Lo primero que debería plantearse es si la 4T seguirá adelante, aun cuando AMLO ya no esté en Palacio. Después si la 4T es efectivamente un movimiento de transformación de México. Luego si la supuesta transformación morenista, puede ocupar un lugar en el cuadro de honor de los movimientos nacionales: la independencia, la reforma liberal y la revolución social.

Lo único que le favorece a la 4T son las encuestas de aceptación del presidente. La polarización que han provocado las decisiones de su gobierno, le han redituado en fieles seguidores, generalmente ciegos, que se identifican con el discurso disruptivo. Los incondicionales a la hora de opinar no distinguen entre el rumbo del país y el paroxismo de saber que sus emociones se sienten igual de intensas en la silla presidencial.

Quienes piensan en México, no en la revancha social, saben que se trata de un gobierno de ocurrencias, ineficiencia, fractura de instituciones, rompimiento de la concordia social y sumisión incondicional al líder. El gobierno es un desastre.

La 4T está colgada de alfileres. Los proyectos presidenciales están heridos de muerte desde su nacimiento. Más allá de las emociones reivindicadoras de los sectores que apoyan lo que diga y haga el presidente, el sector razonablemente informado de la población considera que nada de lo que planteó el gobierno como ruta de navegación resultaba prioritario en el país. Ni el Tren Maya; ni la refinería de Dos Bocas; ni la fallida reforma judicial que hubiera llevado al presidente del Tribunal Constituciona —de no haber renunciado, a la extensión de su mandato— a violar la Constitución; ni la terminación del tren Toluca-CDMX; ni el sistema de salud como el de Dinamarca; ni el aeropuerto de Santa Lucía; ni las propuestas de reformas constitucionales en proceso; ni lo que se acumule en los menos de tres años que faltan constituyen una transformación nacional.

A México lo lograron transformar Morelos, don Benito Juárez, Francisco I. Madero, Plutarco Elías Calles y Lázaro Cárdenas. Los demás presidentes buenos, malos o irrelevantes se acomodaron a la inercia, pero no modificaron los cimientos de la república. AMLO ha propuesto transformar al país, pero no hay un solo hecho concreto que así lo acredite.

4T es un mero eufemismo, una manera suave de ocultar lo que está detrás de su proyecto: la destrucción de las instituciones; la instauración de la autocracia; el aniquilamiento de los opositores, el restablecimiento del populismo. De qué otra manera explicar la persecución de científicos mexicanos acusados de delincuencia organizada y lavado de dinero; el intento de desacreditar a la UNAM y vulnerar su bien ganada autonomía; las reiteradas injurias a periódicos y periodistas; el desprecio al Derecho, así como a jueces y abogados; los embates reiterados al INE y a las instituciones democráticas del país.

AMLO no tiene aliados en su afán transformador. Un movimiento verdaderamente transformador debió empezar por una convocatoria a participar, amplia, dilatada, dirigida a todos los sectores, a todas las personas e instituciones, a todo el país. La 4T resultó excluyente, en lugar de cooperación, confrontación; en lugar de pluralidad sectarismo; en lugar de mano extendida, puertas cerradas.

Nadie debería oponerse a un cambio profundo de la república, pero nadie debería quedar excluido en el intento por no pensar igual que el inquilino del Palacio.

Profesor de la UNAM.
@DrMarioMelgarA

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