La dignidad no consiste en tener unos zapatos nuevos y bien boleados, ni siquiera en un traje de casimir inglés cortado a la medida. Es algo más complejo, particularmente si se trata de la dignidad en la política. El presidente de México ha cometido un error histórico al tratar indignamente a un sector de la población que él identifica como clase media.

Los ataques comenzaron después de las elecciones, al enterarse que quienes votaron en contra de Morena, votaron en contra de la 4T. Insultar y denostar ha sido su manera de reaccionar ante quienes no comparten sus ideas. Injuriar a los opositores es una negación de una república democrática.

El deber jurídico del Estado es la protección y respeto a la dignidad humana. Peter Häberle, el destacado constitucionalista alemán, ha sostenido: “El Estado se encuentra al servicio social del ser humano”, por ello: “la protección de la dignidad humana es anterior no solo al Estado sino también al pueblo”.

La siempre invocada Declaración Universal de los Derechos Humanos generada por las Naciones Unidas es definitiva: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”. Entre nosotros, siguiendo este postulado, se llevó una de las más relevantes reformas constitucionales del siglo XXI. Consistió en incorporar al texto constitucional la internacionalización de los derechos humanos.

Si bien los legisladores que adoptaron la reforma en 2011, no se refirieron expresamente a la dignidad de las personas, como el elemento central de la observancia de los derechos humanos, lo hacen múltiples tratados y convenciones internacionales de los que México forma parte y por ello parte integrante de la Constitución. Hay una obligación jurídica de respetar la dignidad de los ciudadanos.

No solamente eso, la Constitución de la Ciudad de México (vigente a partir de septiembre de 2018), señala entre sus principios rectores, en primer lugar, a la dignidad en estos términos: “La dignidad humana es principio rector supremo y sustento de los derechos humanos”.

La dignidad o cualidad de digno, se basa en la coherencia de los valores y en el reconocimiento de que las personas son merecedoras de respeto. Mentir, calumniar, insidiar, acechar es un desahogo psicológico que no lleva a ninguna parte. Hacerlo cotidianamente, sin motivo aparente, afecta la credibilidad del presidente como líder del país, vulnera el sistema democrático y ahonda la división entre los mexicanos. Al hacerlo no solamente lastima al pueblo (pueblo es no solamente sus seguidores), sino que incumple un deber primario como es la protección y respeto de la dignidad humana.

Atenta contra la república insultar y calumniar sistemáticamente como lo hace el presidente, sin que sea claro lo que pretende con ello. Para gobernar democráticamente es indispensable contar con el apoyo de los ciudadanos, no tener el soporte y solidaridad ciudadana acerca al gobernante al autoritarismo y la dictadura.

Maquiavelo sentenció que los hombres ofenden por miedo o por odio. No creo que el presidente, con todo el poder acumulado, tenga miedo, Me resisto a pensar que odie a millones de mexicanos. Sus razones para ofender resultan inexplicables.

Profesor de la UNAM
@DrMarioMelgarA

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