El mundo es un sistema cada vez más interconectado. Los países no somos islas sino piezas del sistema que son impactadas por el todo y que, a su vez, impactan al todo. Es por ello que los temas prioritarios de las agendas nacionales en cuestiones como política, economía o paz y seguridad, deben mirarse no solamente desde sus dimensiones locales, sino también desde otros niveles, lo que incluye el regional y el global. La política exterior no se puede reducir a la “imagen de México en el exterior” mientras esperamos que otros actores actúen o decidan en temas que nos afectan. Por el contrario, la política exterior es la herramienta para vincular lo interno con lo externo, e incidir en lo que acontece en ese sistema, justamente a favor de esas prioridades e intereses nacionales.
Podemos resumir la situación que describo de la siguiente manera:
1. Una creciente interconexión de temas globales. Esto incluye asuntos que van desde lo económico hasta lo político. Desde temas de polarización, democracia o gobernanza, hasta muchos otros que tienen que ver con la seguridad, la paz y la estabilidad.
2. La necesidad de entender esas interconexiones se hace cada vez más patente, así como el impacto que esas interconexiones puede tener en temas que son prioritarios y que puedan formar parte del plan nacional de desarrollo u otros planes o programas de gobierno. Coloco algunos ejemplos simplemente para mostrarlo:
2a. Es imposible establecer metas de crecimiento, inflación u otras variables macroeconómicas sin comprender, ya no solamente el panorama económico internacional, sino el político y el geopolítico. Por ejemplo: ¿qué efectos tendrá en la economía global un conflicto más prolongado o extendido en Medio Oriente? ¿Qué impacto tendría sobre variables relativas a la economía y el comercio una mayor escalada en el conflicto ucraniano? ¿Qué efectos ocurrirían si Rusia consigue nuevos éxitos ofensivos? ¿Qué efectos tendría para la economía global una escalada en Taiwán hacia el año 2027—año que se marca como crucial para este tema? ¿Cómo se cruzan esos escenarios con los escenarios electorales en EU y en otros sitios? En fin. De lo que estamos hablando es de la falla en efectuar predicciones económicas atinadas (lo que ha sucedido en todo el planeta) a raíz de no haber planteado adecuadamente los escenarios y sus probabilidades, las cuales, aún siendo bajas, requerían consideración. Por ejemplo, tras la acumulación sostenida de más de 90 mil tropas rusas sobre las fronteras con Ucrania desde marzo del 2021 (casi un año antes de la invasión frontal), había que elaborar un escenario de invasión masiva, asignar una probabilidad a ese escenario, y no dejar de considerarlo para predicciones financieras y económicas del 2022, en lugar de simplemente reaccionar con sorpresa como sucedió entre gobiernos y empresas de todo el mundo. Lo mismo al respecto de Medio Oriente y otras regiones.
2b. Esto es válido también para temas de salud, por ejemplo, y respecto al impacto de una pandemia no solamente a nivel global, sino en los niveles locales. Considerar escenarios y probabilidades se vuelve indispensable.
2c. En temas de seguridad ocurre algo similar. Ya no solo en términos de la estabilidad entre los actores estatales, sino en otros asuntos como crimen organizado transnacional y temas relacionados como el lavado de dinero, el tráfico de personas, o bien, en los crecientes nexos entre organizaciones terroristas y crimen organizado.
3. Y así con muchos otros asuntos. Los anteriores son solo algunos ejemplos. Entender estas interconexiones impacta directamente sobre nuestros diagnósticos y necesidades prioritarias a nivel interno. La agenda de metas y objetivos nacionales, en otras palabras, no está desvinculada de lo que sucede fuera de nuestro país.
4. Además de efectuar diagnósticos y trabajar con escenarios, por tanto, está en nuestro interés central tener mayores y mejores capacidades para incidir sobre esa agenda internacional a favor de nuestras prioridades nacionales.
5. No obstante, a lo largo de los últimos tiempos, en decenas de viajes y foros en que he participado se aprecia un relativo desinterés de lo internacional (con excepciones muy específicas), o la concepción de que lo que sucede fuera del país no es prioritario. Esto inicia con la idea de que la política exterior se reduce a la imagen de México en el exterior, o la capacidad de México para atraer inversión extranjera o turismo, lo cual ha impactado a gobiernos de muy diferentes partidos políticos y ha culminado en la conclusión de que “la mejor política exterior es la interna”.
6. Nuestra presencia al más alto nivel en foros globales se ha reducido. La prioridad parece limitarse a las relaciones bilaterales México-EU, y a veces a temas latinoamericanos, mientras que a otros espacios se envía únicamente a la o el canciller, o a otros miembros del gabinete. Se desaprovecha una serie de foros multilaterales o internacionales como ocurrió en Hiroshima con el G7 (al cual, por ejemplo, Lula sí acude), o incluso al Foro de Seguridad Internacional de Halifax, al que solían acudir nuestros secretarios de defensa y marina. El resultado no es ya únicamente que México se encuentra enormemente ausente en las discusiones, sino que perdemos capacidad para tener un mayor impacto en las decisiones que se tomen y que afectarán lo que ocurra en el globo.
