El haber estudiado en la Universidad Nacional Autónoma de México fue no sólo un privilegio sino que, además, una de las mejores experiencias de vida.

En esos años, el país estaba en pleno crecimiento, por lo que el gran desarrollo de la industria petroquímica estaba derivando en una explosión de industria química e industrialización en general en todas las ramas. Si bien yo conocía muy bien a la Universidad Nacional porque mi padre y mis cuatro hermanos mayores eran Ingenieros Civiles, todos egresados de la UNAM, y en casa sólo se hablaba de la Universidad, presas, puentes, carreteras y líneas de transmisión, mi inclinación era hacia la química y la física, y por ese camino me seguí. Recuerdo estar en las gradas del Estadio de los Pumas, repleto de miles de aspirantes para entrar a la UNAM, resolviendo nuestro examen de admisión en completo silencio y concentración. Fue el inicio de la experiencia que me ha llevado durante toda mi vida profesional.

Así, desde luego, inicié mis estudios de Ingeniero Químico en 1965, año en que el rector, Dr. Ignacio Chávez Sánchez, elevó a nivel de Facultad a la Escuela Nacional de Ciencias Químicas, por lo que se contó con apoyos adicionales para consolidarse como tal y, por lo mismo, tuve la gran suerte de contar con laboratorios de primer orden con equipos nuevos para complementar las clases impartidas por grandes maestros de altísimo nivel dentro de la industria nacional, con una entrega y cariño a sus clases y a la Universidad, que lo transmitían a todos los alumnos.

Podría contar cientos de anécdotas y experiencias de tipo académico vividas en la Facultad, como el no dormir para presentar los exámenes, tener que estar al mismo tiempo presentando un examen y desdoblarte para entregar la práctica del laboratorio.

Pero creo que la mayor experiencia fue el convivir con todos mis compañeros de diferentes niveles socioeconómicos y de todos los estados de la República. Ahí todos éramos iguales y todos éramos amigos; nos ayudábamos y compartíamos todo desde las 7 de la mañana a 9 de la noche, con una visión de futuro y un entusiasmo por avanzar. Ahí aprendí a valorar y apreciar la diversidad social y cultural del país y cómo se debe de trabajar en equipo.

Además tuve la experiencia de haber vivido el movimiento del 68 cuando ya iba en 4° año, lo cual también dejó una huella de unión y solidaridad que no fue sólo con mis compañeros de la Facultad sino con todos los compañeros y maestros de la UNAM, apoyados por el rector, Ing. Javier Barros Sierra, en búsqueda de un México más libre y democrático.

En esas asambleas y manifestaciones se vivía la efervescencia no sólo de ser joven sino de aspirar a una libertad, en un movimiento en el que estaban mezcladas muy diversas fuerzas políticas con intenciones no siempre libres de manipulación, pero creo que la voluntad de los universitarios se impuso y fue un parteaguas en la mentalidad y la vida política de nuestro México.

Al terminar mis estudios todavía tuve una gratificación más, el haber dado, durante cinco años, las clases de Economía Industrial I y II, que se impartían en los últimos semestres de la carrera. Rápidamente conseguí trabajo, claro, después de esos cinco años intensivos de conocimientos técnicos ganados en la carrera, la experiencia humana y social por la convivencia con mis grandes compañeros de la Facultad y donde consolidé a mis amigos que lo son hasta la fecha, experiencia democrática al haber convivido con todas las corrientes de pensamiento y un movimiento tan trascendente como el del 68, así como las mismas elecciones universitarias para la sociedad de alumnos y de las federaciones estudiantiles.

Ya en la vida profesional trabajé ocho años en una empresa química trasnacional, donde apliqué lo aprendido de química orgánica, y los últimos 44 años hasta la fecha, de forma independiente en la Consultoría en temas hidráulico-sanitarios y ambientales, donde he tenido la oportunidad de aplicar los conocimientos de diferentes operaciones unitarias de la ingeniería.

Aquí yo quiero hacer un reconocimiento a mis maestros; todos me dejaron algo en mi vida, tuve algunos que fueron grandes ingenieros que se destacaron con sus desarrollos tecnológicos para beneficio no sólo de México sino de la humanidad.

Otro reconocimiento a mis compañeros que me enseñaron a convivir y superar en equipo todos los momentos difíciles en la carrera cuando ya no veíamos la salida. Muchos de ellos son grandes líderes de empresas y algunos destacados empresarios.

Creo que la Universidad la conformamos todos los que ahí estudiamos y ese es el principio y el éxito de la UNAM. La mejor prueba de ese principio de unión y de trascendencia es que la UNAM está en todo el país con sus institutos de investigación científica, está en los puntos de impulso de la cultura con todas sus actividades de información y difusión de la ciencia, la cultura en sus majestuosos recintos universitarios. Un impulsor fundamental de todo este movimiento de creación ha sido la Fundación UNAM, formada en 1993 por iniciativa del rector Dr. José Sarukhán Kermez, y cuyo fin fundamental es el apoyar a los estudiantes de escasos recursos, pero que a la vez lleva a cabo, entre otras muchas actividades de beneficio universitario, el de la custodia de muchos de esos institutos de investigación, de difusión universitaria y de los recintos histórico culturales.

Qué gran orgullo ser exalumno de la UNAM, SER PUMA.

Director General de Planeación y Proyectos de Ingeniería, S.C.

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