No es este un alegato en contra de Andrés Manuel López Obrador. El momento político que vivimos reclama más de las oposiciones que la diatriba simplona en contra de un personaje. Ser oposición hoy en día implica vernos a nosotros mismos en clave histórica, asumir los costos de los errores que se cometieron y aquilatar con humildad los éxitos que se tuvieron. Estamos pasmados porque nuestra identidad escapa a nuestras manos. Somos el fresco que se pinta en las mañaneras diarias por un solo dedo: somos los conservadores, los neoliberales, los corruptos que nada hicieron durante los últimos cuarenta años. Y nos quedamos callados.

Quizá nuestro silencio sea la confirmación de que, en efecto, vivimos una derrota moral. Hemos dejado que nuestros errores nos definan, porque, me atrevo a decir, nunca dimensionamos la entidad que cobrarían. El panismo lleva a cuestas más de 150 mil muertos, una estrategia fallida que sumió al país en un baño de sangre.

El priismo carga en su espalda con una corrupción que indignó, indigna, y enfurece a todos. El perredismo renunció, en un santiamén, a su misión histórica, a sus causas progresistas e igualitarias, en aras de una alianza que lo desnudaron de legitimidad. Las lozas que carga la oposición son verdaderas catedrales de ignominia. Ante esto, parecería que es mejor callar.

En lo que no reparamos es que esas catedrales no nos obligan a un voto de silencio, sino a uno de autocrítica y de acción inmediata. La crítica hacia uno mismo pasa por entender qué se hizo mal, sí, pero también por recordar por qué algunos creímos en proyectos alternos al de hoy en el poder. Parecería que nadie recuerda las razones por las cuales militó por causas distintas. Muchos lo hicimos no por defender un estado de cosas corrupto, sino porque creemos que hay algo valioso en lo que se construyó en los últimos cuarenta años. Algo valioso que debe mejorarse y protegerse de los impulsos populistas nocivos.

Estamos tan ensimismados en la agenda coyuntural, mañanera, que hemos sido incapaces de hilvanar un discurso que resuene en la esfera pública. Se repite sin cesar que la oposición es incapaz de imaginar futuros alternativos, mundos alternos. Me atrevo a decir que es porque la agenda que debe imperar en el país es la que este gobierno enarbola. Para los que no queremos que emerja la derecha más rancia –un Bolsonaro mexicano-, la opción que se nos presenta es profundizar el sentido social del capitalismo. Apostar en serio por una agenda liberal igualitaria en donde el mercado se subordine a las reglas que imponga una sociedad democrática con el fin de lograr un mínimo de bienestar para todos. Y esta agenda empata con las máximas de este gobierno: “por el bien de todos, primero los pobres”; “separar el poder político del poder económico”, “erradicar la corrupción”, “acabar con los privilegios”.

Por eso la batalla no está en el discurso, sino en los hechos. Este gobierno es uno de símbolos, de artificios, de épica, pero con poca vocación realista. He allí la oportunidad. En vez de pensar en ganar en lo simbólico, debe ganarse en el terreno de la realidad. Ante la destrucción institucional de este gobierno, toca denunciar para defender lo valioso: los intermediarios institucionales, los órganos autónomos, la división de poderes, la libertad de prensa, el debido proceso. Defender de manera clara, sin tecnicismos, de forma muy pedagógica.

Esta destrucción va a pasarle factura a este gobierno -si no pregúntenle a los padres y madres de familia que perdieron el servicio de guarderías. Y ante la construcción de políticas públicas erradas, corresponde denunciar el yerro y presentar la alternativa. La Guardia Nacional no va a pacificar al país, Pemex no va a ser la palanca de desarrollo económico del siglo XXI. Por eso, pongamos el dedo en la llaga, digamos por qué está mal, y presentemos una alternativa clara, contundente. Ante la Guardia Nacional, un plan de seguridad pública civil en el que gobernadores y alcaldes sean corresponsables. Ante un plan económico basado en Pemex, uno que se asiente en una autentica reforma fiscal donde quien tiene más, pague más, con una política muy agresiva de redistribución hacia los que menos tienen. Y así con todo lo demás.

La oposición debe denunciar lo mal hecho, pero sin nostalgia por el pasado. Dejemos de decir que antes estábamos mejor. Con el tiempo los hechos rebasarán a este gobierno y la oposición debe estar a la altura de las circunstancias. Seamos pragmáticos para aliarnos y arrebatar la mayoría oficialista que hoy existe en el Congreso en las elecciones del 2021. Que no se nos olvide: si no protegemos las instituciones sociales y liberales de la democracia, pronto podemos quedarnos sin nada que proteger. De ese tamaño es el reto.

@MartinVivanco

Google News

TEMAS RELACIONADOS