Desafíos
1. El primer desafío consiste en la complejidad de las distintas situaciones internacionales en la actualidad. Incluso con una transformación en nuestra capacidad para diagnosticar y en nuestra voluntad para incidir en esas agendas, no hay caminos fáciles para estabilizar por ejemplo la situación en Medio Oriente, o la rivalidad entre las superpotencias. Pensemos en Ucrania para poner un caso. Cualquier plan para ceses al fuego o al menos la estabilización el conflicto genera huecos y cabos sueltos que necesitan ser considerados, comprendidos y superados.
2. Segundo, México por sí solo no tiene demasiado margen de maniobra.
3. El tercero está marcado por nuestra relación con EU y las restricciones que esa relación conlleva. Frecuentemente, adoptar determinadas posiciones, puede enfrentarnos con nuestro mayor socio y vecino. Más aún considerando la probabilidad de que Trump regrese a la Casa Blanca.
4. Hay otros desafíos, pero el mayor consiste en superar la propia convicción de que no tenemos capacidad o posibilidad de incidir en lo que sucede a nivel global.
Oportunidades
1. Hay una gran cantidad de países tanto en nuestro continente como en otros, que no solo se beneficiarían, sino que necesitan reducir los riesgos globales y que caminarían conjuntamente con México hacia esa ruta, asumiendo que exista la imaginación y creatividad suficiente. México, como potencia media y regional, como una de las 15 economías más grandes del mundo, necesita ser más proactivo, pero no necesita trabajar solo.
2. Además de ello, existen muchos otros actores en los niveles subnacional, transnacional e intergubernamental, también interesados en avanzar esta serie de agendas. Detectarlos y asociarse con ellos se vuelve indispensable.
3. Adicionalmente, diagnosticar adecuadamente y adoptar políticas internacionales encaminadas a fortalecer las metas y objetivos nacionales, resultaría en beneficios palpables a nivel interno. Pensemos por ejemplo en la posibilidad de estabilizar algunos de los conflictos globales, en reducir los efectos inflacionarios o en la escasez provocados por esos asuntos internacionales, pensemos en la posibilidad de efectuar predicciones económicas más atinadas, en la reducción de las incertidumbres para la inversión, en la reducción de la conflictividad global y los riesgos en temas migratorios. Pensemos en la posibilidad de combatir de manera más colaborativa áreas como el crimen organizado transnacional, sus redes de lavado de dinero o los nexos terrorismo-narcotráfico. Todo ello generará un impacto político positivo incluso a nivel interno.
Algunas Recomendaciones
1. Efectuar diagnósticos detallados acerca de los temas que se señalan, orientados a evaluar predicciones, detallar riesgos y oportunidades potenciales acerca de cómo lo internacional impacta e impactará sobre los intereses nacionales mexicanos.
2. A partir de esos diagnósticos diseñar metas, objetivos y planes que incluyan la incidencia más proactiva de México en los temas internacionales a favor de sus intereses.
3. Detectar actores estatales, subestatales, no estatales, transnacionales e intergubernamentales que podrían ser socios potenciales en términos de nuestras metas y objetivos. Establecer reuniones y agendas de trabajo con esos actores en diversos espacios, foros y encuentros bilaterales a todos los niveles.
4. Definir una amplia agenda de participación de nuestra/o presidenta/e con objetivos precisos de cada encuentro (delimitando fortalezas, debilidades, riesgos y oportunidades para cada uno de esos encuentros), exhibiendo presencia y capacidad de incidencia a favor de nuestra agenda.
5. La agenda que señalo no se limita, pero sí incluye a EU en todos los niveles de trabajo (nuevamente, tanto vinculación entre gobiernos federales, como vinculación con actores subestatales y de otros niveles). Particularmente, para el caso de que Donald Trump llegue a la presidencia, tendrá que elaborarse un análisis específico acerca de cómo el incrementar el diálogo, la negociación, y la colaboración con ese mandatario—incluso considerando su propia agenda política—podrá beneficiarnos, especialmente si es que es posible empatar algunos de nuestros objetivos internacionales y los suyos. Al mismo tiempo, sin embargo, se requerirá creatividad para sortear los rubros en los que nuestras metas u objetivos internacionales, pudieran generar conflictos con la Casa Blanca.
En suma, todo lo que acá se anota, forma parte crucial de nuestra agenda y necesita una revisión mucho más detallada que lo que este texto ofrece. El tema central, sin embargo, consiste en considerar que lo que ocurre fuera de nuestro país nos impacta y nos importa, y que por tanto está en nuestro más alto interés darle la prioridad adecuada.
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