El elemento que dispara la pregunta es obvio. Empresarios, comentócratas, médicos y expertos cuestionan la estrategia del gobierno frente al Covid-19. A pesar de ser “ciencia”, ante este tema de salud no hay una respuesta unánime, sino una madeja de preguntas cada vez más apremiantes. Dejo de lado la conducta de AMLO, eso ya se ha criticado bastante y con razón. También dejo atrás el mito de que sólo los epidemiólogos pueden opinar. Las respuestas a la situación actual van más allá de esa área de conocimiento. Con esto en mente, lo que quiero deslizar aquí es la probabilidad de que el gobierno esté actuando de forma correcta.

Una prueba de ello es que contamos con información suficiente. Con tan sólo revisar las conferencias del subsecretario López-Gatell se puede reunir información necesaria para trazar la estrategia del gobierno. A continuación, se reconstruye brevemente la película: desde el 3 de enero –en ese entonces con sólo 44 casos en China- el gobierno federal empezó a tomar ciertas precauciones, como construir un modelo matemático para predecir la evolución de la pandemia y la forma en que afectaría a México. Además, se crearon un protocolo de vigilancia y un plan de contingencia. Asimismo, se instruyó al personal médico para que detectara cualquier caso de coronavirus. Posteriormente, se definieron las famosas tres fases de respuesta al contagio.

Después de implementar estas acciones, el 27 de febrero, se registró el primer caso de una persona infectada con coronavirus en suelo mexicano. El paciente recibió tratamiento, al tiempo que se intensificó la campaña gubernamental de información sobre el virus en medios de comunicación. Todos los días a las siete de la tarde, funcionarios públicos darían una conferencia para brindar datos técnicos sobre la propagación del virus en México. Insisto: información no nos ha faltado.

Sin embargo, es evidente que esta película resultó poco creíble para muchos, pues parecía simplificar, omitir y esconder deliberadamente la realidad. Es inevitable que así se percibiera por dos razones. La primera es que la impronta de nuestro tiempo es la desconfianza hacia el Estado y el gobierno. La segunda razón es que ésta es la pandemia más globalizada que hayamos vivido como humanidad. Tenemos a un click de distancia una cascada diaria de información –con muchas distorsiones– que abruma, estresa y confunde. El mayor error, sin embargo, es creer que todas las experiencias son iguales, que todos los países tomaron (o debieron tomar) las mismas medidas, al mismo tiempo.

De algo estamos seguros: México no es Corea del Sur, Estados Unidos ni Francia. No tenemos la tecnología coreana ni su cultura de obediencia (Chul Han). Tampoco tenemos los recursos estadounidenses, ni el Estado francés fuerte y napoleónico. México tiene un Estado muy endeble y esa debilidad refulge en tiempos de crisis. Nuestro sistema de seguridad social es un parche que sólo cubre a 40% de la población; el otro 60% trabaja en la informalidad y millones de mexicanos viven al día.

Ante esta realidad, la estrategia gubernamental de mantener el contacto social y evitar un estricto confinamiento no es –como se ha dicho– una medida para privilegiar la economía por encima de la salud. En realidad, se trata de una estrategia que también busca salvar vidas. La ponderación no es entre el valor de la salud y el valor de la economía, ya que, en nuestro país, millones de vidas dependen de la economía.

Considerando que una parte importante de la población existe en una economía de subsistencia, resulta comprensible que no se promueva una cuarentena draconiana. Y a diferencia de España e Italia, la campaña de distanciamiento social en México comenzó incluso antes de que se comprobara una propagación comunitaria. De hecho, fuimos el primer país del mundo en establecer un “protocolo técnico para el diagnóstico y realizar la prueba a todos los casos sospechosos”.1

En esta segunda fase –la actual- el número de pruebas aumentará, ya que la cadena de contagio se difumina. Sin embargo, para realizarlas, el gobierno debe establecer un control de calidad y medios para que los laboratorios públicos y privados reporten resultados oportunamente. Si esto no se hace, los falsos positivos podrían colapsar el sistema de salud. Por ello, creo que el mensaje del gobierno federal es que la responsabilidad individual –al seguir medidas básicas de higiene, mantener sana distancia y mantenerse en casa si presentamos síntomas– debe ser la prioridad. Recordemos que un 80% de los casos no manifestarán un cuadro grave o agudo. En consecuencia, mejor asumir que somos portadores del virus para así proteger a los más vulnerables.

La prioridad de México debe ser espaciar el número de contagios y aplanar la curva, para que quienes realmente lo necesiten puedan acceder a atención médica de calidad. De verdad, espero que el gobierno tenga razón.

@MartinVivanco

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