Cuando hay una guerra lo único que podemos desear en lo inmediato, es que las balas callen. Pero la paz no consiste exclusivamente en la ausencia de guerra o violencia. A veces, en efecto, las armas son silenciadas y a pesar de ello, muy adentro, en el fondo de las estructuras económicas, sociales y políticas, en el discurso, en la cultura y en la psique social, las condiciones de falta de paz se encuentran en pleno desarrollo. Estudiar los conflictos y las posibilidades de construcción de paz es, por tanto, una labor permanente. Un actor como Hamás debe entenderse como un producto de su tiempo, de la radicalización y el extremismo, pero también como un grupo que cuenta con metas, medios y con un respaldo que ha variado a lo largo de los años. Hamás es mucho más que una organización. Hamás, dice Amos Oz, es una idea. Pensar en las posibilidades de encontrar una coexistencia pacífica entre palestinos e israelíes, supone entender a profundidad el proceso de formación y fortalecimiento de esa idea. Hay mucha bibliografía al respecto. Comparto a continuación solo algunas nociones básicas del tema.
Hamás surge en Gaza durante la primera Intifada o revuelta civil palestina de 1987 en contra de la ocupación israelí. Su nombre en árabe significa literalmente fervor o entusiasmo, pero es también un acrónimo para “Movimiento Islámico de Resistencia”. Se trata de un grupo militante emanado de la Hermandad Musulmana, de quien se considera parte, de acuerdo con su Carta o Pacto originario. El mismo Pacto indica que el “Movimiento de Resistencia islámico considera que la tierra de Palestina es un Waqf islámico (una donación en usufructo a perpetuidad) consagrado para futuras generaciones musulmanas hasta el Día del Juicio.” De este modo, Hamás entiende a Israel como un estado que usurpa un territorio musulmán y en su carta constitutiva, se compromete a combatir a dicho estado a través de la vía armada.
Hamás gana fama con su lucha en contra de los acuerdos de Oslo firmados en 1993 por Israel y la Organización para la Liberación Palestina (OLP), a través de los cuales se daba origen a la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y se sentaban las bases para negociaciones que debían culminar con la desocupación militar de la mayor parte de Cisjordania y Gaza por parte de Israel, y eventualmente con el establecimiento de un Estado Palestino. Yasser Arafat, líder histórico de la OLP, reconocía de este modo el derecho de Israel a la existencia. Estos acuerdos son tajantemente rechazados por Hamás lo que desde sus orígenes le distanciará de la ANP.
Hamás se encuentra en las listas de grupos terroristas de muchas agencias de seguridad en el mundo. Pero al margen de las etiquetas políticas, y visto desde la academia, el terrorismo es una categoría específica de la violencia. Se trata de una estrategia concreta, normalmente empleada en conflictos asimétricos, que utiliza a la violencia material contra civiles o no combatientes solo como instrumento para provocar estados de terror, shock o conmoción colectiva, y canalizar a través de ese terror los mensajes, las reivindicaciones, provicar alteraciones en las actitudes, opiniones, y en la conducta de las sociedades atacadas, generar presiones políticas, inducir discusiones, ganar, mediante esa propaganda inducida, seguidores duros y blandos para la agrupación y su lucha, y así avanzar en las metas que esa organización percibe como legítimas. Entonces, Hamás es una organización terrorista no porque así sea catalogada por estados que a veces quitan o ponen de sus listas a determinados actores (como Estados Unidos lo hace), sino porque su brazo militar ha empleado y emplea tácticas terroristas que le resultan enormemente eficaces para sus fines.
Concretamente, Hamás encontró que el uso de ataques suicidas contra civiles israelíes durante los años noventa, termina funcionando como una especie de “poder de veto” en contra de los acuerdos de paz firmados entre la OLP e Israel. La razón no es difícil de entender. Los ataques terroristas producen impactos sobre la psique colectiva de la sociedad objetivo. Estos efectos, de acuerdo con la investigación, incluyen la sensación de inseguridad de una ciudadanía bajo tensión, lo que resulta en su radicalización, el alejamiento de la tolerancia, el apoyo a líderes de mano dura que prometen el retorno de la seguridad, y por ende, el fortalecimiento de los extremos en el espectro político. Al obtener un mayor respaldo, las visiones extremas terminaron por erosionar la ruta que se había trazado desde 1992. Israel fue paulatinamente endureciendo sus posturas. La interminable cadena entonces consistirá en ataques por parte de Hamás y otros grupos militantes en contra de militares y civiles israelíes, y el uso de asesinatos selectivos de líderes de Hamás por parte del ejército de Israel, casi siempre con consecuencias de pérdidas civiles. Esta cadena, además de provocar más tensión entre Hamás e Israel, también produjo choques entre ese país y el entonces presidente palestino, Yasser Arafat.
