Como cualquier animal de carroña, el político carroñero no vive de su trabajo, no lucha para conseguir su alimento, no caza. Se alimenta de los cadáveres que encuentra a su paso. Vive de la muerte de otros.
La desgracia ocurrida en la estación Olivos de la Línea 12 del Sistema de Transporte Colectivo (STC) Metro, permitió ver en su máxima expresión a distintos ejemplares de políticos carroñeros.
Entre ellos están los que se apuraron a sacar provecho político electoral de la desgracia. Rápido asistieron al lugar de los hechos para grabar un spot y corrieron a hacer sendos posicionamientos para pepenar algún voto entre los escombros. Sin embargo, desde las redes sociales, la propia sociedad censuró esta actitud que sólo muestra una de las caras más sucias de la política mexicana.
Pero hay otra clase de políticos carroñeros, acaso con la cara más lavada y la frescura de quien no vive de la contienda política abierta, sino de sus pretendidos merecimientos profesionales y académicos.
Me refiero a quienes siendo afectados por las medidas de austeridad republicana se apuraron a culpar de la desgracia a la sobriedad en el uso de recursos públicos. No tardaron en acusar “¡Fue la austeridad!”, “¡Es culpa de las políticas de austeridad!” Hubo incluso quien tituló su columna escribiendo: “Austericidio”.
Todo eso es una completa barbaridad. No es cierto que como causa de estos acontecimientos estén las políticas de austeridad republicana. Eso es absurdo. ¿Qué tiene que ver el hecho de que se haya disminuido el salario del Presidente de la República, o que se hayan disminuido los salarios de los senadores, o que hayan desaparecido los bonos o que hayan hecho humo los seguros médicos de gastos mayores con cargo al erario, o que ya no se usen Los Pinos como residencia oficial o que ya no se utilice el avión presidencial, o que ya no existan salarios de 300 mil, 400 mil pesos para los altos funcionarios en diversos órganos del Estado?
No. La austeridad no es la causa de la desgracia. Al contrario, gracias a las políticas de austeridad republicana, que significa recortar privilegios y lujos de los altos servidores públicos para canalizarlos al gasto productivo y al gasto social, es que ahora hay recursos adicionales para hacer una refinería, para construir un aeropuerto, para edificar un tren en el sureste, para llevar a cabo una obra transítsmica sin aumentar impuestos, sin endeudar más al país.
Las políticas de austeridad republicana no obstaculizan la obra pública. Las políticas de austeridad republicana, ayudan a la obra pública. Las políticas de austeridad republicana no sólo no sobran, sino que faltan. Todavía falta más austeridad republicana.
Sería muy bueno que a esos órganos autónomos que hasta este momento han estado intocados se les recortaran algunos recursos para canalizarlos a la obra pública. Sería muy bueno que para fortalecer el presupuesto de mantenimiento del Metro y otras obras de infraestructura importantes de la ciudad y del país se recortaran una parte de las decenas de miles de millones de pesos que absorben esos órganos autónomos, esos sí bastante improductivos.
Por eso, la necropolítica, los políticos carroñeros, deben extinguirse en México. La política debe entenderse como una actividad creativa y ética no como una muestra vulgar del peor de los oportunismos. La política no debe ser, como en este caso, un escaparate que exhiba lo peor del ser humano.