Después del tsunami judicial que sacudió al país, el triunfo de Trump agitó nuevamente la psicosis nacional. Los signos que anuncia el próximo gobierno estadounidense son ominosos. Por más optimismo, seguridad y buena cara que el gobierno pretenda mostrar, sería ingenuo soslayar que México enfrenta amenazas que serán cumplidas.
Más allá de los amagos de campaña que por tales podrían resultar irrelevantes, los nombramientos de quienes acompañarán a Trump prenden focos de emergencia. Algo en contra de México se cocina en los cuartos de guerra de transición del próximo gobierno estadounidense.
Los funcionarios que atenderán la relación con México son de pronóstico. Algunos una verdadera sorpresa como el Senador Marco Rubio, objeto del acoso, burla y hazmerreír de Donald Trump (como olvidar a little Marco y sus manos pequeñitas) en las primarias del Partido Republicano en 2016. Rubio es un declarado enemigo de Cuba, de manera que como Secretario de Estado se mira un horizonte negro para el régimen de la isla, ya de por si dando tumbos En algún momento Rubio se mostró sumamente critico de AMLO presidente, cuando, como senador, lo acusó de entregar “secciones de su país a los cárteles de la droga y ser apologista de la tiranía”.
Aun cuando todavía no tiene ofrecimiento de cargo, Michael Waltz, del círculo exclusivo de Trump, impulsó en 2023 legislación para utilizar la fuerza militar en contra de los cárteles mexicanos de la droga debido al tráfico, producción y distribución de fentanilo. Este proyecto reprodujo las mismas facultades que el Congreso había conferido a George W. Bush para las fallidas invasiones de Irán y Afganistán.
Otro nombramiento que afectará a nuestro país es el de Tom Homan como zar de la frontera. Un botón: “tengo un mensaje para los cárteles criminales en México…Cuando el presidente vuelva al cargo, los va a borrar de la faz de la tierra”. Trump declaró que Homan estará a cargo de “todas las deportaciones de extranjeros ilegales”.
Otro nombramiento espeluznante es el Stephen Miller encargado de política de la Casa Blanca. Diseñó la estrategia de separar familias de migrantes en las deportaciones masivas que van a reanudar. Cuestionado sobre lo inhumano de la medida declaró socarrón que ahora los “deportarán juntos”.
México actuó con cautela durante el proceso electoral de EU. No se cometieron errores, como aquel de Enrique Peña Nieto que invitó al candidato Trump, dándole trato de jefe de Estado, con lo que relanzó su campaña y generó un amargo resabio en las filas de los demócratas. O el de Vicente Fox, cuando por no incomodar a la izquierda, que ahora gobierna, se abstuvo de expresar la solidaridad mexicana al pueblo y gobierno de Estados Unidos tras los ataques del once de septiembre. El presidente George W. Bush calificó a los mexicanos como amigos de ocasión (fair-wheater friends).
Para la vacilante derecha mexicana, la llegada de los halcones se ve con esperanza. En el colmo de la esquizofrenia, el panista Mark Cortes se congratulaba de que las fuerzas estadounidenses invadieran México en la persecución de los cárteles. Esta ilusión de que Trump va a poner en jaque al gobierno mexicano es una vergüenza histórica. Creer que EU va a traer a México la paz y la estabilidad perdidas es una necedad, comparable a aquella de la derecha con la que fueron a Trieste a invitar a Maximiliano de Habsburgo a salvar al país. Si por los agravios acumulados no se pueden cerrar filas, al menos que no se rompan.
Profesor de la UNAM