Uno imaginaría que la última estupidez de la 4T es efectivamente la última y que no habría más. No obstante, la realidad es mucha más creativa que la imaginación. Las tonterías durarán hasta la hora de la verdad que no es otra que 2024, el día de las elecciones presidenciales.

¿Se podrá predecir quién ganará? El profesor Sidney Weintraub, uno de los mexicanólogos más destacados, decía que es muy difícil hacer predicciones, particularmente sobre el futuro.

Quién ganará es difícil saberlo, pero si las elecciones fueran hoy vencería AMLO. Aunque como en política todo es posible, podía desbarrancarse y perder la Presidencia. Por ello se puede jugar con un escenario en el supuesto de que se desinfle y sea derrotado. Si, por el contrario, a los deseos de la mitad de la población, gana la 4T, México tendrá más de lo mismo, con la ventaja de que quien suceda a AMLO será menos pernicioso. Pero de perder, la estrategia que siga la 4T podría generar una confrontación de altísimo riesgo. Es probable que el triunfo de la oposición se convierta paradójicamente en una derrota para México.

De perder, no sería extraño que AMLO declare, al mejor estilo trumpiano, como lo ha hecho antes, tiene experiencia, que la mafia del poder le robó las elecciones; que desconoce el resultado electoral; que hubo fraude; que el INE y el TEPJF son conservadores. Podría iniciar un movimiento a semejanza de Paseo de la Reforma 2006, solo que por todo el país. Podría sustentar la invalidez de los comicios en una consulta al pueblo. Desde el poder organizar un movimiento subversivo, como le gusta, podría llevar a la República, ahora sí, a la dictadura institucionalizada. El agitador, es nada menos que el presidente de la República.

Refiero dos indicadores de la supuesta estrategia: vulnerar sistemáticamente a las instituciones, al Estado de Derecho y cooptar al Ejército, a la Fuerza Aérea y a la Armada de México. El embate al INE, al Poder Judicial de la Federación, a la UNAM, al periodismo independiente, a los grupos ciudadanos, a las organizaciones no gubernamentales, a los colectivos autónomos, a la permisividad a los narcotraficantes no son casualidades sino parecen estar en una lógica desmanteladora de la institucionalidad.

Cooptar —para escribir sin eufemismos— al Ejército a las Fuerzas Armadas y a la Armada de México para que en una eventual confrontación nacional opten por la lealtad a la persona del presidente y no por su obligación constitucional de respetar a las instituciones.

Las leyes precisan la responsabilidad de los militares: La Ley de Disciplina del Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos señala: “El servicio de las armas exige que el militar lleve el cumplimiento del deber hasta el sacrificio y que anteponga al interés personal, el respeto a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, la soberanía de la Nación, la lealtad a las instituciones y el honor del Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos”. La misma ley prohíbe de manera estricta “al militar y en servicio activo inmiscuirse en asuntos políticos”. En cuanto a la Marina: “El servicio de la Armada exige que el personal naval cumpla con su deber en defensa de la soberanía del Estado, de las instituciones y del prestigio e imagen pública de la Armada de México”.

En 2024 las instituciones estarán a prueba como lo estarán también el Ejército, la Fuerza Aérea y la Armada de México. Estas tendrán que decidir si mantienen su histórica lealtad a las instituciones que la patria les reconoce, o si deciden sumarse a la 4T por unos platos de lentejas.

Profesor de la UNAM. @DrMarioMelgarA

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