Se dice, decimos, repetimos, que México vive tiempos de polarización o, más directamente, que los mexicanos estamos enfrentados. Sí, unos de un lado y otros del otro, y además distantes, enojados, insultantes, dogmáticos, con ganas de decir y hasta de gritar lo nuestro, pero con serios problemas auditivos para escuchar lo ajeno.
Cada bloque asume que tiene la razón en paquete, en una especie de todo o nada, y en el cruce de adjetivos hay descalificación y agravio.
Con esta lógica, las dos partes han terminado por creer que más o menos la mitad de la población está en lo cierto y ama a México y la otra vive en el error y odia al país. Lo que no aclara esta clasificación es quién está de un lado o del otro y menos explica cómo es que, si hay dos bloques, todos afirmamos estar del lado correcto.
En teoría, esto es imposible, porque no puede ser que, pensando tan diferente, todos estemos en el mismo lado, y además todos en el bueno. Pero… ¿y si sí?
Pues sí, la respuesta es sí.
La ciudadanía y las candidatas podemos diferir en nuestra percepción del México que recibirá el próximo gobierno, pero no del México que en lo esencial queremos que entregue en 2030, esto es:
Un país democrático, unido en lo fundamental.
Un México con menos pobreza y más justicia social.
Un México en paz, en armonía y con Estado de derecho, en el que prevalezcan la seguridad jurídica y la seguridad pública. Sin violencia y sin impunidad, y por lo tanto sin miedo.
Un México de calles, barrios, colonias, pueblos, ejidos, rancherías y carreteras seguras, que podamos disfrutar todas y todos sin sobresaltos ni temores.
Una nación con un sistema de justicia sólido, imparcial e independiente.
Un país con un sistema público de salud robusto, de calidad y sostenible que sirva a todos los mexicanos que cuenten con seguridad social y a quienes carecen de esta cobertura.
Un sistema de educación pública que contribuya a la movilidad social, que impulse la igualdad a través de la generación de oportunidades para los sectores de menores recursos y que evite la perpetuación familiar de la pobreza.
Un México con oportunidades laborales y de emprendimiento para los jóvenes que concluyan sus estudios.
Un México con seguridad jurídica que impulse los negocios, atraiga las inversiones y favorezca el emprendimiento, la generación de empleos, la fortaleza del poder adquisitivo y el crecimiento económico.
Un México en el que se hayan realizado las obras necesarias para contar con agua potable en todo el país de manera sustentable.
Un México con la suficiente energía, infraestructura y seguridad jurídica para que el nearshoring se esté aprovechando al máximo.
Un país que con oportunidades de trabajo y buenos salarios permita que mexicanas y mexicanos prosperen en su tierra y no se expongan a los riesgos de la migración indocumentada.
Sí, habrá muchas diferencias y en algunos renglones tendremos posiciones polarizadas, pero el campo común de acción conjunta es muy amplio y puede brindarnos productivas coincidencias sobre los temas más relevantes en los años siguientes y al arribar a 2030.
Este es nuestro país, el único que tenemos, y por ello todas y todos, independientemente de la fracción que hayamos elegido, debiéramos estar dispuestos a trabajar por las coincidencias y a darle viabilidad a un México de todos, sin exclusiones de ningún tipo.