No hubo que esperar hasta (la todavía posible) elección de Donald Trump para atestiguar la intervención del gobierno de Estados Unidos en territorio mexicano. El presidente Biden se le adelantó —buscando quizás entregar algunos votos de los conservadores a su candidata Kamala Harris— demostrando que también ellos pueden actuar directamente en el desmantelamiento de los cárteles mexicanos, sin previo aviso y sin pedir permiso. En la conferencia matutina del viernes, la secretaria de Seguridad Pública (y futura secretaria de Gobernación) acuñó la frase que quedará para la posteridad: “Lo único que sabemos es que salió uno y llegaron tres”.
Se agradece la franqueza. Sin darle vueltas al asunto, Rosa Icela Rodríguez reveló entre líneas mucho más de lo que dijo. Ignoraba cómo fue que dos de las cabezas principales del Cártel de Sinaloa cayeron en manos del gobierno estadounidense: si fue por una entrega pactada, si fue por engaños bien ejecutados o si fue un secuestro. Solo confirmó que, en efecto, Ismael Zambada y Joaquín Guzmán López salieron de Sonora, en un avión privado, gracias a las gestiones de un señor apellidado Ibarrola que engañó (o corrompió) a las autoridades migratorias y a la policía mexicana: “Salió uno y llegaron tres”.
En esa conferencia se nos dijo, también, que la comunicación con el gobierno de Estados Unidos fluye a través de su embajada en México. La única excepción que se informó a los medios fue la de una supuesta llamada telefónica entre los fiscales generales de ambos países, cuyo contenido también se desconoce. La secretaria de Seguridad Pública se enteró, a través de la embajada, de la captura (negociación, secuestro) seis o siete horas después de que aquel avión privado despegó de México. Dijo también que se comunicó de inmediato con los secretarios de la Defensa Nacional y de Marina para darles la noticia, pero éstos ya estaban enterados: la misma embajada, informó, les había avisado antes que a ella. No me pasa inadvertido el dato: la cabeza civil del sistema de seguridad pública no fue informada por sus supuestos subordinados, jefes de las fuerzas armadas. Pero tampoco el presidente: López Obrador lo supo hasta después de las cuatro de la tarde.
Dice Rosa Icela Rodríguez que la información entre los dos gobiernos es fluida y confiable. Empero, el “Mayo” Zambada no había sido detenido nunca por autoridades mexicanas, porque nunca lograron localizarlo. De eso se jactaba el propio “Mayo” desde aquella entrevista que el capo decidió otorgarle a Julio Scherer (padre) hace ya casi tres lustros: en 2010. Se ocultó con éxito de los gobiernos mexicanos, pero no de Estados Unidos. Si de veras hay tanta información cruzada como la que presume Rosa Icela Rodríguez, ¿por qué los americanos prefirieron una operación secreta, violando la soberanía de México? ¿Tanto desconfían de nuestras autoridades?
“De acuerdo a la Estrategia Nacional de Seguridad Pública (DOF 16/05/19) y al Plan Nacional de Desarrollo (DOF 17/07/19) (dice la página oficial del Gobierno de México), se entiende a la seguridad nacional como una condición indispensable para garantizar la integridad y la soberanía nacionales, libres de amenazas al Estado (...). La seguridad nacional se encuentra definida —con un enfoque práctico— en la ley de la materia como: las acciones destinadas de manera inmediata y directa a mantener la integridad, estabilidad y permanencia del Estado mexicano, tanto en su vertiente de seguridad interior como de defensa exterior (...)”
Amenazada desde dentro por los cárteles y desde el exterior por Estados Unidos, la seguridad nacional está en crisis. Por eso, los mal dicientes andan repitiendo que al gobierno mexicano le pasó lo mismo que al avión mágico: salió uno y llegaron tres.
Investigador de la Universidad de Guadalajara