Los pasados 12 y 13 de junio, por instrucciones presidenciales, México donó 400 mil vacunas a Belice, Bolivia y Paraguay. Algo que debería entenderse como un acto solidario de cooperación con los países de la región, fue cuestionado por algunos opinadores y por usuarios de redes sociales. Esto no sorprende; fue valorado como un punto en contra de la iniciativa, pero afortunadamente las decisiones se tomaron por su congruencia y beneficios, no por la posible reacción de la opinión pública. Por esa razón, es importante poner en contexto la donación que se realizó.

Primero. La pandemia puso al descubierto las importantes asimetrías entre países ricos y pobres, que se traducen en que las naciones con un mayor poder adquisitivo accedan antes a las vacunas, dejando rezagados a los países de renta media y baja. Por esa razón, el Gobierno de México siempre impulsó un acceso equitativo a los antígenos. Lo hizo en primer lugar a través de la resolución 74/274 en la Asamblea General de las Naciones Unidas y, posteriormente, el mismo canciller Marcelo Ebrard solicitó, a nombre de los países de América Latina y el Caribe ante el Consejo de Seguridad de la ONU, evitar el acaparamiento de dosis y acelerar su entrega a través del mecanismo Covax.

Segundo. México, en su calidad de presidente pro témpore de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), tiene una ineludible responsabilidad con la región, consistente con un liderazgo que siempre hemos ejercido. Mediante esta posición hemos abogado por generar una postura unificada contra la pandemia y compartir los beneficios de los antígenos con las 33 naciones miembro. Lamentablemente, dependemos de vacunas extrarregionales, por lo que hemos levantado la voz ante restricciones a la exportación de vacunas, que impidan su llegada a las naciones latinoamericanas y del Caribe, y hemos promovido el intercambio constante y la cooperación entre países de la región para combatir el virus.

Tercero. Las vacunas que se entregaron son producto del acuerdo de colaboración entre los gobiernos de México y Argentina, la Fundación Carlos Slim, AstraZeneca, el laboratorio argentino mAbxience, donde se produce la sustancia activa, y la planta mexicana de Liomont, donde se envasa la vacuna. Vale la pena recordar que, gracias a este importante convenio, nuestro país podrá acceder a 77 millones de dosis durante el año 2021. De las vacunas que se producen para México, decidimos aportar un porcentaje a algunos países latinoamericanos para ayudar a sus planes de vacunación.

Cuarto. Comprendiendo nuestro papel desde el inicio de la pandemia, como un promotor del acceso equitativo a las vacunas en el mundo, y derivado de nuestro compromiso histórico con América Latina, no podíamos no ser consecuentes con nuestro discurso: ayudar a nuestros hermanos latinoamericanos, en la medida de nuestras posibilidades, es y será una certeza. No podemos ser lo que criticamos y caer en actitudes egoístas o nacionalistas.

En el Gobierno de México, y en particular en la Cancillería, estamos convencidos de que librar la crisis derivada de la pandemia es indudablemente una acción colectiva y solidaria. En este sentido, entendemos los cuestionamientos, pero justo en estos momentos es cuando los principios deben ser los que guíen nuestras decisiones, y no los aplausos pasajeros. La solidaridad es un valor recíproco, en la medida en que ayudamos, también recibimos. México comparte una parte de las vacunas que ha conseguido, cuando las dosis ya tienen un ritmo de recepción regular, y justo cuando otros países hermanos las requieren con urgencia.

Las donaciones deben darse cuando se necesitan, no solo cuando los bienes sobran.

Subsecretaria para Asuntos Multilaterales y Derechos Humanos de la Secretaría de Relaciones Exteriores.

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