Está de moda culpar al presidente de las desventuras nacionales. Hay razón para ello, en tanto el enfado de la mitad de la población, o algo así, está siendo injuriada cotidianamente por quien debería garantizar la paz y la concordia. No hay respeto ni unidad entre ciudadanos y gobierno, ni el presidente es merecedor del respeto general, debido a que él a su vez no respeta a quienes no comparten sus ocurrencias.

Pero no todo es atribuible al presidente. AMLO hace y dice lo que quiere, sin freno alguno que lo haga reconsiderar. El único signo de comedimiento en lo que va de su gobierno ha sido la disculpa al Banco de México por haber violentado reglas cruciales del manejo económico, como ocurrió cuando el presidente adelantó el anuncio, hasta entonces secreto del Banco de México sobre la tasa de interés.

No todo es culpa del presidente, así se empeñe en tenerla. Sucede que en México no existe oposición política, sino solo opositores: una masa informe de ciudadanos que vociferan que no quieren a AMLO en Palacio. AMLO cree que existen medios opositores lo que es otro error. Los medios no hacen oposición política, sino crítica, su sentido y razón de ser.

El único grupo opositor visible que existe en el país es el mismo gobierno. Incapaz de darse cuenta de que dejó de ser oposición, se comporta como los movimientos estudiantiles. La 4T muestra una actitud supuestamente moral y crítica de la ideología social dominante, —como lo plantea Pedro de Vega. El punto es que no se han percatado que son precisamente el poder.

Es tal la distorsión del gobierno en funciones que no se han dado cuenta de que tienen el poder, dejaron de ser oposición. Tantos años de combatir contra todo, ahora que no se pueden enfrentar a sí mismos, se oponen contra el que está enfrente. Las instituciones siguen siendo el blanco preferido y por eso el ataque a lo que muestre autonomía: INE, Poder Judicial de la Federación, UNAM, CRE, Inai, Cofece, Ifetel; en el CIDE hasta se colocó a un incondicional.

El problema de la ausencia de una oposición política real es que se desnaturaliza el sentido de la democracia. Una de las características del poder político es su susceptibilidad de ser controlado. Sin control lo que existe es la autarquía y el despotismo. No habrá un correcto ejercicio del poder si faltan, en el mismo plano y jerarquía, lo que mandan y los que fiscalizan.

El problema serio del actual régimen es ser solo en apariencia un gobierno democrático. Su autoritarismo lo ha llevado a confundir oposición con subversión y por ello se vale de armas supuestamente “legítimas” para destruir al adversario, calificándolo de enemigo del pueblo, utilizando, como lo han hecho a lo largo de su gestión, la calumnia, la mentira, el derecho penal como instrumentos que evitan el debate plural y democrático.

Ningún gobierno es democrático y este no parece ser, en tanto no lleve un comportamiento de profundo respeto a la oposición. La oposición por su parte debe demostrar que sabe debatir, criticar, investigar, denunciar, finalmente ejercer su derecho a convertirse en mayoría. Ni uno ni otro parecen entender el papel que les corresponde.

Profesor de la UNAM.
@DrMario MelgarA

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