En 2018 el sistema tradicional de partidos se hizo añicos. MORENA fue un aluvión que cambió el tablero político del país. El hartazgo, la frustración y la esperanza de millones de personas dieron un golpe durísimo al régimen de la transición democrática. Cuando ganó el PAN en el año 2000, la expectativa era un cambio de forma y fondo; sin embargo, los gobiernos panistas se mimetizaron con los priistas. Así nació el PRIAN y Andrés Manuel López Obrador lo aprovechó con creces. Esto se debió, principalmente, a dos factores.
Primero, la arrogancia tecnocrática llevó a despojar a nuestro régimen democrático de su componente esencial: el popular. Se tenía la idea de que existe una única respuesta correcta a los asuntos públicos. Norbert Lechner lo vio con claridad hace décadas: si la sociedad es una mera convergencia de individuos, entonces la tarea de la política es simplemente adecuar la funcionalidad de las estructuras a las necesidades —evitar las externalidades del mercado y corregir sus fallas— para ajustar las preferencias individuales. La política pública toma el lugar de la praxis política y los think tanks el lugar de los partidos. La política deja de ser la actividad dedicada a configurar el mundo que tenemos en común. Se despoja a la democracia del demos y despunta la política de la “no política”. El Estado —bajo esa visión— es empresa y requiere gerentes, no políticos. Segundo, la corrupción sistémica del régimen y la desigualdad creciente se instalaron en el núcleo del sentir social. Las personas se sentían —o se sienten— parte de un sistema que simplemente no funcionaba —o funciona— para ellos, sino sólo para unos cuantos.
Ante la hegemonía tecnocrática, y la corrupción y desigualdad sistémica, emergió la respuesta populista. Surgió un ánimo de recobrar el poder por parte de sus detentadores: los ciudadanos, el pueblo. Todo este ánimo lo canalizó AMLO en 2018. Y, a partir de entonces, ha seguido el manual populista al dedillo: polariza, pelea, destruye instituciones, hace campaña permanente y denuncia constantemente a la élite que controlaba todo. Lo hace ya no sólo para canalizarlo sino para moldearlo a su gusto y atizarlo. En la lógica de amigo/enemigo, AMLO lee bien la realidad: los partidos tradicionales están en la lona y, para rematarlos, denuncia su encarnación en el PRIAN como parte de esa élite rapaz.
¿Cuál fue la respuesta de los partidos tradicionales? La peor posible: darle la razón al presidente y concretar en 2021 el PRIAN(RD). Cayeron en la trampa del presidente, en su dinámica polarizante en donde terminarán de pulverizarse ya que no trazaron ni estrategia ni táctica ni propuestas de fondo. En vez de hacer autocrítica y renovarse, optaron por amalgamarse en un rompecabezas que no acaba de embonar.
Movimiento Ciudadano no entró a esta dinámica por varias razones. No compartimos la visión de país del PRIAN ni de MORENA, por tanto, debíamos apostarle a la nuestra. Requeríamos crear una identidad propia y apostarnos a nosotros mismos. Aunque gobernamos Jalisco necesitábamos seguir dando batallas diferentes y consolidarnos como una verdadera opción electoral. El recorrido es cuesta arriba, sí, pero ha valido la pena. Tan sólo en este año fuimos la fuerza política que más creció en el país (con casi 3 millones y medio de votos y la gubernatura de Nuevo León), mientras que todas las demás fuerzas políticas decrecieron por sí solas. Esa identidad sigue consolidándose y va a tomar entidad durante todo el año que viene: haremos un ejercicio profundo de reflexión sobre nuestro ideario. Somos un partido abiertamente socialdemócrata, pero debemos reflexionar sobre los contornos de esa posición. Es decir, debemos encontrar respuestas a varias preguntas, por ejemplo: ¿qué significa ser socialdemócrata
o socialista democrático actualmente?, ¿cuál debe ser la relación de un socialdemócrata con las políticas identitarias y con movimientos como los ambientalistas, feministas y obreros?, ¿qué causas debemos priorizar y por qué? y la más importante, ¿cómo aterrizar esas ideas al nivel político más local: el barrio, la colonia, el municipio?
Esto último es fundamental. Si bien Movimiento Ciudadano debatirá ideas, no nos desanclaremos de la tierra. Tenemos claro que la política más valiosa es la que se construye desde lo local. Alimentaremos las políticas públicas con ideas novedosas y estaremos en la calle dando la cara por lo que hagamos. No es casual que una de las notas de esta semana compruebe que somos la única fuerza política que ha sembrado liderazgos en el país. Y que todos nuestros liderazgos —Enrique Alfaro, Samuel García, Luis Donaldo Colosio, Biby Rabelo, Verónica Delgadillo, Jorge Álvarez Máynez, Clemente Castañeda y el propio Dante Delgado— vienen de la política local.
Ante el derrumbe de los partidos tradicionales y ante la emergencia de un gobierno populista, conservador y militarista, Movimiento Ciudadano pretende ser la verdadera alternativa política de este país. Hacia allá vamos.
@MartinVivanco
Analista político y coordinador estatal de Movimiento Ciudadano en el estado de Durango