Adán Augusto López está en campaña. Ya existen comités para “Que siga López” en distintas latitudes. La excusa que utiliza es la promoción de la reforma constitucional en materia de seguridad. Se pasea por todo el país y acude, como “invitado”, a sesiones extraordinarias de los congresos estatales.
Asistí a una de esas sesiones. Llega López, saluda a la galería, se oyen dos o tres porras “Adán, amigo, el pueblo está contigo”, “es un honor estar con Obrador”. Toma la palabra en el atril y pronuncia un discurso largo, larguísimo. Saluda por nombre a las personalidades, narra dos o tres confidencias y algunas anécdotas con ellos. Después, claro, felicita a los legisladores y legisladoras que votaron a favor de la reforma constitucional. No le falla un nombre. Los felicita por estar del lado bueno de la Historia (con mayúscula) y ser “verdaderos” representantes del pueblo. Con voz pausada y acento tabasqueño va hilando su exposición. Una frase se repite: “si ustedes quieren el bien para México, deben votar a favor”. Insinúa una y otra vez que la reforma que prorroga el plazo para que las fuerzas armadas se hagan cargo de la seguridad pública no sólo es necesaria, sino que es un verdadero manantial de virtudes cívicas: dignifica al Ejército, descarga responsabilidades a los gobernadores y presidentes municipales, salvará a las corporaciones locales de su muerte por inanición. No olvida mencionar cada vez que puede que él es el emisario del mismísimo presidente.
Después de su alocución, se abre un espacio para que diputados y diputadas hagan algún posicionamiento y, después, López vuelve al escenario. No duda en embestir a quienes osaron contradecirlo, a quienes le dijeron que votarían en contra. Sin dudarlo les dice, cito de memoria, “ustedes no están pensando en el bien de México”. Y vuelve a mencionar que está ahí por la gracia divina de AMLO.
El secretario López haría bien en recordar el diálogo platónico Eutifrón.
Sócrates le pregunta a Eutifrón: ¿hay que obedecer a Dios porque él es Dios o porque lo que él ordena es bueno?
Lo primero, obedecer a alguien por ser quien es, indicaría sumisión intelectual, abdicar a la reflexión. Y esto es lo que pretende el secretario: que todos juzguen lo que dice no por su valía o corrección, sino porque él viene en nombre de AMLO, como un evangelizador. Cualquier discrepancia es anatema. Quiere votación unánime ante cualquier propuesta que derive de la figura de autoridad que representa. El problema es que cuando hay unanimidad significa que alguien ha dejado de pensar. Y eso quieren el secretario y AMLO, que dejemos de pensar.
También haría bien el secretario en leer el artículo 27 de la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal y así recordar su función: cuidar los equilibrios políticos, propiciar el diálogo y el entendimiento entre los diferentes niveles de gobierno y dirigir la política interior. Hace todo lo contrario y olvida que el mandato que recibieron fue el de gobernar y no el de hacer campaña.
Abogado y analista político
@MartinVivanco
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