Hamás, como movimiento de resistencia, irá así adquiriendo una gran popularidad entre la población palestina. Adicionalmente, Hamás dedica gran parte de su labor a la asistencia a través de clínicas, escuelas y otras labores sociales que van a cumplir con funciones que la ANP—una entidad a veces percibida por la sociedad palestina como ineficiente y corrupta—no cumplía.
Cuando en 2004 muere Yasser Arafat, Hamás decide entrar a la competencia política, lo que le otorga un triunfo electoral en 2006 para el Consejo Legislativo Palestino. Sin embargo, el cogobierno con el sucesor de Arafat, Mahmoud Abbas, empieza a exhibir dificultades desde el inicio. Las diferencias se trasladan al campo de las armas, y del 2006 al 2007, Hamás y el partido de Arafat/Abbas—Fatah—se enfrentan en una guerra civil. El resultado de ello es la expulsión por la fuerza de la ANP del territorio de Gaza.
Por eso desde 2007, en realidad existen dos gobiernos palestinos. Hamás controla de facto Gaza y la ANP controla Cisjordania.
Podríamos decir entonces, que Hamás cuenta con tres subgrupos o subactores. Uno es la rama militar, las brigadas de Izzedin Al Qassam, otro es su liderazgo en el exilio, y otro grupo consistirá de un sector burocrático-político encargado de ejercer tareas de gobierno en Gaza. No siempre estos grupos piensan del mismo modo, lo que produce brechas, tensiones y una gran dificultad para procesar decisiones (como un cese al fuego, por ejemplo). Complicando este escenario, en Gaza operan otros grupos militantes, como la Jihad Islámica, quienes tampoco necesariamente coinciden con los liderazgos de Hamás.
Sharon, primer ministro israelí en 2005, decide desocupar militarmente la franja de Gaza. Ya desde antes comenzaba a surgir otra estrategia de resistencia por parte de Hamás y de otros grupos militantes de Gaza: el lanzamiento de cohetes desde la franja hacia ciudades israelíes. Estos cohetes primero eran artefactos caseros. A medida que se recibe financiamiento de Irán (y posteriormente de Qatar), los misiles se fueron sofisticando con mucha mayor capacidad de amenaza a la población civil israelí.
Acá hago un paréntesis. Hamás forma parte del llamado “eje de resistencia” proiraní. Pero como explica Barel: “La colección de países y organizaciones pertenecientes al círculo de influencia y patrocinio iraní no es uniforme. No son ‘repúblicas populares’ de la era soviética, comprometidas con una sola ideología y completa obediencia al Kremlin. La conexión entre Irán y Hamás nació casi por casualidad, después de que Israel decidiera en 1992 deportar a más de 400 miembros y líderes de Hamás a Líbano. Irán y Hezbollah acogieron a los deportados, brindándoles entrenamiento militar en Líbano. También los financiaron con una suma de $50 millones de dólares al año, que continuó siendo generosamente proporcionada incluso después de que los miembros de Hamás regresaron a los territorios ocupados”.
Esto creó dependencia económica y militar de Hamás para con Hezbollah e Irán, pero no confianza ideológica o solidaridad religiosa. En 2013, el sheikh Youssef al-Qardawi, considerado el líder espiritual de la Hermandad Musulmana y la fuente de inspiración religiosa de Hamás, lanzó un ataque sin precedentes contra Hezbollah e Irán por la masacre de cientos de miles de civiles por parte del régimen de Assad en Siria. Refiriéndose a Hezbollah, dijo: "El líder del partido de Satanás ha venido a luchar contra los suníes... Ahora sabemos lo que Irán quiere. Quiere masacres continuas para matar a los creyentes suníes".
Esto como vemos, complejiza las relaciones Hamás-Irán. No obstante, tras años de distanciamiento, de manera posterior a la guerra en Siria, Hamás se reconcilió con Teherán y Hezbollah, y, unidos esencialmente por la lucha contra Israel, hoy esa agrupación conforma uno de los pilares del eje de resistencia proiraní.
