Las elecciones exorcizan los odios y aflojan las tensiones políticas. Quien vence en las urnas acredita su preeminencia porque nada sabe igual a la victoria; quien gana extiende su permiso para mandar, así esté acotado por las leyes en un sistema democrático y republicano.

El resultado del reciente domingo electoral en que Morena aumentó su cuenta de activos con cuatro gobiernos estatales y mandó a la lona al tambaleante PRI, no solo afianza al gobierno federal sino prepara su plataforma para 2024. La galopada por la candidatura presidencial ya arrancó en la pista de Morena, mientras que la oposición tardará en recuperar el duro golpe recibido en comicios. La alianza opositora está moribunda. Más aún, con la negativa de Movimiento Ciudadano a sumarse al proyecto aliancista, se desdibuja la posibilidad de un candidato vencedor único del frente de perdedores: PAN, PRD y PRI.

El fenómeno Morena es inusitado. No solamente en México, en el mundo no se ve ningún partido político que en menos de ocho años llegue a gobernar 70 millones de personas, tenga la mayoría en los congresos federal y en la mayoría de los estatales y su líder —en realidad un caudillo— tenga una aprobación de 70%. Por si eso fuera poco, el presidente de la Suprema Corte de Justicia y tres o cuatro ministras y ministros adicionales son evidentemente afiliados sin afiliación al movimiento morenista

Es inusitado porque Morena encabeza un gobierno notoriamente ineficiente, sin una plataforma clara, con graves errores económicos, técnicos, jurídicos; un gobierno que en el imaginario nacional e internacional se le ve permisivo con grupo delincuenciales como señalados narcotraficantes. Morena tiene una abrumadora mayoría en el país a pesar de haber roto lanzas con las élites académicas, científicas, sociales y económicas.

El embate a las instituciones autónomas no ha afectado su desempeño político. Ni siquiera el conflicto autogenerado con grupos de la mayor presencia social en el país, como los que deberían ser intocables médicos o su crítica inexplicable a instituciones de presencia casi centenaria como la UNAM han podido impactar su desempeño electoral. No hay duda de que Morena es ahora el partido de las mayorías nacionales y que la oposición está en la lona.

Las críticas que se le formulan al gobierno morenista en lugar de debilitarlo lo afianzan, como sucede con los supuestos embates extranjeros. Los más recientes contra AMLO de los senadores, ellos sí conservadores, Marco Rubio y Ted Cruz (Trump les decía Little Marco y Lying Ted), declarados enemigos de México y los migrantes mexicanos, han tenido un efecto adverso, pues millones de mexicanos en Estados Unidos no dudarían en ponerse del lado mexicano. Los mexicanos en Estados Unidos no queremos a Marco Rubio ni a Ted Cruz.

Las boletas electorales, cuando las cuenta la ciudadanía con el cuidado del INE, como sucedió en las elecciones recientes, son prueba del innegable triunfo de Morena. Regatearlo es ahondar aún más la brecha que divide a México. La oposición tiene enfrente un reto difícil que enfrentar con el cronómetro político que ya está accionado. Si las elecciones fueran hoy no habría duda de que el ganador sería Morena. De la oposición dependerá modificar el pronóstico del día, aunque hoy se ve difícil.

Profesor de la UNAM.
@DrMarioMelgarA

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