Tras las decisiones tomadas por el Consejo General del INE (con el voto en contra de cuatro integrantes de ese órgano colegiado, que sí estudiaron aritmética), quedan solamente seis personas para impedir que la aventura autoritaria del presidente López Obrador se imponga como destIno del país: tres de las y los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (y en caso de que éstos también se rindan a la aplanadora del poder) tres senadores o senadoras dispuestas a traicionar a sus banderías para ganarse los favores del gobierno.

No ignoro que fueron muchos quienes le dieron su respaldo al proyecto de Morena, pero no tantos como para imponer sus decisiones a todo el país. Lo que haría posible ese desenlace sería que ese partido de un solo hombre obtenga los votos suficientes para modificar el régimen a su imagen y semejanza. En el INE, la consejera Claudia Zavala dio clases de derecho y de primaria: recordó que el propósito de la representación proporcional es equilibrar a las fuerzas políticas de la Cámara de Diputados para que no sea una sola la que haga lo que quiera con la Constitución y con las leyes y, por eso, hay límites. Zavala explicó que no es lo mismo el 8 por ciento de una cifra que sumar 8 a ese mismo número: el 8 por ciento de 10, por ejemplo, es 0.8, mientras que sumar 8 a 10 da 18. Esto último es lo que hicieron en el INE para darle la mayoría artificial a Morena y sus aliados, con el argumento de que ese error ya se había cometido antes.

Esa decisión ya ha sido impugnada. Ahora toca a las y los magistrados del Tribunal Electoral honrar la ley: impedir mayorías artificiales no ganadas en las urnas y hacer las cuentas correctas. Bastan tres votos de la Sala Superior para que eso suceda. Que tres personas comprendan que más de 20 puntos añadidos con trampas a los vencedores (y arrebatados a los demás partidos) es un despropósito jurídico, político y aritmético. Con nombres y apellidos, serán Mónica Soto, Reyes Rodríguez, Janine Otálora, Felipe Fuentes y Felipe de la Mata quienes decidirán si Morena se hace, en definitiva, de la mayoría calificada de la Cámara de Diputados a pesar de no haberla ganado. Bastará que tres voten como la mayoría de las y los consejeros del INE para que ese abuso quede consumado y el 1 de septiembre comience la algarabía.

Si eso sucede, lo único que quedará será la Cámara de Senadores para frenar el Plan C que quiere entregar todo el poder político de México a una sola persona. Ahí, a Morena (y sus rémoras) le faltan tres votos para hacerse de la mayoría calificada. Y la pregunta que todos nos hacemos es si podrán presionar o comprar o persuadir a tres senadoras o senadores para concluir el proyecto autoritario en curso, como regalo de despedida a López Obrador. Descarto que alguna o alguno de los suyos tenga las agallas o la dignidad para oponerse al presidente. Así que todo dependerá de tres personas dispuestas a traicionar a sus electores y pasar a la historia como peones del poder.

Hay tanta miseria política en nuestro sistema de partidos, que me cuesta creer que podemos apostar a que el presidente no logrará cerrar su sexenio arrasando la esperanza democrática. Como nunca antes, deseo equivocarme por completo. Me gustaría que tres de los y las magistradas electorales hagan bien las matemáticas y cierren el salto hacia el abismo del Poder Judicial donde trabajan, salven a los órganos autónomos e impidan la militarización y la coacción autoritaria a la que quiere ir el presidente. Y de no ser así, me encantaría que el Senado se mantenga firme y no haya nunca tres senadores dispuestos a entregarse.

Estamos en manos de tres personas en el tribunal electoral y de otras tres en el Senado. Sabremos pronto si los primeros no alcanzan y los segundos sobran. Y de ahí en más, volver a empezar.

Investigador de la Universidad de Guadalajara

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