Hace ocho días murió Enrique González Pedrero. En cálido mensaje, el presidente de la República lo describió en una frase: gran maestro y amigo. El autor de la tesis que le ha dado identidad al gobierno (por el bien de todos, primero los pobres) escribió mucho, enseñó mucho y trabajó mucho haciendo todo lo que pudo por construir un país justo, democrático e igualitario. A esa labor dedicó toda su vida. Su obra más conocida es País de un solo hombre. El México de Santa Anna cuyo contenido, como los buenos vinos, gana más calidad con el paso del tiempo. Pero escribió más, mucho más. Y de una parte de esas obras tomo los fragmentos que completan esta nota y que transcribo aquí como si lo estuviera oyendo:
“En la ética de la convicción —que yo llamaría pasión— la ideología lo ciega todo. Hay políticos, hay periodistas que solo piensan en la ideología, que se apasionan con ella, que creen que lo que no es ideología no tiene interés. Tener convicciones en la vida es muy importante pero creer que las convicciones son la vida es un error.
Nada grande en el mundo se ha hecho sin pasión, pero con la sola pasión nada inteligente se hace en el mundo” (Discursos por Tabasco, Vol. 1, p.83).
“Solo los cortos de vista y de experiencia pueden postular el río revuelto como política. Por una razón simple que postulo como pregunta: ¿a quién beneficiaría el río revuelto? No, por cierto, a los mexicanos, ni a la democracia, ni a la prensa libre. (…) Ir contra la libertad acallando voces, suprimiendo plumas, coartando derechos, es atentar contra la sociedad y atacar la vida política que hace posible la convivencia civilizada entre los hombres (…). Atentar contra hombres libres es atentar contra la democracia” (Idem. Vol. 2, pp.88-89).
“Hay dos maneras de hacer política: a plenitud con total conciencia de que la hacemos porque somos hombres o, precariamente, sin saber o sin querer, como las abejas que son gregarias pero lo ignoran. Puede cumplirse la inclinación política a sabiendas o ingenuamente: como arquitectos o como abejas” (La cuerda floja, p.140).
“Las organizaciones ciudadanas son exactamente lo inverso del espíritu autoritario que ha impregnado a nuestras instituciones: del Ordeno y Mando virreinal y presidencial. La sociedad civil ni obedece ni calla: protesta, se manifiesta en voz alta con autenticidad, desborda a la institución y a la solemnidad y se coloca en las antípodas del egoísmo individualista neoliberal (…). En países con Estado democrático de derecho, con separación de poderes y con opinión pública sólida y medios de comunicación responsables, la sociedad civil juega un papel crítico: actúa como una suerte de gran parlamento, donde todo lo que importa a los ciudadanos se debate. Con mayor razón en países como el nuestro donde, a pesar de lo hecho, casi todo está por hacer”. (La cuerda tensa, p.143).
“Un ciudadano primero piensa y luego, de acuerdo con lo que piensa, actúa. Un ciudadano es un sujeto de derechos políticos en un Estado de derecho. No es un objeto pasivo de decisiones ajenas, que posee derechos pero de facto no hace uso de ellos. Es alguien plenamente consciente de lo que le pertenece: llegado el caso sabrá hacerse valer porque conoce sus derechos” (La cuerda tensa, pp. 306-307).
“El único refugio que encuentra el hombre que no se conforma con identificarse como ser individual autónomo, sino que reconoce al Otro y se reconoce en el Otro (…) es la sociedad civil, donde se desenvuelve a sus anchas, recupera gravedad y vuelve a ser. Me parece que habría que entender a la sociedad civil, menos como una forma de organización al margen del Estado y de los partidos, que como un posible espacio de encuentro entre lo público y lo privado” (Idem, p.139).
Descanse en paz, querido maestro.