El presidente está promoviendo su nuevo libro. Se titula ¡Gracias! No es la primera vez que el titular del Ejecutivo utiliza sus espacios de comunicación social para hacer publicidad a sus libros. De hecho, A la mitad del camino y Hacia una economía moral también fueron publicados durante este sexenio y ampliamente publicitados desde la conferencia mañanera. Los tres han sido editados, distribuidos y vendidos por la editorial Planeta como obras de autor, pese a que al menos los dos primeros tienen informes y datos oficiales, que se derivan del cargo. No he leído el más reciente, pero supongo que su contenido debe ser similar.
Desde la primera vez que vi al presidente haciendo publicidad de sus libros me pregunté ¿por qué, siendo informes y reflexiones escritas por un servidor público respecto las funciones que le han sido asignadas, no los publica en las editoriales del gobierno y los distribuye de manera gratuita? ¿Por qué tenemos, para leerlos, que pagar a una editorial privada? No son novelas ni poesía; no son obras de ficción. Se trata de obras escritas por el titular de uno de los poderes de la federación, quien utiliza la información privilegiada que tiene a su alcance, para explicar el sentido de sus decisiones. ¿Cómo puede convertirse eso en un negocio privado? ¿Acaso cualquier servidor público podría hacer lo mismo? ¿Podrían usar la información que cada uno tiene a su disposición en razón de su cargo público para publicar libros que les generen ganancias, tanto a una editorial privada, como a ellos?
De otra parte, el presidente ha utilizado varias veces la tribuna de su conferencia diaria para hacerle publicidad a sus obras. Supongo que la editorial Planeta debe estar muy agradecida, pues (hasta donde sabemos) no ha pagado un centavo por esa difusión masiva, que además es la más amplia que pueda desearse para quien se dedique a la mercadotecnia. ¿Cuánto dinero tendría que haber invertido Planeta para llegar al público que, de manera gratuita, le ofrece el presidente cada vez que le hace publicidad a sus libros desde su plataforma oficial, en el corazón del Palacio Nacional y con todas las redes de comunicación social puestas a su servicio?
Sabemos, por la voz del propio presidente de la República, que esos libros le han permitido obtener cuantiosos recursos. Alguna vez dijo que “se había rayado” porque uno de esos libros le había generado ingresos por cerca de 3 millones de pesos. Si esas fueron sus regalías en uno de los cortes de venta, ¿cuánto habrá ganado la editorial por publicar ese libro? Quienes nos dedicamos, entre otras cosas, a escribir libros académicos sabemos de sobra que apenas puede soñarse siquiera con obtener esa cantidad de dinero por alguna de nuestras obras. Ese mercado está reservado para los libros de ficción y los grandes novelistas, ya encumbrados. Algunos libros de texto de uso masivo y uno que otro de autoayuda, también pueden ser buenos negocios a lo largo del tiempo. Pero solo excepcionalmente se obtienen esas regalías por la venta de ensayos políticos de coyuntura. El presidente es un best seller.
No sabemos a ciencia cierta qué dicen los contratos que ha firmado el autor López Obrador con sus editores, ni tampoco el volumen de venta realmente acumulado, ni el mercado al que han llegado las obras, porque toda la operación es privada. Es literalmente un negocio entre particulares, basado en la difusión de asuntos públicos, escritos por un funcionario público y publicitado desde espacios públicos.
Como se trata de libros y del presidente de México, nadie parece incómodo con esos arreglos personales. Pero esa conducta está expresamente prohibida en las leyes vigentes. Aunque hoy devolviera el dinero, el negocio privado ya se habría consumado.