La administración federal tiene una pésima imagen que contrasta con la notable aceptación del titular del Ejecutivo. No hay coincidencia entre los dos extremos. El presidente va bien, a pesar de sus achaques, el gobierno va de cabeza, a pesar de hacer creer lo contrario. La lista de proyectos fracasados no tiene fin, y la crítica a la administración federal muestra la polarización del país. México se ha convertido en el país de la intolerancia.

La culpa es doble: por un lado, el sectarismo del gobierno que sataniza e insulta a quien no comparte sus opiniones; por el otro, la rudeza opositora de quienes piensan que el gobierno camina a la dictadura. Lo cierto es que no todo merece irse a la basura.

Con la invasión a Ucrania se extendió la idea de que el país no era neutral sino aliado de la Federación Rusa. La neutralidad ante una invasión deja de ser imparcialidad, sugiere complicidad. Afortunadamente, conforme a la tradición internacionalista de México se han tomado decisiones, que condenan la violación a las normas de convivencia pacífica.

México propuso ante el Consejo de Seguridad de la ONU establecer un alto al fuego de cinco años entre Rusia y Ucrania, así como la creación de una mesa integrada por los presidentes de los dos países beligerantes —el invadido y el invasor— el primer ministro de la India, el Papa Francisco y el secretario de la ONU.

El planteamiento se sustentó en algunos de estos antecedentes: la exitosa propuesta para la creación del Grupo Contadora en 1980, que llevó a la anhelada paz en la entonces tan convulsa Centroamérica (Bernardo Sepúlveda). De igual manera, junto con Uruguay en 2019 abrir los caminos del diálogo y negociación en Venezuela (Marcelo Ebrard).

La propuesta para detener el fuego en Ucrania se escuchó, pero no tuvo eco. Algunos pensaron que favorecía a Rusia, otros, al no ser México una potencia mundial el planteamiento resultaba débil. En México tuvo peor suerte, se regateó su relevancia y hasta se hizo escarnio. Si hubiera habido negociación durante la invasión de EU a México, probablemente no se hubiera perdido la mitad del territorio.

La representación de México ante la Organización de Naciones Unidas la lleva Juan Ramón de la Fuente, magnífico rector de la UNAM y probo Secretario de Salud. Fue propuesto por el presidente para tal encargo, pero además ratificado por el Senado en los términos constitucionales de manera que, como ocurre con el Canciller, su designación ocupó a dos de los poderes de la Unión. (Art.76 fr.II).

De la Fuente dio a conocer la adhesión de México a la resolución del proyecto F 2022/720 que condena la anexión de territorio ucraniano a la Federación Rusa, por medio de la invasión. México censuró la expansión territorial mediante el uso de la fuerza; consideró inválido el refrendo de territorios ocupados en Ucrania; apoyó los esfuerzos de diálogo para encontrar una solución política al conflicto.

México sabe de lo que habla y la historia así lo refrenda. Una invasión y una guerra injusta, como la consideraron en su momento los propios estadounidenses Abraham Lincoln y Henry David Thoreau, privaron a México de la mitad del territorio.

La polarización de la sociedad impide reconocer los episodios de dignidad y respeto como es la presente posición de México en el conflicto ucraniano. La polarización divide en dos extremos irreconciliables en tanto a ninguno le interesa la concordia política. El problema no es solo el insalvable conflicto, sino que las voces moderadas, las del centro político, generalmente apartidistas, las mejor informadas e imparciales, pierden su poder e influencia, como ocurre lamentablemente en la República.

Profesor de la Facultad de Derecho de la UNAM

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