Hoy se reúnen AMLO y Biden para continuar la tradición de encuentros presidenciales. Porfirio Díaz con Taft, aunque el dictador mexicano lo veía y (lo más importante) se veían como iguales. Ávila Camacho se entrevistó con Franklin D. Roosevelt, a quien tanto admira AMLO, en la etapa más álgida de la II Guerra Mundial, para garantizar la alianza mexicana contra los países del Eje. Una emblemática fue la de Miguel Alemán con Harry S. Truman, el presidente que parecía un modesto agricultor de las praderas de Misuri, pero su poder era tal puso fin a la Guerra con el bombardeo atómico a Japón. Truman dijo que uno de los momentos estelares de su presidencia fue ir a México y rendir homenaje a los Niños Héroes.
La visita más glamorosa fue sin duda la de la emblemática pareja de John y Jacqueline Kennedy, cuando todavía los presidentes estadounidenses dedicaban días y pernoctaban en México. Desde entonces, cuando llegan a venir, se les ve inquietos, con prisa, solo para cumplir, de pasadita.
Esta reunión difiere de las tradicionales en que los presidentes mexicanos han interactuado con sus homólogos estadounidenses cuando eran los más poderosos del planeta. Nunca antes un presidente mexicano se había reunido con un presidente estadounidense de edad tan avanzada, tan débil, tan alejado del control político y económico de su país.
Hoy se reúnen, pero los reflectores estarán puestos en el viaje que esta noche hará Biden a Israel y Arabia Saudita. Los temas de la agenda México-Estados Unidos son básicamente seguridad y economía, con el acento en el desastre migratorio. Ya antes, el embajador Ken Salazar (se dice el primer embajador morenista acreditado en México), dio un adelanto del resultado de la agenda en un artículo publicado en estas páginas. Seguramente México insistirá en la necesidad de un mejor control de armas con lo que Biden estará de acuerdo, aun cuando no parece que pueda evitar los criterios jurisprudenciales que ya preparan los conservadores de la Suprema Corte para garantizar un derecho irrestricto, que supuestamente protege la Segunda Enmienda, a la compra, posesión y portación de armas de fuego.
La discusión de la agenda dará un comunicado diplomáticamente aceptable. No obstante, la entrevista ocurre entre un presidente mexicano que no le interesa lo que ocurre fuera de México y un presidente estadounidense que vive un mal momento político y económico. La inflación sin control, el inminente regreso de Trump, el, por lo pronto, frustrado afán de llevarlo a juicio por el ataque al Congreso y las muestras cada día más notorias de cierto deterioro físico y sobre todo mental del presidente, así como su intención de reelegirse en 2024 harán de esta una entrevista desconocida.
La placidez de Biden, su mesurado comportamiento y su desesperante pasividad han generado un notorio descontento y preocupación entre los demócratas que ven las elecciones intermedias de noviembre como un juego en que la derrota está cantada anticipadamente. Adicionalmente, Biden manifestó su intención de reelegirse en 2024 (la ambición no tiene edad) lo que ha prendido todos los focos rojos del Partido Demócrata.
Ayer el influyente New York Times publicó en su espacio principal la alarmante preocupación de los demócratas por la situación económica del país y por la edad del presidente. Reciente encuesta del propio periódico indica que 64 por ciento no lo quisieran ver en la boleta electoral. Su aprobación es de un triste 33 por ciento frente a la notable cifra de AMLO su interlocutor de hoy, de alrededor de 70%.
Entrevista inédita como inéditos los presidentes que la sostienen.
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