La revocación del mandato es la oportunidad para retirar al dirigente el encargo que el pueblo le confirió. Es mecanismo de la democracia directa, como evocación romántica del ágora griega. Carlos Marx era partidario de la revocación. Paradójicamente el sistema político que más lo ha utilizado es el estadounidense.

Recientemente hubo revocación en California, impulsada por los republicanos en contra del gobernador demócrata Gavin Newsom. Animados por el ejemplo de Arnold Schwarzeneger (El Terminator) que fue gobernador gracias a un proceso de revocación, los republicanos iniciaron el recall para después perder electoralmente. El proceso costó cientos de millones de dólares. El único contento fue el gobernador Newsom que se mantuvo el cargo. La conclusión es que la revocación debe revocarse, como ya discute el Congreso de California.

En México, AMLO ha sido el promotor más decidido de la revocación. Al contrario de que sea el pueblo insatisfecho con la actuación de un hombre público, es el mismo presidente el que ha impulsado la reforma constitucional y la Ley Federal de Revocación del Mandato en vigor hace una semana. Esta ley tiene un problema constitucional, pues fue despachada cuando ya había concluido el plazo que un transitorio señalaba para su expedición. Hay un vicio de origen.

Como si fuera el mundo al revés, la agrupación conservadora Sí Por México, manifiestamente contraria al gobierno, que supuestamente debería estar por la revocación al estar insatisfechos con la 4T, ha iniciado una campaña en contra de la revocación. Por el contrario, FRENA, otra organización, aún más radical y conservadora, está a favor y promoverá su realización.

La ley de revocación que acaba de aprobarse establece que la papeleta se diseñará para que el elector emita su voto señalando que se revoque el mandato (al presidente) por pérdida de confianza o que siga en la Presidencia de la República. (La ley debió haber establecido expresamente que siga en la presidencia “hasta el término de la gestión por la que fue electo”). En los términos aprobados por el Congreso la opción “Que siga en la Presidencia de la República” como dice la ley escuetamente, podría llevar a una interpretación como las que la 4T acostumbra (Remember Zaldívar). No solo un voto de confianza sino la espeluznante mención “que siga en la presidencia”. ¿Hasta cuándo?

La historia de la revocación del mandato en Estados Unidos ha sido desastrosa. Decenas de intentos y solamente dos revocaciones en más de cien años. En México dos intentos fueron declarados inconstitucionales por la Suprema Corte, Yucatán 1938, Chihuahua 1997. La figura está prevista en las constituciones de Oaxaca, Morelos, Guerrero, Zacatecas y Aguascalientes. Una reforma constitucional la estableció y una ley de dudosa constitucionalidad, expedida a destiempo la reglamentó.

Es claro que el interés del presidente es obtener un voto de confianza. Sabe que las encuestas le favorecerán el día de la elección y por eso la promueve. El voto en contra de la revocación es un voto de confianza como los que operan en los sistemas parlamentarios, solamente que México tiene un sistema distinto, presidencialista, en que no existen los votos de confianza.

Con el procedimiento de revocación el INE gastará millones y millones en organizarlo, pero el presidente tendrá a su favor meses de campaña que tanto disfruta y sobre todo la constante distracción del país de los problemas que lo aquejan.

El proceso que debería seguirse en bien de la República es el de la revocación de la revocación.

Profesor de la UNAM

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