Ayer tomé protesta como diputado local en Durango. Estoy consciente de que entro a la legislatura en un momento histórico. En mi primer discurso no podía dejar de lado el entorno nacional, ya que, como miembros del poder reformador de la constitución, tendremos la encomienda de analizar las reformas constitucionales que ha propuesto el presidente López Obrador. Les comparto una parte de lo que pronuncié ayer en el Congreso.

Ésta no es una legislatura cualquiera. El país ha cambiado muchos en los últimos años; y en especial, en estas últimas semanas. Durante la transición, las instituciones del Estado mexicano se fortalecieron con la democratización, las autonomías y los contrapesos. Pero durante ese proceso, también se dejaron de contar las historias del país, las historias del dolor y del éxito de millones de mexicanos. Por privilegiar la razón técnica y cuantitativa, se dejó de hablar de las razones del poder y de los símbolos que lo acompañan. Se dejó de entusiasmar porque se dejó de explicar cómo el ejercicio de gobierno afecta a las personas de carne y hueso.

Morena vio un espacio en este vacío y lo ha aprovechado, sin que necesariamente haya entregado los resultados que prometió. Hoy la mayoría que ostenta ha cimbrado al sistema de partidos tradicional. El régimen político está en una crisis porque no puede ofrecer futuro en las formas del pasado.

Como resultado, hoy las oposiciones se pueden volver marginales. Morena y sus aliados tienen la posibilidad de modificar la Constitución de un plumazo. Y esto, si bien habla de una estrategia política exitosa, no necesariamente es una buena estrategia de gobierno. La Constitución no es un documento más, es la memoria de nuestros acuerdos fundamentales. Es, como decía Carlos Santiago Nino, nuestra carta de navegación. La Constitución, valga la redundancia, nos constituye; es la norma jurídica que da orden y sentido a la vida social y política de las y los mexicanos. Y la posibilidad de reformarla sin deliberación, de forma autoritaria, puede ser un riesgo. Sobre todo, cuando la tentación de sumisión ante el poder es más fuerte que el resorte de valentía para limitarlo y cuestionarlo.

Que nadie piense que ser mayoría brinda impunidad, ni que ser minoría debe inspirar miedo o desánimo. A quienes somos minorías no puede debilitarnos sabernos minorías. Al contrario. En nuestras voces se mantiene la voluntad de quienes creen que hay alternativas, que quieren otros caminos y otras formas de ver el mundo. En nosotros está representado el voto de quienes quieren un país que avance en la pluralidad y para la pluralidad.

En lo legislativo nuestra tarea es recordarle al poder que tener la mayoría no es tener la razón. Que el diálogo, la cooperación y la visión de Estado son indispensables para mejorar las iniciativas y su impacto en la gente. También hay que recodarle al poder que no es legítimo llegar por la vía democrática a cancelar la posibilidad de alternancia.

Puede que tengan razón en la lectura del momento, puede que la democracia haya dejado mucho que desear, que le ha fallado a la gente. Pero a quienes queremos a este país, nos toca defenderla. No como ilusión, ni como utopía, sino en el reconocimiento de las fallas que ha tenido, en su necesidad de reformarla, y siempre reconociendo su condición indispensable para garantizar los derechos fundamentales de todos, todas y todes.

Eso haré durante los próximos tres años.

Diputado

@MartinVivanco

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