Movimiento Ciudadano (MC) ha sido el único de los siete partidos nacionales que se ha sujetado a los tiempos y los procedimientos establecidos en las reglas electorales. Los otros, aliados en dos coaliciones irreconciliables, han vulnerado la ley a la vista de todo el mundo con el respaldo necio de sus militantes. Además, por haber decidido que no se sumaría a ninguna de las partes que han llevado a México a la polarización, está pagando costos altos.

En México es mucho más difícil seguir las reglas que vulnerarlas. De sobra sabemos que portarse bien, en cualquiera de los espacios donde convivimos, suele pagarse caro y, en materia política, mucho más. Los avezados repiten que, para prosperar en esos ambientes, hay que ser maquiavélico a la mala. Al decidir el apego a los tiempos legales para elegir candidaturas y correr solo en las elecciones del 24, MC se está enfrentado a todos. Sus adversarios repiten los números como predicción para atacarlo: dicen que no logrará superar un dígito en la proporción de votos; otros dicen que, al ir solo, dividirá a la oposición y le hará el juego a Morena (como si no hubiese sido más fácil sumarse y ya); otros más, afirman que el líder de MC está cobrando una venganza personal; y otros, que a los militantes de ese partido solo les interesa el dinero.

No prestan atención a la agenda programática de MC y muy pocos se han detenido a evaluar su conducta legislativa y sus resultados en los gobiernos locales. Es el único partido nacional que irá con sus propios medios; el único que ha decidido abrazar una ideología bien definida; el que se ha negado a convalidar el autoritarismo presidencial; y el que se ha opuesto a la lógica aritmética impuesta por las coaliciones. Quienes están acusando a MC de servir a los intereses del partido oficial, ignoran que están atacando a la única opción capaz de restarle votos a Morena y sus aliados; y quienes lo denuestan desde el gobierno y sus cortes palaciegas, saben que MC puede representar mejor a quienes se hartaron antes de la partidocracia, pero hoy han sido desdeñados por el gobierno.

Su agenda legislativa no se ha movido de la defensa de los derechos fundamentales ni de la protección a los grupos vulnerables. Fue el único que tuvo una propuesta concreta para paliar los efectos de la pandemia entre los pobres, el único que ha impulsado las causas de la comunidad LGBTI sin chistar y el que ha enarbolado con sinceridad la defensa del medio ambiente. Ha respaldado al gobierno cuando éste ha honrado la agenda igualitaria y lo ha enfrentado ante la militarización.

Algo ha hecho bien MC, cuando siete de los diez municipios más transparentes son de ese partido; cuando en Jalisco, después de gobernar por años y a pesar de la irrupción de Morena en la entidad, sigue siendo la primera opción en municipios, en el legislativo y en el gobierno estatal; cuando en Nuevo León tiene más respaldo electoral que cualquiera de sus adversarios; y cuando por sí mismo es la segunda fuerza en buena parte del sureste de México. A mí me gusta la propuesta socialdemócrata de MC, su apego a los tiempos legales y su necedad de avanzar con identidad propia.

Lo que está por verse es si la irrupción accidentada y tropezona de Samuel García le dará o le quitará votos. Si el tono norteñón, desenfadado y empresarial de quien es, a todas luces, su precandidato principal, no contradice las ideas socialdemócratas que MC ha postulado. Y si bien la elección del 24 será la más “local” que hayamos tenido nunca y la disputa por la mayoría absoluta en el Congreso será la madre de todas las batallas, es innegable que la campaña presidencial acabará imantando el tono de todas las demás. ¿Qué tanto pesará Samuel García en los próximos meses? De momento, solo parece un patito feo.

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