"Las injurias son las razones de los que no tienen razón".
-J.J. Rousseau

A pesar de que el presidente tenga otros datos, el país transita por una ruta de crispación social, desaliento y pesimismo generalizados. Existe en México un clima de injuria política en que el presidente ofende a los opositores. Los insulta al decirles traidores, malos mexicanos, simplemente por no estar de acuerdo con él o no festejar sus ocurrencias. El gobierno ha sembrado y empieza a cosechar desconfianza, incredulidad, inseguridad personal y social. El país padece la injuria política, un aberrante estilo de gobernar.

Como reacción a la injuria hay una falta prácticamente generalizada de respeto al presidente. No parece que en los años que faltan pueda o quiera el presidente buscar la conciliación, la paz social, sino lo contrario. Todo indica que seguirá con su sarcástica manera de golpear. Es una desgracia, pero el odio campea el horizonte nacional.

Pésimo signo para la República el que un sector importante de la ciudadanía, estigmatizado por el presidente como clasemediero —según AMLO arribista y aspiracionista— tenga la convicción de que existe el odio presidencial a la ciudadanía, la venganza desde la alta tribuna del país, el agravio personal permanente, que ha transformado a AMLO de presidente a pugilista. La República reclama un verdadero líder y no quien solo disponga del cotidiano punch político para descontar al adversario.

El modelo de presidente de una sociedad democrática requiere la conexión del jefe del gobierno con todos los gobernados. Gobernar para todos es más que un slogan. Supone la necesaria cohesión social entre los integrantes de la sociedad, alrededor de quien tiene las facultades constitucionales para dirigir a la República. En un sistema democrático funcional el liderazgo político debe escuchar a la mayoría, —que duda cabe— pero no aplastar a las minorías que también tienen algo que aportar.

El papel que AMLO desempeña es el de un destructor de instituciones. La desgracia nacional es que queriendo cambiar todo, no ha sabido, no ha podido, articular una propuesta. Lo único que ha ofrecido a México son lemas de campaña.

AMLO hubiera sido mejor publicista que jefe del Ejecutivo Federal. Algunos de sus lemas son antológicos, otros difícilmente encontrarían detractores: Nadie estaría en contra de “Primero los Pobres”, lo censurable es que para ubicar primero a los pobres en las decisiones presidenciales, la estrategia de la 4T no funciona, pues solo está compuesta por desplantes y ocurrencias. Los recientes datos del Coneval son contundentes: El número de personas en situación de pobreza aumentó en 3.8 millones de personas en comparación con 2018, periodo en que inició la administración en curso. AMLO puede tener otros datos, pero la cifra de pobres sigue creciendo.

El gobierno federal ha entrado en una etapa de parálisis institucional, sin poder resolver los ingentes problemas nacionales: la atención científica y eficiente de la pandemia, la seguridad ciudadana, la violencia desatada, la impunidad de los grupos delincuenciales, la disparidad social.

Malas cuentas a la mitad del camino en que si todo en el horizonte de la República parece negro es precisamente porque es negro.

Profesor de la UNAM
@DrMarioMelgarA