Todo indica que AMLO no ha leído, ni leerá la revista inglesa The Economist. Al ser una publicación ligada al libre cambio que trata sobre la globalización, la libre inmigración (¡) y el liberalismo cultural se adivina un producto neoliberal. Carlos Marx, a la mitad del siglo XIX, la calificó como la aristocracia de las finanzas. Se trata de la revista económica más influyente en el mundo. Si AMLO no la lee, The Economist, por el contrario, sigue de cerca los pasos del presidente mexicano. Más que sus pasos sus batazos.

En la última entrega publicó una nota sobre la afición beisbolera del presidente que no solamente dedica ocasionalmente tiempo para “macanear”, sino que estableció una política pública respecto al béisbol. La meta propuesta para cuando concluya su mandato en 2024, es tener 50 peloteros mexicanos en las Ligas Mayores.

The Economist señala que la austeridad lo ha llevado a cancelar proyectos de importancia central como la adquisición de medicinas o la operación de estancias infantiles. A cambio impulsa un deporte rebasado por el futbol. Los beisbolistas explicamos la preponderancia del futbol sobre el beis. Una de las razones es la complejidad beisbolera frente a la simpleza del juego de las patadas. Cualquiera entiende que en el futbol la finalidad es meter gol, pero no cualquiera puede explicar las variedades (normal o suicida) de un squeeze play.

El entusiasmo presidencial lo hizo declarar en la inauguración del estadio de los Diablos Rojos del México que el beis requiere “cabeza, corazón y carácter”. En esa ocasión fue abucheado por los fanáticos capitalinos no por afirmar lo anterior sino por razones de odio político. En el renacimiento beisbolero, México estará presente en la Olimpiadas de Japón en dura prueba. Merece el lugar, pues para alcanzarlo derrotó a Estados Unidos, el creador del juego. Independientemente del fanatismo presidencial, sus asesores beisboleros deberían orientarlo.

Ha declarado, por el ejemplo, su admiración por un jugador como Pete Rose de quien dijo tenía mucha pimienta. Tanta que Pete Rose fue proscrito del juego debido a que al final de su carrera se descubrió su afición por las apuestas. Al grado que apostaba en contra de su propio equipo. Una forma de deshonestidad valiente en contra de sus compañeros, de los aficionados y del juego mismo. No gana el presidente al admirar a un chanchullero.

La gran ilusión del presidente es tener 50 mexicanos en Grandes Ligas. Pero valdría la pena ir despacito. Hay beisbolistas mexicanos en las grandes ligas que han dañado seriamente la imagen del país. Si los van a formar en las escuelas beisboleras que anunciaron, deberán hacerlo de manera integral. De nada sirve que lancen a 98 millas, como lo hacía Esteban Loaiza, quien después de ganar decenas de millones de dólares, se dedicó a traficar cocaína, fue descubierto y purga una condena en EU al término de la cual será deportado a México.

Roberto Osuna, otra estrella del picheo de relevo fue acusado en Canadá por violencia en contra de una mujer y tuvo que dejar el equipo de Toronto, donde era un ídolo. Los Astros de Houston, el equipo favorito del presidente, lo contrató. Astros, el equipo del presidente, en otro escándalo beisbolero, fue castigado por cometer fraudes al robar las señales de los equipos contrarios utilizando tecnología. Otro pelotero mexicano de los Dodgers de Los Ángeles, Julio Urías, fue suspendido por haber incurrido en violencia contra su pareja. Urías apareció en una foto con el presidente de México en un spot en que les desea mucho éxito en Japón.

El béisbol recibirá 350 millones de pesos como apoyo. Por fin alguien llega al rescate del rey de los deportes. Todo muy bien, pero en el manejo de los asuntos públicos la regla número uno es saber priorizar. ¿ Antes que un equipo triunfador y 50 mexicanos en Ligas Mayores están las necesidades de los pobres? ¿ No que iban primero? Mejor más medicinas para los niños y menos batazos.

Medalla de oro en los Juegos
Centroamericanos y del
Caribe 1974 (pitcher).

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