, que duró un año, Irán decidió dar tiempo a los otros firmantes del acuerdo, especialmente Alemania, Francia y Reino Unido, para que intentaran suavizar la posición de Washington y/o encontraran mecanismos para evadir o al menos mitigar el impacto de las sanciones estadounidenses.
Estos pasos iniciales fracasaron rotundamente. Es por ello que, desde mayo del 2019, se puede apreciar una segunda fase en la que Irán escaló sus respuestas mediante dos vías: (a) violaciones intencionales al pacto nuclear, anunciadas e implementadas de manera escalonada, y (b) presionar directa o indirectamente a los aliados de Estados Unidos mediante el acoso al tránsito de petróleo a través del Golfo Pérsico.
“Si nosotros no podemos exportar petróleo, nadie en la región podrá hacerlo”, declaraba Teherán. Esta última respuesta ideada e implementada por Soleimani, naturalmente fue ocasionando un incremento de la presencia de Estados Unidos en esa zona y contribuyó al ascenso de la espiral que menciono.
6. Aún así, el 2019 estuvo marcado por dos factores cruciales: (1) ni la presión máxima ejercida por Washington contra Irán orilló a la dirigencia de ese país a renegociar el acuerdo nuclear bajo los términos que Trump buscaba, ni las respuestas adoptadas por Teherán orillaron a Trump a sentarse a negociar bajo términos más favorables para Irán, lo que resultó en una serie de incrementos paulatinos en la presión que ambas partes ejercen la una contra la otra, y (2) a pesar de todo ello, Trump mostró varias veces su indisposición a escalar las confrontaciones al nivel de un conflicto armado directo entre ambos países, lo que otorgó cierto margen de maniobra a Teherán para ir probando distintos niveles de fuerza contra Estados Unidos o sus aliados.
7. Dos elementos adicionales de contexto: (a) Desde hace meses, hemos visto protestas sociales masivas en Líbano, en Irak y recientemente también en Irán. En los primeros dos, una de las demandas de las poblaciones ha sido que se reduzca la injerencia iraní en esos países. En Irán, la causa fundamental de las manifestaciones ha sido la grave situación económica y el hartazgo de la población por la cantidad de recursos que su gobierno destina a sostener sus intereses internacionales cuando existen tales carencias internas.
Pero con todo, Teherán ha respondido no reduciendo, sino incrementando la presión que ejerce a través de sus milicias aliadas, lo que en Irak incluso ha resultado en choques directos entre manifestantes y miembros de dichas milicias con decenas de muertos.
En Irán, las manifestaciones fueron brutalmente reprimidas y apagadas en solo unos días con un saldo de cientos de manifestantes muertos; (b) Desde hace ya años, Israel, aliado de EU y uno de los mayores enemigos regionales de Irán, ha estado llevando a cabo una campaña de bombardeos en Siria en contra de posiciones iraníes o posiciones de milicias chiítas vinculadas a Teherán, posiciones que fueron adquiridas por estos actores gracias al involucramiento de Irán en la guerra siria. El objetivo último de Israel ha sido evitar que Irán expanda su esfera de acción en la región y potencialmente utilice de manera directa o indirecta esas posiciones cercanas a la frontera con Israel para atacarle o presionarle. En 2019, esa campaña de bombardeos se expandió a Irak e Israel ha estado bombardeando ya también posiciones de las milicias chiítas en ese país.
8. Es en este entorno que, durante los últimos meses, dichas milicias chiítas iraquíes, bajo instrucciones de Soleimani, estuvieron lanzando misiles muy cerca de bases que alojan a personal estadounidense. A pesar del acoso, sin embargo, no se había cruzado la línea roja señalada por Pompeo, el ataque directo contra estadounidenses. De ahí la importancia de los sucesos del 27 de diciembre que ocasionaron una muerte y varios heridos de EU.
Así que además de una intención meramente operativa, como lo es la prevención de ataques contra objetivos estadounidenses que, según se indica, se sabe que Soleimani estaba preparando, la impactante respuesta por parte de Washington al asesinar a ese general iraní, buscó comunicar que Trump quizás podrá titubear si atacan a sus aliados, pero no si atacan directamente a EU. Esto cambia la lógica completa bajo la cual Irán estaba operando. Sea cual sea la respuesta iraní, ahora sabe que las reglas del juego, incluso bajo el liderazgo de Trump, han cambiado.
9. Es por ello que probablemente Irán intentará responder moviéndose donde mejor se mueve y usando los instrumentos que mejor maneja, lo que se conoce como guerra híbrida. Irán probablemente preferirá no arrastrar el conflicto hacia su propio territorio. En primer término, porque esto provocaría aún mayor descontento interno del que ya se vive a raíz de la endeble situación económica del país. Pero, además, porque llevar a EU a un combate tradicional con aviones, bombardeos y misiles conlleva altas probabilidades de perderlo. En cambio, Irán cuenta con toda una gama de instrumentos a su disposición mediante los que puede golpear severamente los intereses estadounidenses.
10. Primero, está toda la red de milicias armadas y entrenadas por Irán, listas para atacar a EU y sus aliados, quizás involucrando a terceros países, expandiendo el conflicto y sacándolo de las manos de Washington. En todos esos territorios Irán o sus asociados pueden llevar a cabo ataques con drones o con misiles contra instalaciones petroleras (o nucleares en el caso de Israel), o contra infraestructura económica o militar. Irán puede llevar a cabo sabotajes interrumpiendo la circulación del petróleo y puede ocasionar, mediante estas herramientas estragos a la economía mundial.
Adicionalmente, aliados iraníes como Hezbollah cuentan con toda una red operativa que se ha venido posicionando en varios continentes, y que puede cometer atentados, o incluso asesinatos de personalidades importantes, algo que se podría ver como absolutamente proporcional dada la investidura de Soleimani, y su personal cercanía con el líder supremo Alí Khamenei. Por si fuera poco, podemos esperar otras estrategias como guerras informativas y ciberataques, nuevamente contra EU directamente o sus aliados, un campo que Irán ha estado desarrollando con destreza.
11. Finalmente, está el factor de la política interna en EU en la que está ocurriendo justo lo que Trump deseaba evitar. Trump no necesitaba una guerra para ganar un juicio político en el Senado (se requieren 67 senadores para destituirlo cuando los demócratas cuentan apenas con 47), mucho menos siendo que su bandera electoral desde 2016 ha sido retirar a
EU de conflictos lejanos, ajenos, costosos y prolongados que “no hay forma de ganar”.
Trump ha argumentado una y otra vez que su país nunca debió intervenir en Irak o en Libia y desviar valiosos recursos humanos y, sobre todo, económicos, en vez de destinarlos a su propia economía. Si el asesinato de Soleimani o las secuelas que vendrán resultan en un conflicto armado mayor. A pesar de satisfacer a ciertos señores de la guerra republicanos, la realidad es que Trump perderá votos que pueden ser cruciales entre una base dura aislacionista que le había comprado todos sus argumentos. Eso es justo lo que quería evitar. Pero ese es el punto. Trump está siendo efecto de su propia trampa. Fue él quien detonó la espiral que hoy le está arrastrando al lugar al que no quería llegar. Sus estrategias de presión máxima, a veces activan dinámicas conflictivas que, como vemos, se pueden salir de todas las manos.
Twitter: @maurimm