No quisiera escribir sobre Morena, fuerza política que ya debe superar el conflicto interno para asumir sus tareas: defender sus reformas y refrendar la mayoría en el 2021. Sin embargo, lo que suceda con Morena incidirá en el México de los próximos años. Por eso, es importante explicar lo que le pasa.

Como toda crisis, la suya tiene múltiples raíces. No obstante, hay un eje vertebral: la determinación de un grupo de políticos de hacerse de su dirigencia a cualquier precio.

Al comenzar 2019, cuando parecía natural la continuidad de la secretaria general al frente de dicha organización, ese grupo se lanzó en su contra con una agresiva campaña de ofensas. Las voces que denuncian la violencia política de género, guardaron silencio.

Hacia la parte final del mismo año, de acuerdo con su estatuto, fue convocado el Congreso de ese partido para renovar su dirigencia. La gran mayoría de los congresos distritales se realizaron y eligieron a los delegados al Congreso Nacional. Todo indicaba que dicha instancia llevaría a la dirigencia a la Presidenta del Consejo Nacional. Sin embargo, con un alud de impugnaciones, el evento fue sometido a una judicialización sin precedente. El Tribunal Electoral fue utilizado por el grupo de políticos para echar abajo un Congreso legalmente convocado.

Para enero de 2020 fue convocado un Congreso Extraordinario, que tomó dos decisiones: elegir una presidencia interina y mantener el Congreso Ordinario como método de elección de la dirigencia nacional. Sin embargo, se utilizó nuevamente al Tribunal Electoral, esta vez para imponer la encuesta como método de elección de la nueva dirigencia.

Morena acató la resolución del Tribunal y convocó a sus tres millones de afiliados a elegir a la dirigencia a través de una encuesta. Pero nuevamente el grupo de políticos impugnó y el Tribunal abrió la encuesta a toda persona que se autodefiniera simpatizante de Morena.

Como el Estatuto de Morena preveía el requisito de ser consejero nacional para postularse a la presidencia del partido, el Tribunal eliminó ese requisito.

Morena eligió su Comité de Encuestas, pero el Tribunal determinó que el INE organizara la encuesta. El Tribunal ordenó una encuesta, pero el INE resolvió hacer dos.

En la convocatoria del INE no se autoriza la publicidad pagada, pero el grupo de políticos realizó onerosos gastos publicitarios.

En un arrebato de sensatez, un magistrado propuso que la dirigencia interina de Morena permaneciera hasta después de las elecciones de 2021, pero el grupo político que judicializó el proceso ¡acusó que otros presionaban al Tribunal! Y el Tribunal desistió.

Aún así, con los árbitros en contra, sin dinero, con apenas un mes de campaña y reglas impuestas por sus adversarios, un veterano dirigente político de la insurgencia democrática del 88 ganó las dos encuestas.

Pero el INE alegó empate y organiza otra encuesta.

Es un menú a la carta. Si el Congreso no te sirve, lo echamos abajo. Si la encuesta no te gusta, la modificamos. Si no confías en el Comité de Encuestas de Morena, le encargamos la encuesta al INE. Si no estás en el padrón de afiliados te metemos. Si no eres consejero nacional, quitamos el requisito. Si no eres conocido te dejamos gastar una fortuna en publicidad. Si no te gusta el resultado de las encuestas, hacemos otra.

Morena tiene muchos problemas, pero el principal es este: los órganos electorales la han puesto en un menú a la carta, ofrecido a un grupo de políticos incapaces de ganar legal y limpiamente.

Senador de la República

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