Muchos piensan que la elección del 2024 ya está cantada, que no hay forma de ganarle al obradorismo. Así, el proceso interno de Morena sería una suerte de elección anticipada. A lo que hay que prestar atención, entonces, es a todos los movimientos ilegales de las corcholatas ante el gran elector, AMLO. Pero, como bien ha señalado Jorge G. Castañeda,[1] hasta el dedazo tiene sus reglas y límites intrínsecos. El dedazo de AMLO es un ejercicio inédito y en eso reside su alto riesgo. Veamos.
Después de analizar las elecciones de 1964 hasta 1994, Castañeda concluyó en La herencia que los presidentes en turno escogían a su sucesor: “por decisión o voluntad anticipada (escogiendo al que preferían), ya fuera por eliminación o por descarte (escogiendo al que quedaba después de la batalla o al menos malo)”. Es decir, una combinación de voluntad con azar. En este caso, AMLO prefiere a Sheinbaum; Ebrard y Adán serían la segunda y tercera opción, respectivamente.
Pero a diferencia de las sucesiones del siglo pasado en donde la competencia tomaba la forma “rounds de sombra entre contrincantes enmascarados”; aquí habrá “combates a plena luz”. Además, la estrategia de Ebrard y de Adán no sólo será ganarle a Claudia, sino aniquilarla políticamente. Otra vez Castañeda: “en una competencia por definición irreal y desleal, con viejas reglas renovadas, es preciso aniquilar al rival si se puede”. La combinación de estos dos elementos: lucha a la intemperie y política de aniquilación harán la lucha más descarnada. Las heridas se notarán, se verán (ahí está el ejemplo de Monreal). Las humillaciones serán públicas, los errores magnificados. Los resentimientos serán no sólo políticos sino personales (esto Ebrard ya lo ha visto de primera mano: el resentimiento de su mentor Camacho con Salinas —y en añadidura, con Colosio— fue muy personal).
Sumemos al destino: puede haber un desastre natural (terremotos, inundaciones, etc.) o imprevistos políticos que sacudan el tablero (escándalos, movimientos sociales). Ya ha pasado: la sublevación zapatista y el asesinato de Colosio cambiaron por completo la elección de aquel año.
A lo anterior hay que sumar lo más importante: a diferencia del proceso del ancien regime, éste no garantiza nada. Antes el dedazo era sucedáneo de la elección, quien era ungido, ganaba. Hoy apenas será la primera aduana con enormes obstáculos a vencer. En primer lugar, “los que pierden, se resienten. Rara vez rompen…sus travesuras pueden resultar demoledoras como lo atestigua la candidatura de Cárdenas en 1988, tolerada por Bartlett, o la ‘la campaña contra la campaña’, de triste fama de Manuel Camacho en 1994”. Bien, ¿hasta dónde llegará el resentimiento de los perdedores contra Claudia? En segundo lugar, Morena no es ni cercano a lo que era el PRI del siglo pasado. No hay disciplina partidista —más allá de la completa sumisión al presidente—, sus procesos internos son un desastre, y está conformado por cuadros de chile, dulce y manteca. Han hecho del conflicto su modus operandi, sin entender que ese modo de actuar sirve cuando eres oposición, no cuando quieres mantener el poder. Este desastre les va a pasar factura el próximo año: todos querrán ser candidatos y candidatas, pocos podrán y muchísimos romperán.
En tercer lugar, se pasa por alto el ingrediente local. Los políticos ven por su propio poder. Ahorita todos se pliegan ante AMLO simple y sencillamente porque les conviene —él y sólo él tiene el control del presupuesto en un sistema federal quebrado—. Pero ¿acaso no les conviene más regresar a una normalidad democrática en donde el poder efectivamente se comparte y no está en manos de un solo hombre? Valdría la pena hacerle esta pregunta a las gobernadoras y gobernadores de Morena y aliados. La cuestión de fondo es: ¿apoyarán que gane un sistema que merma sus propias fuentes de poder? No estoy tan seguro. Tendrán que cometer una especie de parricidio, si efectivamente desean gobernar.
Y luego viene la única aduana que vale, la del voto universal. Yo estoy convencido que las clases medias no apoyarán al obradorato en masa como lo hicieron en 2018. Entonces, si logramos construir una alternativa que efectivamente convenza a la clase media y, a su vez, le hable al sector popular, se puede ganar la elección (así ganó Fox). Muchos y muchas estamos en eso. Nada está escrito.
Abogado y analista político
@MartínVivanco