El 13 de abril del 2017, Estados Unidos lanzó la Madre de Todas las Bombas (MOAB) en Afganistán. El blanco era “ISIS”, se anunciaba. El haber empleado por primera vez el arma no nuclear más poderosa con la que cuenta Washington, y el haberla usado precisamente contra ISIS, no eran temas que podían escapar de la atención de los medios en todo el planeta. Mucho menos cuando la semana previa, EEUU acababa de atacar Siria con 59 misiles. En realidad, se trataba de una operación específicamente en contra de la filial afgana de ISIS (ISIS Khorasan, o ISIS-K) que en ese entonces controlaba una porción del territorio afgano. Aunque se le ha combatido con ahínco, se le ha arrebatado el territorio que llegó a dominar y sus filas han sido mermadas, esa filial de ISIS es una de las responsables de que Afganistán figure como el país con mayor actividad terrorista en el Índice Global de Terrorismo a lo largo de varios años. Esa filial es también la responsable de los atentados cometidos afuera del aeropuerto de Kabul que dejaron decenas de civiles muertos y heridos, además de provocar varias bajas entre militares estadounidenses. Van unos apuntes al respecto:
1. Recordemos que ISIS tiene sus centros operativos en Irak y en Siria, y que a lo largo de los últimos años sufrió considerables derrotas en esos países, perdiendo el territorio que anteriormente controlaba. Sin embargo, ISIS no es un “grupo” terrorista, sino una red que además de tener esos centros operativos, tiene filiales, células y adherentes en más de 25 naciones del globo. En concordancia con su discurso—“no somos un grupo, sino un estado”—sus filiales más importantes son denominadas “provincias” (wilayat). Estas filiales no son formadas por militantes que ISIS “envía” desde Irak o Siria, sino por grupos (o escisiones) de militantes islámicos o jihadistas locales, ubicados en distintas partes de África o Asia. La mayoría de estos grupos anteriormente estaban afiliados a Al Qaeda. Comúnmente, ISIS envía representantes a esos sitios y los persuade para que cambien de bandera y se sumen a la red del “Estado Islámico”.
2. Eso es precisamente lo que ocurre en el caso afgano. En 2014, en el pico de sus mayores ofensivas, ISIS envía representantes a Afganistán y Pakistán, los cuales convencen a grupos de talibanes para unirse a la causa del califato que recién se había instaurado. Así, en 2015, se establece la “Provincia Oriental del Estado Islámico” (Wilayat Khorasan, o ISIS-K) formada y dirigida principalmente por exmiembros del grupo paquistaní Tahrik-i-Taliban, y por talibanes afganos. Las estimaciones de su tamaño varían de entre algunos cientos hasta 1,500 o 2000 miembros. No obstante, al operar bajo el paraguas de ISIS, el posicionamiento mediático de sus atentados contra civiles y de sus ataques contra las fuerzas de EEUU y la OTAN era enorme. Un atentado contra civiles o un ataque contra las tropas estadounidenses, podía echar por tierra la noción de que la Casa Blanca estaba combatiendo a ISIS de manera eficaz.
3. De ahí que justo esa filial de ISIS fue combatida con ferocidad, tanto por Washington y la OTAN, como por parte del ejército afgano que en aquél entonces proyectaba una eficacia muy distinta a la actual. Aún así, los atentados cometidos por esta agrupación continuaron a lo largo de los últimos años.
4. Ahora bien, hay que distinguir: ISIS, como organización, es una escisión de Al Qaeda y a lo largo del tiempo ha competido con ella y la ha combatido cruelmente en distintas partes del globo. En el caso concreto de Afganistán, Al Qaeda es aliada de los talibanes. En cambio, la filial afgana de ISIS—formada principalmente por extalibanes afganos y paquistaníes—compite con y combate contra los talibanes.
5. Así, el objetivo de ISIS-K al cometer los atentados del jueves, es múltiple. Primero, a nivel global, mantiene el nombre de ISIS vigente y relevante, sobre todo cuando—ante todos los medios y redes del planeta conectados—el “Estado Islámico” reivindica uno de los ataques más letales contra las tropas estadounidenses en todos estos 20 años de guerra. ISIS, concluye la audiencia-objetivo, no ha “muerto” como decía Trump; sigue muy viva y con fuerte capacidad para atacar en decenas de países.
6. Segundo, a nivel local, y más allá de las siempre lamentables víctimas de los ataques, esa agrupación consigue seguir aterrorizando a la población afgana. Ataques como este ocasionan que la sociedad entera se perciba como víctima en potencia. A través del terror, ISIS-K canaliza sus mensajes políticos, proyecta su fuerza y capacidad para atraer adherentes (duros o suaves) a su causa, así como para provocar afectaciones a la psicología y la conducta diaria de la gente.
