La pandemia nos ha enseñado que nadie estará a salvo hasta que todos lo estemos. México ha activado el multilateralismo como estrategia de combate al SARS-CoV-2. El objetivo de la SRE ha sido tener acceso temprano a los tratamientos y métodos diagnósticos y, en su momento, a una vacuna de las actuales candidatas. La estrategia desplegada por el canciller Marcelo Ebrard ha sido la diversificación para apartar cupos condicionados a las aprobaciones de seguridad y eficiencia de las autoridades regulatorias internacionales y nacionales.
Nuestro activismo multilateral ha sido evidente: fuimos el primer país de América Latina con un asiento directivo en la Coalición para las Innovaciones en Preparación para Epidemias (CEPI); México es parte del Comité de Facilitación del Acelerador para el Acceso a Herramientas contra covid-19 (ACT) y del COVAX Facility, el mecanismo multiactor establecido para garantizar el acceso a las vacunas contra Covid-19. Además, México presentó, tanto en el G20 como ante el pleno de la Asamblea General de la ONU, la resolución (74/247), para que la distribución de vacunas sea universal y equitativa, aprobada con un histórico 93% del voto. Otro eje de la estrategia han sido las negociaciones bilaterales, gracias a las que nuestro país conversa con los laboratorios con los protocolos más exitosos, para obtener información, apoyar en los ensayos clínicos y la posible producción, envasado, terminado y distribución desde nuestro país. México ha renovado su liderazgo regional al plantearse como el puente entre protocolos avanzados y toda América Latina y el Caribe.
Finalmente, la Cancillería ha impulsado a los centros de investigación nacionales en el desarrollo de vacunas y terapias. El Consorcio de Científicos Innovadores, convocados por la SRE, ha presentado proyectos a organismos financiadores internacionales para apoyar a prestigiadas instituciones como la UNAM, el IPN, el CINVESTAV y el Instituto Nacional de Nutrición Salvador Zubirán. Además hemos establecido alianzas con el sector privado para que México sea un centro de manufactura de vacunas con capacidad de rellenado y finalizado, lo cual contribuirá a que la industria farmacéutica nacional sea clave en la dotación de la demanda global. Con la Fundación Slim y el laboratorio mexicano Liomont formamos un acuerdo de mil millones de dólares para que México sea un productor y distribuidor de la vacuna de la Universidad de Oxford y AstraZeneca, y ese ejemplo puede ser replicado con otras vacunas.
El presidente Andrés Manuel López Obrador ha impulsado una política exterior contra la pandemia centrada en la solidaridad internacional y el multilateralismo. El canciller Marcelo Ebrard ha revigorizado el liderazgo global de México a favor de las causas más urgentes. La iniciativa privada, nuestras mujeres y hombres de ciencia, nuestro personal médico, las y los mexicanos han vuelto a hacer honor de su solidaridad característica en las crisis. Gracias a nuestras capacidades de industria y a nuestra diplomacia, México será una pieza fundamental en el mapa para conseguir una vacuna contra Covid-19 y comenzar una verdadera recuperación de la salud y la economía.