Toda esta serie de factores contribuye al establecimiento de un bloqueo por parte de Israel a Gaza, implementado (junto con Egipto, un país cuyo gobierno también vivió su propio proceso en contra de la Hermandad Musulmana durante la década pasada), con fines de seguridad y control de tráfico de armas, pero que termina también por impactar sobre la población civil de la franja. Gaza es un territorio muy densamente poblado de más de 2 millones de habitantes cuya mayoría vive por debajo de las líneas de pobreza, con un altísimo desempleo y muy serias condiciones de precariedad. A pesar de que Israel terminó por relajar relativamente este bloqueo, la realidad es que no se han generado condiciones para que Gaza pueda experimentar una mejoría económica a lo largo de los años. Ello además de producir circunstancias materiales muy complicadas, genera resentimientos que dificultan las soluciones en el largo plazo.
La prolongación y permanencia del estado de guerra entre Israel y Hamás (además de los otros grupos militantes), tuvo sus escaladas más importantes en 2008-2009, 2012, 2014, 2021 y ahora, tras los atentados terroristas cometidas tanto por esa organización como por la Jihad Islámica en contra de Israel.
Sin embargo, hace falta entender un poco acerca de la complejidad que arriba señalábamos. Al menos desde que Hamás es gobierno, en esa agrupación han coexistidos distintas visiones acerca de la forma de librar la lucha de resistencia contra Israel. Algunos actores que han tenido a su cargo las tareas de gestión cotidiana de la vida de dos millones de personas, privilegiaban una estrategia más paulatina, más negociadora, podríamos decir, más moderada (sin alterar las metas de fondo que incluyen la desaparición de Israel, pero sí los medios o las velocidades para implementarlos). Otros actores en Hamás, en cambio, privilegiaban una lucha más radical, violenta y de más alto impacto.
Lo que podemos ver es que con la puesta en marcha de una macrooperación terrorista como las del 7 de octubre, planeada con 18 meses de anticipación, en la que participaron al menos 1,500 atacantes, el debate queda definido en favor de la lucha armada radical. La clave para entenderlo está en Sinwar, quien lidera a Hamás en Gaza desde 2017. Sinwar opera como líder de un pequeño y radical grupo de miembros veteranos del ala militar de Hamas, que incluye al hermano de Sinwar, Mohammed, así como a Marwan Issa y Mohammed Deif. Este es el grupo que está por encima de los comandantes de brigada y dicta la política de la organización. Y entonces, el liderazgo de Hamas en el extranjero sirve principalmente para transmitir mensajes de otros países a Sinwar y su gente en Gaza.
Para entender mejor la lógica bajo la que la organización decide planear y operar los atentados que detonan la situación actual, recupero estos extractos de recientes entrevistas efectuadas por el NYT a algunos de los líderes de Hamás en el exilio. "Fue necesario 'cambiar toda la ecuación y no solo tener un enfrentamiento', dijo Khalil al-Hayya, miembro del cuerpo directivo de alto nivel de Hamas, a The New York Times en Doha, Qatar. 'Logramos poner nuevamente el tema palestino sobre la mesa, y ahora nadie en la región está experimentando calma'”, “Teníamos que decirle a la gente que la causa palestina no moriría”.
"Espero que el estado de guerra con Israel se vuelva permanente en todas las fronteras y que el mundo árabe esté a nuestro lado", dijo Taher El-Nounou, asesor de medios de Hamas, al NYT.
Es decir, la parte a considerar acá estriba en que, si acaso a alguien le quedaba la duda de que aquellos actores de Hamás que buscaban una relativa moderación para contar con medios y recursos a fin de poder gobernar—una concepción que marcó la lectura en Israel acerca de que Hamás no estaba interesada en un conflicto por ahora—podrían ganar su discusión interna, la realidad es que esa organización se manifiesta, ya no desde el ala radical en Gaza, sino desde su liderazgo en Doha bajo los siguientes términos: "El objetivo de Hamas no es gobernar Gaza y proveerle agua, electricidad y cosas así", dijo Al-Hayya, miembro del politburó al NYT. "Hamas, los Qassam y la resistencia despertaron al mundo de su profundo sueño y mostraron que este tema debe seguir en la mesa.", "Esta batalla no fue porque queríamos combustible o trabajadores", agregó. "No buscaba mejorar la situación en Gaza. Esta batalla es para cambiar radicalmente la situación."
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