7. Esto nos lleva a un tercer objetivo, golpear la estabilidad que los talibanes—sus rivales—buscan proyectar tras su toma del país. Después de todo, el nuevo gobierno está luchando por mostrar que tiene todo bajo control y quiere convencer a la población de que sus vidas no serán negativamente afectadas. Este mensaje es fuertemente vulnerado por ISIS-K.
8. Esa clase de objetivos, tristemente, sostienen al terrorismo como una herramienta de combate altamente eficaz. Lo es, por ejemplo, por las consecuencias inmediatas que arroja. Señalo algunas: (a) muy probablemente la evacuación de estadounidenses y sus aliados ahora será más lenta y podría prolongarse más allá del 31 de agosto; (b) los talibanes ya han anunciado que eso “tendría repercusiones”, es decir, no solo podría dañar la relativa cooperación que hasta ahora han exhibido para la evacuación, sino que podría suscitar combates renovados; (c) a ello hay que sumar lo siguiente: a pesar de la rivalidad entre ISIS-K y los talibanes, éstos quieren a Washington ya fuera de Afganistán. Pero ahora que Biden ha prometido venganza contra ISIS-K y ha ordenado bombardeos en su contra, en caso de que las operaciones estadounidenses se prolonguen, ello podría contribuir aún más para que los talibanes ejerzan diversos tipos de represalias, lo que podría producir nuevas espirales de violencia.
9. Hay también un cálculo mayor en términos de lo que sucederá con la actividad terrorista en Afganistán tras la victoria talibana y tras estos últimos atentados. Primero, señalar que los mayores responsables de atentados terroristas en ese país, hasta hace unas semanas, eran grupos y facciones talibanas. En teoría, dado que son los talibanes quienes ahora están a cargo del país, podríamos esperar que esa actividad terrorista concreta disminuya. Por lo pronto, la dirigencia talibana contundentemente condenó—paradojas de la vida—los atentados del jueves. Como vemos, sin embargo, lo ocurrido en el aeropuerto de Kabul es apenas una muestra de la disposición de ISIS-K a seguir empleando esa clase de violencia tanto como le sea posible en la persecución de sus objetivos locales. Hasta ahora, específicamente esa rama afgana de ISIS solo ha cometido atentados en Afganistán y en Pakistán. No obstante, de acuerdo con estimaciones del propio Pentágono, no es imposible que ahora ISIS, como red global y organización matriz, busque aprovechar el vacío que dejan las tropas de EEUU y la OTAN para emplear el territorio afgano como base para atentados mayores. Y está también ahí la preocupación de lo que pueda hacer Al Qaeda, ahora que los talibanes, sus aliados, controlan el país, aunque hay análisis que indican que los talibanes están hoy por hoy concentrados en sus metas de largo plazo, y que éstas no incluyen “prestar” su territorio para actividad que lo puede convertir en nuevo blanco de intervenciones extranjeras. Habrá que monitorearlo.
10. Por último, hay que considerar todo lo que los atentados del jueves añaden a las consecuencias políticas que Biden está teniendo que asumir por sus decisiones, por su calendario de retiro y por su implementación del repliegue a nivel táctico. Si bien hemos explicado que 7 de cada 10 estadounidenses deseaban que sus tropas regresaran a casa, también hemos mencionado que el terrorismo se encuentra continuamente como una de las mayores preocupaciones de la población en EEUU. Ahora entonces no solo hay un sentimiento de que Washington se está retirando de una forma indigna, que permitió la caída de Kabul a manos de aquellos a quienes combatió durante dos décadas y que está abandonando a sus aliados, sino que además de todo, se deja ahí una amenaza latente de terrorismo. La ejecución de la evacuación iba a ser determinante, dijimos, para la forma como se iba a percibir a Biden y a sus acciones. Lo del jueves consuma una de las peores pesadillas que el presidente tendrá que enfrentar.
Con todo, Estados Unidos, tarde o temprano se marchará. Lo que deja en Afganistán, no obstante, merece una enorme reflexión que tendremos que seguir haciendo por siempre. Y aunque Biden y los presidentes que le precedieron sigan diciendo que “el objetivo de evitar atentados terroristas contra EEUU por parte de organizaciones transnacionales ha sido conseguido”, la sociedad afgana sigue siendo víctima, todos los días, de la forma como la superpotencia decidió perseguir ese objetivo.
Twitter: @maurimm