AMLO confundió a Morelos con Vicente Guerrero. Lo hizo en Chilpancingo acompañado de las autoridades civiles y militares, donde advirtió: “En Chilpancingo se dieron a conocer los Sentimientos de la Nación, y ese documento es un catecismo de política social: breve claro y profundo, lo dictó Vicente Guerrero a Andrés Quintana Roo”.

Podría parecer un lapsus, explicable, en particular cuando se está sujeto como el presidente, a tantas presiones. Ya no tan explicable cuando continuó atribuyendo a Vicente Guerrero entuertos históricos. Menos lapsus todavía cuando es común que el presidente invente datos que contradicen la historiografía nacional.

AMLO repite cotidianamente que todo estaba podrido en México hasta su llegada. No obstante, si algo no estuvo fue la labor de la SEP, entre ellas, la de los libros de texto gratuito, guía de generaciones de mexicanos. Si algo ha hecho bien el presidente es continuar la tradición republicana de los libros de texto gratuito.

En el libro de cuarto de primaria, se enseña que Morelos “convocó a un congreso en Chilpancingo, en el actual estado de Guerrero, en ese congreso presentó Sentimientos de la Nación en el que planteaba que la distinción de castas debía prohibirse para siempre, con el fin de que todos fueran iguales ante la ley, pues solo su talento debería de servir de diferencia entre las personas”.

Si la explicación pareciera infantil, el presidente pudo haber acudido a otra publicación del gobierno federal, coordinada por la notable historiadora Patricia Galeana: Los Sentimientos de la Nación, Antología Documental, (INEHRM, 2013). En esta obra pudo AMLO resolver la confusión que lo aqueja y darle a cada prócer su lugar en el panteón de la república.

Antes de llegar el nuevo gobierno escribí en EL UNIVERSAL: “AMLO se ha identificado históricamente con tres personajes: Benito Juárez, Francisco I. Madero y Lázaro Cárdenas. Nunca entendí por qué dejó fuera a José María Morelos y Pavón, quien mejor se acerca a sus ideas sobre la defensa de los pobres. El capitán sacerdote es considerado (Mario de la Cueva) como “el primer humanista socialista en la historia de América y tal vez el primero en la historia del mundo”.

Puede ser que ignorar o confundir a Morelos esté en el subconsciente presidencial. Uno de los hijos de Morelos, Juan Nepomuceno Almonte, jugó un papel preponderante en el siglo XIX mexicano, solamente que al lado de los conservadores. Para presidente representa al clásico “fifí”: Estudió en Estados Unidos, hablaba perfectamente inglés, tenía modales europeos, apoyó la pretensión francesa de cobrarle deudas al gobierno mexicano en 1862. Más grave aún: participó activamente en la invitación a Maximiliano de Habsburgo para convertirse en Emperador de México. El gran Morelos no tuvo la culpa de lo que haría su hijo Juan Nepomuceno, pues murió fusilado cuando éste tenía 12 años.

En los días que corren en que se va perdiendo la fe cívica, a pesar de la catequesis presidencial, hay mucho que aprender de Morelos. Es uno de los contados personajes de la historia de México que, como afirma Patricia Galeana, logró unificar criterios en derredor suyo, tanto que historiadores de distintas corrientes coinciden en su bonhomía. Morelos fue un estadista como hace falta otro en estos tiempos que corren.

Investigador nacional en el SNI

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