AMLO se va. Qué sexenio tan complejo, tan intenso. Gobernó todos los días, aún antes de tomar posesión hace seis años. Cambió el estilo de gobernar. Con sus mañaneras moldeó la agenda pública, atacó, se “defendió”, y dictó política pública. Hizo de la austeridad la bandera para minimizar al Estado —algo totalmente neoliberal— y también para elevar el costo político de ostentar lujos desde la función pública. Se ha dicho hasta el cansancio: los resultados “positivos” de AMLO están más en lo simbólico —en el discurso— que en la realidad. Ahí están los números, ahí está la evidencia. El país es un cementerio que acumuló 200 mil homicidios dolosos y 5 mil feminicidios este sexenio. El sistema de salud está colapsado, 50 millones de mexicanos no tienen acceso a la salud. El sistema educativo fue abandonado y hecho trizas. La economía no creció. El manejo de la pandemia fue criminal. Todos estos son hechos que no dan lugar a interpretaciones.

¿Qué sí se hizo? Es cierto que el aumento al salario mínimo, la prohibición de la subcontratación y los programas sociales aumentaron el ingreso y sacaron a 5 millones de personas de la pobreza. Pero también es cierto que la pobreza extrema aumentó: 400 mil personas cayeron en pobreza extrema. El aumento del ingreso va acompañado de un sentido de libertad que muchos ignoraban, pero a la vez se acompañó de una merma de los servicios más básicos. Muchísimas personas tienen más pesos en los bolsillos, pero no tienen médicos ni medicinas, ni educación de calidad, ni servicios de cuidados. He leído todos los análisis, todos los datos, pero me cuesta ver un mejor país. Las franjas de miseria siguen siendo enormes, las disparidades a la vista, las desigualdades insultantes. Pero en el Palacio, hay fiesta.

Se ha debatido si estamos inmersos en un momento histórico; si este fue, en efecto, un sexenio merecedor del calificativo. No creo que podamos autocalificar una época así. Falta mucho por saber. ¿Es sostenible lo que se hizo en términos de ingreso sin una verdadera reforma fiscal? ¿Podrá Sheinbaum defender el legado de AMLO, es decir, esa sensación de que “estamos mal, pero vamos bien”? En lo personal, no lo creo.

Por más guirnaldas que se le quieran colocar a la presidenta electa, la realidad no la ayuda. Le dejan un campo minado. El triunfo que se dio en un día de campo —con los ya celebérrimos 36 millones de votos— se tornó en una toma de protesta en medio de una tormenta. Los nubarrones ahí están: una reforma judicial imposible de operar que afectó a todo un poder del estado, cuyos integrantes —nada más y nada menos que los encargados de dirimir los conflictos sociales— viven en el descontento y cuya incertidumbre genera desconfianza entre múltiples sectores. Una reforma militar que dota de preeminencia al poder militar sobre el civil y le da el mayor poder constitucional desde 1857. Y un presidente saliente que la tiene acorralada en varias paredes: en el Congreso vía los coordinadores; en gobernación; en bienestar y otras secretarías; en el partido con su hijo y la dirigencia. Por si esto fuera poco, con una cláusula constitucional que bien podría detonar cuando quiera: la revocación de mandato del año 2027.

Todo va a ser inédito porque esta transición sí es atípica. No sólo aquí, sino en el mundo, la mayoría de los presidentes salientes aceptan su destino y se despiden del poder. AMLO no sólo no se ha despedido, sino que lo ha concentrado más. Creo que el debate sobre si tendremos un maximato o no, es un poco ocioso. Tendremos un expresidente hiperpoderoso y una presidenta con facultades legales amplísimas pero cuyo ejercicio pleno está en duda.

El final de sexenio me deja una sensación de que ya no hay límites de lo posible, que cuando crees que ya lo has visto todo, algo peor puede suceder. Que se pueden violar todos los códigos, procedimientos, hábitos y costumbres. Este fue el sexenio del desprecio a las formas, a las instituciones y al derecho.

Siempre hay un halo de optimismo cuando empieza un nuevo gobierno. Se le desea lo mejor y se aspira que así sea. Yo no encuentro razones para el optimismo porque si algo he aprendido en los últimos seis años es que siempre podemos estar peor. Aun así, espero equivocarme.

Abogado y analista político

@MartinVivanco

 De la Torre, Rodolfo, “Combate a la pobreza: un balance sexenal”, Letras Libres,

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