A Porfirio Muñoz Ledo, que hubiera votado por Xóchitl

Ante la debacle oposicionista, el vergonzoso PRI en estertores, el irreconocible PAN en coma y el ridículo PRD desahuciado, lo único que se veía en el horizonte eran las corcholatas del presidente. Una de ellas, Claudia Sheinbaum, parecía ser la escogida del caudillo. Por ello, había pensado escribir que los mexicanos tendrían que acostumbrarse a vivir con la 4T.

Se creía que la 4T, como el coronavirus SARS-CoV-2, había llegado para quedarse. Por salud mental social, había que acostumbrarse a vivir con AMLO. No solamente había ganado las elecciones de 2018, sino que también ganaría las de 2024. Solamente que surgió el fenómeno Xóchitl Gálvez.

México es uno antes y otro después de Xóchitl. Una especie de AX y DX. Antes de Xóchitl (AX) la 4T ganaría con quien pusiera y la oposición perdería también, con quien pusiera, pero esos eran otros tiempos, ahora se vive nueva época: después de Xóchitl (DX). Nadie puede predecir lo que pasará en 2024, pero si los mexicanos votaran hoy, ganaría Xóchitl frente a quien le pongan, por lo que el así llamado Frente Amplio por México (FAM) tiene que dar el primer paso y no equivocarse. Perder el momento sería catastrófico. De los aspirantes que aceptados, con excepción de la hidalguense, ninguno levanta, ninguno es viable, por lo que es necesario que vayan decantándose por Xóchitl en un proceso democrático y creíble.

El fenómeno DX inició localmente, pero ha cobrado factura amplia y hasta internacional. El Financial Times, uno de los periódicos más influyentes del mundo, publicó una nota que dio la vuelta al mundo, y que AMLO trató de desacreditar, sin que por cierto eso afecte a los millones de sus lectores. Dijo con relación a un artículo sobre Xóchitl Gálvez que el FT es “tendencioso, famoso, pero mentiroso”. El artículo se intituló: “Outsider threatens to shake up Mexico’s presidential race”, algo así como alguien de afuera amenaza con revolucionar la campaña presidencial.

La semblanza de Xóchitl a cargo del FT está hecha como para una superserie de Netflix: “Mujer hecha a sí misma, con raíces indígenas oriunda de Hidalgo, nacida en la pobreza, que vendía dulces caseros, que se graduó de ingeniera informática por la UNAM y logró escalar para ser empresaria”. AMLO la pretende desacreditar porque vive en Las Lomas de la CDMX, donde vivió después de Jiquilpan, el general Lázaro Cárdenas y su familia.

Entre las prendas notables de Xóchitl, más allá de la parafernalia del origen, la pobreza y la lucha para sobresalir, destaca su paso por la UNAM y ser ingeniera. Los egresados de la UNAM, incluido el mismo AMLO, son producto de la pluralidad y diversidad del país. Los ingenieros tienen la mente que hace falta al país en tanto siempre tratan de entender el funcionamiento de las cosas. Tienen habilidad analítica en tanto buscan la causa raíz de los problemas y no se dejan llevar por los síntomas que normalmente desvían la verdadera causa e impiden que las soluciones sean efectivas.

Una mente lógica hace falta para incursionar nuevas rutas, más análisis y soluciones racionales que tanta verborrea y choros mareadores. Más efectividad y menos demagogia, más cerebro y menos emociones.

Se piensa que julio ha sido mes de la xochilmanía, pero más que manía me parece que la llegada de Xóchitl puede marcar una etapa que permitirá hablar de antes de Xóchitl (AX) y después de Xóchitl (DX).

Hay que evitar el riesgo de convertir a Xóchitl Gálvez en la mascota étnica de quienes la ven como el instrumento de su esperada revancha política, no como la vía de la reconciliación de la República.

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